Por José D. Sánchez

Las redes sociales están repletas de gráficas sobre el comportamiento del
COVID–19 a nivel mundial, sobre todo las comparaciones entre países.
El primer escollo que encontramos es que LA PANDEMIA tiene distintas
fechas de entrada en los diferentes países y el virus se hace presente de
diversas formas en cada uno de ellos, en algunos con excesiva lentitud y en
otros como una tromba.
En Italia y España, desde su llegada se aproxima a los tres meses, y a
México y EEUU a 4 semanas, cerca de un mes.
Habría, para poder comparar, que considerar la cantidad de médicos por
habitantes y número de centros hospitalarios, agregando además la capacidad de
respuesta para combatir esta enfermedad.
Hasta el nivel de sacrificio del personal de salud hay que tenerlo en
cuenta y no existe forma tangible para realizar tal medición.
En el caso del COVID 19, no importa, en definitiva, la cantidad de médicos
por habitantes, porque para combatirlo se necesita personal especializado y los
recintos hospitalarios tienen que ser adecuados para las presentes necesidades.
Mucho menos podemos medir ni echar en un mismo saco distintos países con
diferencias del cielo a la tierra, en su sistema de salud, no es lo mismo ni es
igual un país desarrollado que otro bananero, el primero con instalaciones
hospitalarias funcionales y equipadas dondequiera que existen congregaciones
humanas y el último que apenas cuenta con una calamitosa para una región
entera.
Sólo como muestra, en el 2005, George W. Bush, entonces presidente de EEUU,
establecía en un discurso, que estaban preparados para enfrentar cualquier
amenaza bacteriológica en contra de su nación, en ese mismo tenor se expresaría
Barack Obama en el 2009 y en el 2015, en sendos discursos.
Aunque hasta ahora este no resulta un ataque con armas químicas de nación
a nación, la respuesta adecuada tiene que ser la misma y es innegable que EEUU
está varios pasos adelante que los otros países a su mismo o cercano nivel de
desarrollo.
Con EL COVID-19, para hacer parangones hay que tener en cuenta hasta la
edad promedio de la población.
Los países europeos cada año tienen bajas significativas en su población y
tienen una mayoría de personas con mas de 60 años de edad, los más vulnerables
a este virus, que hacen arrojar resultados espeluznantes en la tasa de
mortalidad, como estamos viendo.
No podemos dejar a un lado, para cotejar, algo principal en el
comportamiento de las personas, y es su “NIVEL EDUCACIONAL”, que en situaciones
como esta incide de forma reveladora en los resultados finales de la cantidad
de infectados.
El mejor ejemplo lo tenemos en nuestro país, donde cosas tan elementales
como: guardar la distancia en una fila, llevar mascarilla y acatar la
cuarentena, se ha hecho imposible de controlar.
Otro parámetro que no podemos soslayar cuando deseamos hacer similitudes
entre países, es algo tan sencillo como la alimentación.
Este virus aprovecha la debilidad del sistema inmunológico para elevar la
mortalidad, no existiendo en el mundo cosa tan letal como una mala alimentación
para la inanición inmunológica, siendo imposible en este caso comparar
poblaciones bien alimentadas con otras hambrientas y desnutridas.
De importancia capital en las actuales circunstancias es la comunicación,
eso nos impone otra barrera a la hora de equiparar países.
Es abismal la diferencia comunicacional inalámbrica, aérea y terrestre
entre las naciones.
Sólo tomando en cuenta la dificultad de comunicación que existe entre los
países amazónicos, hace que tengamos que formar un grupo sui generis aparte para
ellos y así poder establecer cualquier tipo de comparación.
Otra de las características, tan simple como la Hidrografía, arroja
resultados diametralmente opuestos en el comportamiento del COVID 19, la
recomendación elemental de lavarse las manos cada 20 minutos es imposible y
hasta un sacrilegio en naciones donde el agua vale mas que el diamante y la poca
existente o que se consigue, hay que reservarla para calmar la sed o cocer los
alimentos.
Aún nos faltaría ver el clima, la producción, las condiciones
habitacionales, la geografía, entre otros que también tienen incidencias en los
resultados.
Las comparaciones más comunes que se vienen realizando, es atendiendo al
número de habitantes, que por cierto resulta ser la más errática entre todas.
Primero hay que tomar en cuenta los datos reportados, no los que deseamos
ni los de los rumores de las redes sociales.
Segundo, la primera comparación que tenemos que hacer en ese caso, es la
general, siendo la población mundial de 6,000,000,000 (seis mil millones), de
habitantes.
El número de muerte por coronavirus al día de hoy es 175,000 (ciento
setenta y cinco mil), y la cantidad de infectados es de 2,500,000 (dos millones
quinientos mil).
Con estos datos tendríamos:
175,000 / 6,000,000,000 = 2.91 x 10-5 = 0.0000291% como tasa de mortandad
mundial.
Si nos convertimos en extremistas y damos como fallecidas todas las personas
contagiadas, tendremos la siguiente tasa de mortalidad global:
2,500,000 / 6,000,000,000 = 4.16 x 10-4 = 0.000416%.
Estos números son insignificantes y no deberían quitarnos el sueño, pero
esos resultados están muy distantes de la realidad que está viviendo la
humanidad.
Si realizamos este ejercicio con los datos de un país en particular, obtendremos resultados divorciados. Tomemos dos ejemplos (cada quien puede
hacerlo con los datos de los países que le plazca):
Nicaragua: 2 fallecidos, 9 infectados y una población de 6,425,000 (seis
millones cuatrocientos veinte y cinco mil), habitantes.
2/9 = 0.22% su tasa de mortalidad.
9/6,425,000 = 1.4 x 10-6 = 0.0000014% su tasa de contagio.
Costa Rica: 6 muertos, 660 contagios y población de 5,020,000 (cinco
millones veinte mil), habitantes.
6/660 = 0.0091% su tasa de letalidad.
660/5,020,000 = 1.315 x 10 -4 = 0.0001315% tasa de contagio.
En ese caso, Nicaragua tendría el mayor porcentaje de mortandad y el menor
porcentaje de contagio en el mundo.
Costa Rica sería la mejor nación en el orbe con el menor porcentaje de
mortalidad y de los primeros en cantidad de contagios por habitantes.
Esos resultados tampoco son realidades finales.
Estamos en presencia de un fenómeno, el COVID 19, donde la Estadística no
es capaz de dar resultados reales cuando deseamos establecer comparaciones
entre países y hasta hoy, además, ninguna nación ha llegado al punto máximo de
contagio, menos al final de LA PANDEMIA, y tendremos que esperar los resultados
finales de cada uno para ver si podemos establecer algunas similitudes.
Las madres de las estupideces con que nos encontramos en las redes, son
aquellas que se basan en: YO CREO, ME PARECE.
- Yo creo que en China hay más de doscientos o trescientos mil muertos y
muchos de ellos los fusilaron porque dieron positivos.
- Me parece que en Corea del Norte matan a los que se infectan, por eso no
tienen enfermos del coronavirus.
- Si fuera verdad que los cubanos tuvieran tantos médicos y medicinas
contra el virus, no tuvieran contagiados.
Aún vamos a encontrar personas super inteligentes en las redes, que
publican y comparten:
¿Como es que si el coronavirus se muere con agua y jabón, no tienen una
vacuna?
También pensarán que con inyectar agua de jabón al cuerpo eliminarían el
virus.
En su mente pueden tener otra solución, como lavar con agua y jabón todas
las células del organismo humano.
También inventar un aerosol que haga visible el coronavirus ese y luego
aplastarlo con un matamoscas.
Esas son las redes. Cosas veredes, Sancho.
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