El Conquistador del Mundo
Por Carlos Darío Sousa S.*
René
Grusset, Francia, 1885/1952, uno de los grandes historiadores orientalistas,
miembro de la Academia francesa,
profesor del Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales;
conservador del museo del Louvre, nos brinda
en “El conquistador del mundo”, un viaje con uno de los personajes más
importante de la historia de la humanidad, el conquistador más impresionante
que ha conocido la historia: Gengis Kan.
El
Conquistador del Mundo: Acantilado, Barcelona, 2015, el libro interesa desde el
principio, cuando nos sitúa en las bastas estepas de Mongolia, entre los
bosques siberianos, el desierto de Gobi y las cimas del macizo de Altái.
En la contra
portada leemos, ”En la estela de
Alejandro, Gengis Kan fue el mayor conquistados que ha conocido la historia. Su
imperio se extendió por la mitad del continente más vasto del mundo, Asia”.
Tenemos que
añadir el de Atila, el rey de los Hunos, también conocido por “El azote de Dios”, y por aquello de “donde pisa su caballo no crece la hierba”
En el caso
de Alejandro, que lleva la cultura griega, “La
Helenística”, hasta lo que es hoy Afganistán y donde analizándola
mediante los “círculos culturales” de Leo Frobenius veremos cómo esa influencia
griega se mantendrá durante siglos. En mi serie de trabajos sobre La Cultura -2016-
desarrollo ampliamente el tema.
Desde muy
antiguo se tiene la necesidad de crear un origen extraordinario, divino si
quieren, de los más grandes personajes de la historia antigua, y El Kan no
podía estar fuera de esas creencias. Por eso nos encontramos en sus antepasados
mitos, pertinentes a espacio geográfico y sus animales significativos e
indomables: “El gran lobo ancestral
encuentra a su futura compañera, la Cierva Salvaje, y en el curso de su vida
los lleva al corazón del futuro país mongol“. “Todas las noches, un ser resplandeciente, de luz dorada, descendía por
el orificio de aireación de mi yurta – especie de tienda de campaña- y se deslizaba a mi lado. Fue él quien, por
tres veces, fecundó mi vientre. Luego volvía a irse sobre un rayo de luna o de
sol”, esas creencias ancestrales están íntimamente conecta con el futuro.
Podemos decir en términos tradicionales. Nació con la buena estrella.
Hay aspectos
de relato que son tan interesantes como la historia misma del kan, como son los
usos y costumbres de su sociedad, de su pueblo, de la familia, de sus gestas,
de sus miserias, de sus odios, -principalmente a los Merkit una de la tribus
mongolas-, de sus chamanes los beki, de
cómo viven, los clanes y su importancia, como se alimentan, qué beben -leche de
yegua fermentada- para celebrar, de cómo están ligados a la tierra y a sus
animales, principalmente los caballos, que son casi una extensión misma del
jinete, sus perros, “que se alimentan de
carne humana y se les ata a una cadena de hierro. Tiene frente de bronce, su
boca es como una cizalla, su lengua como una barrena, su corazón es de hierro,
su fusta es como una espada. Matan la sed con el rocío. Corren montados sobre
el viento. El día de la batalla, devoran la carne del enemigo”.
Cómo hacen
la guerra, de sus arcos, de sus flechas y sus espadas elaboradas por Djarchi`udai,
el viejo herrero bajado de la montaña sagrada de Buqan-qaldum conocía los
antiguos secretos que vuelven las espadas cortantes y las puntas de las flechas
infalibles, de la fidelidad con la tribu, la amistad, de
la geografía, de sus paisajes
subyugantes, acogedores, inspirativos, con ríos, lagos, cumbres, vemos desarrollar del ciclo de la
vida, las migraciones de aves, la caza, la trashumancia para el pastoreo, los mejores
pastos, y cómo leer las señales del cielo.
Temujin o
“el mejor acero”, o “hombre supremo en la tierra”, como fue reconocido en China,
este país durante años se constituyó en un objetivo, aunque para conquistarlo
era necesario superar la gran barrera que representa “La Gran Muralla”.
El genio es
una larga paciencia. Al cabo de dos años de esfuerzos obstinados, Kan consiguió
finalmente, en el verano de 1213, éxitos decisivos. Se apodera de la ruta que
conduce a Pekín.
“Desde las
murallas de Pekín hasta el río Amarillo,
la Gran Llanura extendía sus campos de un pardo amarillento en el que, desde
hacía milenios, cada pulgada de terreno estaba celosamente cultivada por la
misma raza de pacientes trabajadores… donde los arrozales alternaban con campos
de mijo, y los campos de caolín…”
Los mongoles
finalmente conquistan Pekín, pero no estaban preparados, no comprendían, para
el habitad urbano.
La
influencia de la civilización milenaria comenzó a dejarse sentir en la corte
gengiskánida. Demostrará al conquistador nómada que, en vez de arruinar las
culturas y masacrar trabajadores –que era lo habitual- sería más provechoso
someterlos al pago de un tributo regular; y que, en vez de destruir las
aglomeraciones urbanas saqueando las riquezas que se amontonaban en ellas, era
más inteligente conservan en provecho del imperio la fuente misma de estas riquezas. El cambio
se produce. El imperio que ha sido conquistado a caballo no puede ser gobernado
a caballo”. Ya son hombres de Estado.
Su amistad
con el filósofo chino Tch´ang-uen, pensador, poeta, taoísta, alquimista, con su
sistema filosófico, sus meditaciones, se unen a su curiosidad por la cultura. Y
queda prendado por la biblia del taoísmo. Dice el libro del Tao te King “Antes
del tiempo y de todo el tiempo, hubo un Ser existente en sí mismo, eterno,
infinito, completo, omnipresente. Es imposible nombrarlo, pues en términos
humanos no se aplican más que a los seres sensibles. Pues bien, ese Ser
primordial está esencialmente más allá del mundo sensible, más allá del mundo
de las formas. Se llama Misterio”.
Al oeste de
las posesiones del Gran kan comienza un nuevo mundo y otra civilización: el
mundo musulmán, la civilización arábigo-persa con los que quería mantener
buenas relaciones. A pesar de su intención, tuvo que guerrear e ir sometiendo a
los pueblos con su característica rudeza de conquistador.
“Dadnos
pruebas de tu misericordia, después de habernos demostrado tu ira”.”¿Cómo
puedes hablar así cuando es tu furor el que macaba de hacer perecer a tanto mis
soldados?”.¡Ahora nos toca a nosotros mostrar nuestra ira! La muerte del
enviado de Kan por el sultán Mohamed, persiguió con odio implacable.
Harto de
conquistas, el gran ejército del Kan regresa a su país natal. “El mayor placer del hombre es ir a la caza
con un gavilán o un halcón en el puño, y verlos abatirse sobre su presa”, no
“el mayor disfrute del hombre es vencer a
los propios enemigos, empujarlos delante de uno, arrebatarles todo cuanto
poseen, ver a sus seres queridos con el rostro bañado en lágrimas, montar sus
caballos poseer a sus hijas y a sus
mujeres”.
“Voy a
merced del viento hacia el este y hacia el oeste como una hoja seca, tanto que
al fin no sé ya si es el viento el que me lleva o si soy yo quien lleva el
viento”. El kan sentía que sus días estaban llegando a su fin “Cómo un halcón
que retoza evolucionando alegremente en el cielo”. El viaje fúnebre, hasta la
montaña sagrada del kentesi, deja uno de los poemas más importantes de la
literatura mongola:
“Oh, soberano mío, ¿acaso ayer no
planeabas como un azor sobre los pueblos? ¡Y hete aquí que hoy, como un
moribundo, un carro chirriante transporta tu cuerpo, ah, soberano mío! ¿De
veras has abandonado a tu mujer y a tus hijos, ah, soberano mío, has abandonado
a tus fieles súbditos a su destino? Como un halcón que retoza evolucionando
alegremente en el cielo, ¿no hacías tu otro tanto ayer mismo, ah, soberano mío?
Y hoy, como un potro encabritado tras una loca carrera, hete aquí abatido. O
como la tierna hierba arrancada por un huracán. Al cabo de sesenta años, justo
en el momento en ibas a dar a los Nueve Estandartes la alegría y el descanso,
he aquí que los dejas y yaces sin vida”.
En las
alturas, en alguna parte en los bosques del Baikal hasta el Indo, desde las
estepas del Aral hasta la Gran Llanura china, él descansa allí arriba,
inaccesible, ignorado por entero por esa tierra mongola con la que se
identifica para siempre.
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