1 de octubre de 2018

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 1 de octubre, 2018)


El Conquistador del Mundo

Por Carlos Darío Sousa S.*

René Grusset, Francia, 1885/1952, uno de los grandes historiadores orientalistas, miembro de la Academia  francesa, profesor del Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales; conservador del museo del Louvre, nos brinda  en “El conquistador del mundo”, un viaje con uno de los personajes más importante de la historia de la humanidad, el conquistador más impresionante que ha conocido la historia: Gengis Kan.

El Conquistador del Mundo: Acantilado, Barcelona, 2015, el libro interesa desde el principio, cuando nos sitúa en las bastas estepas de Mongolia, entre los bosques siberianos, el desierto de Gobi y las cimas del macizo de Altái.

Los escribas persas fueron quienes difundieron su epopeya y fueron quienes lo llamaron “Conquistador del Mundo”, es a partir de las historias persas que Grusset recrea de forma magistral y amena las extraordinarias gestas del héroe mongol.

En la contra portada leemos, ”En la estela de Alejandro, Gengis Kan fue el mayor conquistados que ha conocido la historia. Su imperio se extendió por la mitad del continente más vasto del mundo, Asia”.
 
Tenemos que añadir el de Atila, el rey de los Hunos, también conocido por “El azote de Dios”, y por aquello de “donde pisa su caballo no crece la hierba”
En el caso de Alejandro, que lleva la cultura griega, “La  Helenística”, hasta lo que es hoy Afganistán y donde analizándola mediante los  “círculos culturales” de Leo Frobenius veremos cómo esa influencia griega se mantendrá durante siglos. En  mi serie de trabajos sobre La Cultura -2016- desarrollo ampliamente el tema.

Desde muy antiguo se tiene la necesidad de crear un origen extraordinario, divino si quieren, de los más grandes personajes de la historia antigua, y El Kan no podía estar fuera de esas creencias. Por eso nos encontramos en sus antepasados mitos, pertinentes a espacio geográfico y sus animales significativos e indomables: “El gran lobo ancestral encuentra a su futura compañera, la Cierva Salvaje, y en el curso de su vida los lleva al corazón del futuro país mongol“. “Todas las noches, un ser resplandeciente, de luz dorada, descendía por el orificio de aireación de mi yurta – especie de tienda de campaña- y se deslizaba a mi lado. Fue él quien, por tres veces, fecundó mi vientre. Luego volvía a irse sobre un rayo de luna o de sol”, esas creencias ancestrales están íntimamente conecta con el futuro. Podemos decir en términos tradicionales. Nació con la buena estrella.

Hay aspectos de relato que son tan interesantes como la historia misma del kan, como son los usos y costumbres de su sociedad, de su pueblo, de la familia, de sus gestas, de sus miserias, de sus odios, -principalmente a los Merkit una de la tribus mongolas-, de sus chamanes los beki, de cómo viven, los clanes y su importancia, como se alimentan, qué beben -leche de yegua fermentada- para celebrar, de cómo están ligados a la tierra y a sus animales, principalmente los caballos, que son casi una extensión misma del jinete, sus perros, “que se alimentan de carne humana y se les ata a una cadena de hierro. Tiene frente de bronce, su boca es como una cizalla, su lengua como una barrena, su corazón es de hierro, su fusta es como una espada. Matan la sed con el rocío. Corren montados sobre el viento. El día de la batalla, devoran la carne del enemigo”.

Cómo hacen la guerra, de sus arcos, de sus flechas y sus espadas elaboradas por Djarchi`udai, el viejo herrero bajado de la montaña sagrada de Buqan-qaldum conocía los antiguos secretos que vuelven las espadas cortantes y las puntas de las flechas infalibles, de la fidelidad con la tribu, la amistad, de la  geografía, de sus paisajes subyugantes, acogedores, inspirativos, con ríos, lagos, cumbres, vemos desarrollar del ciclo de la vida, las migraciones de aves, la caza, la trashumancia para el pastoreo, los mejores pastos, y cómo leer las señales del cielo. 

Temujin o “el mejor acero”, o “hombre supremo en la tierra”, como fue reconocido en China, este país durante años se constituyó en un objetivo, aunque para conquistarlo era necesario superar la gran barrera que representa “La Gran Muralla”.

El genio es una larga paciencia. Al cabo de dos años de esfuerzos obstinados, Kan consiguió finalmente, en el verano de 1213, éxitos decisivos. Se apodera de la ruta que conduce a Pekín. 

“Desde las murallas de Pekín hasta el río Amarillo, la Gran Llanura extendía sus campos de un pardo amarillento en el que, desde hacía milenios, cada pulgada de terreno estaba celosamente cultivada por la misma raza de pacientes trabajadores… donde los arrozales alternaban con campos de mijo, y los campos de caolín…” 

Los mongoles finalmente conquistan Pekín, pero no estaban preparados, no comprendían, para el habitad urbano.

La influencia de la civilización milenaria comenzó a dejarse sentir en la corte gengiskánida. Demostrará al conquistador nómada que, en vez de arruinar las culturas y masacrar trabajadores –que era lo habitual- sería más provechoso someterlos al pago de un tributo regular; y que, en vez de destruir las aglomeraciones urbanas saqueando las riquezas que se amontonaban en ellas, era más inteligente conservan en provecho del imperio la fuente misma de estas riquezas. El cambio se produce. El imperio que ha sido conquistado a caballo no puede ser gobernado a caballo”. Ya son hombres de Estado.

Su amistad con el filósofo chino Tch´ang-uen, pensador, poeta, taoísta, alquimista, con su sistema filosófico, sus meditaciones, se unen a su curiosidad por la cultura. Y queda prendado por la biblia del taoísmo. Dice el libro del Tao te King “Antes del tiempo y de todo el tiempo, hubo un Ser existente en sí mismo, eterno, infinito, completo, omnipresente. Es imposible nombrarlo, pues en términos humanos no se aplican más que a los seres sensibles. Pues bien, ese Ser primordial está esencialmente más allá del mundo sensible, más allá del mundo de las formas. Se llama Misterio”.  

Al oeste de las posesiones del Gran kan comienza un nuevo mundo y otra civilización: el mundo musulmán, la civilización arábigo-persa con los que quería mantener buenas relaciones. A pesar de su intención, tuvo que guerrear e ir sometiendo a los pueblos con su característica rudeza de conquistador.

“Dadnos pruebas de tu misericordia, después de habernos demostrado tu ira”.”¿Cómo puedes hablar así cuando es tu furor el que macaba de hacer perecer a tanto mis soldados?”.¡Ahora nos toca a nosotros mostrar nuestra ira! La muerte del enviado de Kan por el sultán Mohamed, persiguió con odio implacable. 

Harto de conquistas, el gran ejército del Kan regresa a su país natal. “El mayor placer del hombre es ir a la caza con un gavilán o un halcón en el puño, y verlos abatirse sobre su presa”, no “el mayor disfrute del hombre es vencer a los propios enemigos, empujarlos delante de uno, arrebatarles todo cuanto poseen, ver a sus seres queridos con el rostro bañado en lágrimas, montar sus caballos  poseer a sus hijas y a sus mujeres”.

“Voy a merced del viento hacia el este y hacia el oeste como una hoja seca, tanto que al fin no sé ya si es el viento el que me lleva o si soy yo quien lleva el viento”. El kan sentía que sus días estaban llegando a su fin “Cómo un halcón que retoza evolucionando alegremente en el cielo”. El viaje fúnebre, hasta la montaña sagrada del kentesi, deja uno de los poemas más importantes de la literatura mongola:

“Oh, soberano mío, ¿acaso ayer no planeabas como un azor sobre los pueblos? ¡Y hete aquí que hoy, como un moribundo, un carro chirriante transporta tu cuerpo, ah, soberano mío! ¿De veras has abandonado a tu mujer y a tus hijos, ah, soberano mío, has abandonado a tus fieles súbditos a su destino? Como un halcón que retoza evolucionando alegremente en el cielo, ¿no hacías tu otro tanto ayer mismo, ah, soberano mío? Y hoy, como un potro encabritado tras una loca carrera, hete aquí abatido. O como la tierna hierba arrancada por un huracán. Al cabo de sesenta años, justo en el momento en ibas a dar a los Nueve Estandartes la alegría y el descanso, he aquí que los dejas y yaces sin vida”.

En las alturas, en alguna parte en los bosques del Baikal hasta el Indo, desde las estepas del Aral hasta la Gran Llanura china, él descansa allí arriba, inaccesible, ignorado por entero por esa tierra mongola con la que se identifica para siempre.                                                                                                                                                        

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