Estimado Rolando (3 de 3)
Por Carlos Darío Sousa Sánchez*
Derecho, aún hoy se habla de derecho romano y se imparte en
muchas universidades. Música, instrumentos musicales, un violín Stradivarius,
el piano forte, el clarinete y muchos más. Literatura (quién se resiste frente
a “La Divina Comedia”, donde aparece el primer parnaso moderno, de Dante
Alighieri, o el “Decamerón”, de Giovanni Boccaccio, desarrollada entre 1351 y
1553; o como dice Fumaroli, teniendo simplemente la conversación erudita. O a
Alberto Moravia, con sus “Cuentos romanos”, “La Romana”, o “El Conformista”).
Impresores (como Aldo Manuzio, el humanista que inventó el libro de bolsillo). Amor,
belleza, creación, pintura (invaluable). Escultura (con los griegos son los
grandes), Arquitectura (ahí están sus ciudades y sus acueductos). Paisajes de
ensueños, moda. ¿Quién no ha querido calzar unos mocasines italianos?, ¿o
llevar una corbata de seda? ¿Cuántos más? Hasta el infinito.
No habría páginas suficientes para cubrir un minuto de su
historia. Claro, sin meternos en el “Tribunal del Santo Oficio”, donde hay “historia”
hasta el infinito. Es más, léase el artículo sobre libros prohibidos, de Liliana
Montenegro de Arévalo, para que vea cómo se bate el cobre.
Hace unos días me leí el libro (una especie de diario) de
Charles Burney “Viaje musical por Francia e Italia en el siglo XVIII”,
Acantilado, 2014, en el que nos recrea cómo se vive la música en la Italia
dividida en reinos y repúblicas, de 1770. Pasó por Turín (donde se dice que
está el sudario de Cristo), Milán (La Lombarda Milán, la región más
desarrollada de Italia, con su “Domus Dei”, con su teatro “La Escala”, donde
reinaron Verdi, Puccini, Donizetti). Venecia “La serenísima”. Patrimonio de la
Humanidad, la ciudad de los canales, y del amor, de Marco Polo, de Tintoretto,
de Tiziano, de Bellino, Vivaldi y sus “cuatro estaciones”, de sus carnavales y
de “Muerte en Venecia”. Y las secuencias y persecuciones en las películas de
Bond, James Bond. Florencia, la antigua capital toscana, la ciudad de los
Medicis, de donde eran Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Giotto, Rafael,
Botticeli, Dante, Boccaccio, Maquiavelo y Savonarola. Nápoles, dominada por
griegos, romanos, normandos y españoles, la ciudad del Vesubio, consagrado por
griegos y romanos a Hércules o Heracles, otro “Patrimonio de la Humanidad”.
Burney recorrió otras ciudades, donde conoció a los principales cantantes e
instrumentistas, autores de música principalmente sacra, y donde vio y constató
las principales obras de arte, tanto de pintura como escultura, de cómo se
promovía la cultura en conjunto, y se protegía a los autores. Nada de todo esto
es extraño en la Italia de siempre.
La historia del Imperio romano ha servido también, como
referencia a uno de los más grandes autores de Ciencia ficción, como es el caso
de Isaac Asimov, que lo trasladó a sus obras “Fundación” y la saga que la
acompañó. “Fundación e Imperio” y “Segunda Fundación”. Tanto sus novelas como
sus obras de divulgación científica e histórica, han sido publicadas en
castellano por Plaza y Janes y Alianza editorial.
El amor trágico, aunque escrito por William Shakespeare con
su Romeo y Julieta, también llamada los amantes de Verona, describe el amor de
dos jóvenes y su determinación de casarse por encima de la rivalidad de sus
familias. O el de los celos llevados a extremos enfermizos con Otelo, el moro
de Venecia. Shakespeare escribió también sobre la muerte de César, casualmente
el día 15/03/0044 de nuestra era.
Más arriba hacía referencia al libro de Marc Fumaroli en su “República
de las letras”, y creo que es importante ampliar la referencia, pues esa “República”
no tiene fronteras, ni jerarquía. Sus miembros son estudiosos interesados en
cualquier rama de saber, que no esperan remuneración por sus conocimientos. La
expresión aparece por primera vez en 1417, en una carta latina, dirigida por el
joven humanista Franceso Barbaro a Poggio Bracciolini, para felicitarlo por
haber descubierto unos manuscritos, entre los que se encuentra la “Institutio
Oratoria”, de Marco Fabio Quintiliano, obra enciclopédica que recoge todo
cuanto es necesario para formar un orador.
Todas las obras, y las epístolas o cartas, están escritas en
latín. Erasmo define esa correspondencia como “intercambio entre amigos
ausentes” y “conversación entre amigos presentes en la forma de comunicación
más deseable”. Ese es el idioma universal hasta la irrupción de las lenguas
vernáculas, todas ellas procedentes del latín. El portugués, el castellano,
gallego, catalán, francés, italiano y muchas otras más. El latín sigue siendo
una lengua importante dentro de la comunidad científica, debido a que todas
plantas y multiplicidad de seres vivos están clasificadas en ese idioma.
Los que estudiamos CCPP (Ciencias Políticas), por lo menos
en España, siempre vamos a tener presente el libro de Sabine “Historia de la
Teoría Política”, Fondo CE, varias ediciones. A partir de “La teoría de la
comunidad universal”, véase “El Derecho Natural”, “Cicerón”, “Cicerón y los
jurisconsultos romanos”, “Séneca” (del que también oímos hablar en la
secundaria), “Séneca y los padres de la Iglesia” y la importante “División de
lealtad”, el de Touchard, “Historia de las Ideas Políticas”, Tecnos, varias
ediciones; en “Roma y los comienzos del cristianismo”, donde podremos encontrar
una muy buena referencia al período que señalamos y que siempre recomendamos a
nuestros alumnos.
No puedo dejar de recordar cuatro cosas más. El libro de
Robert Graves “Yo, Claudio”, el de Rex Warner “El joven César”, a Margarita
Yourcenar “Memorias de Adriano” y la serie de televisión que creo fue pasa aquí
por Teleantillas, “Yo, César”.
Por último, si se puede decir, ahí te dejo esta perla:
Lorenzo Valla, en su “Elegantiarum latinae libri sex”, Venecia, 1471. Dice: “Hemos
perdido Roma, hemos perdido el poder, hemos perdido el dominio, no por culpa
nuestra, si no por culpa de los tiempo, y no obstante nos queda, gracias a la
lengua latina, un dominio espiritual más deslumbrante, y gracias a ella
reinamos aún sobre la mayor parte del mundo. Italia está en nosotros, y también
en Francia, España, Alemania, Ponania, Dalmacia, Ilia y otras numerosas
naciones. Pues el Imperio romano sigue en pie por todas partes donde reina la
lengua romana”, Cit. Por Fumarili, pág. 75-76.
*El autor es catedrático universitario.-
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