25 de mayo de 2015

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO

Estimado Rolando (3 de 3)

Por Carlos Darío Sousa Sánchez*

Italia no es solo eso, es más que eso, es comida (sus pastas, sus embutidos), vinos (su Chanti Ruffino), cultura (toda la cultura Latina y el Renacimiento), historia (su demasiado y extensa historia), religión (de la que aún se profesa con cambios), tecnología (de los automóviles?), política (Roma firmó el acta de defunción de la Ciudad-estado griega, la Polis, cambiando por la Res-Pública que nos imponía la
comunidad de ciudadanos. Si quiere ver lo poco que hemos avanzado, léase “Breviario de campaña electoral”, de Quinto Tulio Cicerón. Escrito en el año 64 a.C., Acantilado, 2003. O Campanella, que escribió en su prisión Napotlitana su “Ciudad del Sol”. O cuando usted se encuentra un libro publicado en 1648 que intercala páginas en blanco, puede pensar que ese método es nuevo, pero eso viene de viejo).

Derecho, aún hoy se habla de derecho romano y se imparte en muchas universidades. Música, instrumentos musicales, un violín Stradivarius, el piano forte, el clarinete y muchos más. Literatura (quién se resiste frente a “La Divina Comedia”, donde aparece el primer parnaso moderno, de Dante Alighieri, o el “Decamerón”, de Giovanni Boccaccio, desarrollada entre 1351 y 1553; o como dice Fumaroli, teniendo simplemente la conversación erudita. O a Alberto Moravia, con sus “Cuentos romanos”, “La Romana”, o “El Conformista”). Impresores (como Aldo Manuzio, el humanista que inventó el libro de bolsillo). Amor, belleza, creación, pintura (invaluable). Escultura (con los griegos son los grandes), Arquitectura (ahí están sus ciudades y sus acueductos). Paisajes de ensueños, moda. ¿Quién no ha querido calzar unos mocasines italianos?, ¿o llevar una corbata de seda? ¿Cuántos más? Hasta el infinito.

No habría páginas suficientes para cubrir un minuto de su historia. Claro, sin meternos en el “Tribunal del Santo Oficio”, donde hay “historia” hasta el infinito. Es más, léase el artículo sobre libros prohibidos, de Liliana Montenegro de Arévalo, para que vea cómo se bate el cobre.

Hace unos días me leí el libro (una especie de diario) de Charles Burney “Viaje musical por Francia e Italia en el siglo XVIII”, Acantilado, 2014, en el que nos recrea cómo se vive la música en la Italia dividida en reinos y repúblicas, de 1770. Pasó por Turín (donde se dice que está el sudario de Cristo), Milán (La Lombarda Milán, la región más desarrollada de Italia, con su “Domus Dei”, con su teatro “La Escala”, donde reinaron Verdi, Puccini, Donizetti). Venecia “La serenísima”. Patrimonio de la Humanidad, la ciudad de los canales, y del amor, de Marco Polo, de Tintoretto, de Tiziano, de Bellino, Vivaldi y sus “cuatro estaciones”, de sus carnavales y de “Muerte en Venecia”. Y las secuencias y persecuciones en las películas de Bond, James Bond. Florencia, la antigua capital toscana, la ciudad de los Medicis, de donde eran Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Giotto, Rafael, Botticeli, Dante, Boccaccio, Maquiavelo y Savonarola. Nápoles, dominada por griegos, romanos, normandos y españoles, la ciudad del Vesubio, consagrado por griegos y romanos a Hércules o Heracles, otro “Patrimonio de la Humanidad”. Burney recorrió otras ciudades, donde conoció a los principales cantantes e instrumentistas, autores de música principalmente sacra, y donde vio y constató las principales obras de arte, tanto de pintura como escultura, de cómo se promovía la cultura en conjunto, y se protegía a los autores. Nada de todo esto es extraño en la Italia de siempre.

La historia del Imperio romano ha servido también, como referencia a uno de los más grandes autores de Ciencia ficción, como es el caso de Isaac Asimov, que lo trasladó a sus obras “Fundación” y la saga que la acompañó. “Fundación e Imperio” y “Segunda Fundación”. Tanto sus novelas como sus obras de divulgación científica e histórica, han sido publicadas en castellano por Plaza y Janes y Alianza editorial.

El amor trágico, aunque escrito por William Shakespeare con su Romeo y Julieta, también llamada los amantes de Verona, describe el amor de dos jóvenes y su determinación de casarse por encima de la rivalidad de sus familias. O el de los celos llevados a extremos enfermizos con Otelo, el moro de Venecia. Shakespeare escribió también sobre la muerte de César, casualmente el día 15/03/0044 de nuestra era.

Más arriba hacía referencia al libro de Marc Fumaroli en su “República de las letras”, y creo que es importante ampliar la referencia, pues esa “República” no tiene fronteras, ni jerarquía. Sus miembros son estudiosos interesados en cualquier rama de saber, que no esperan remuneración por sus conocimientos. La expresión aparece por primera vez en 1417, en una carta latina, dirigida por el joven humanista Franceso Barbaro a Poggio Bracciolini, para felicitarlo por haber descubierto unos manuscritos, entre los que se encuentra la “Institutio Oratoria”, de Marco Fabio Quintiliano, obra enciclopédica que recoge todo cuanto es necesario para formar un orador.

Todas las obras, y las epístolas o cartas, están escritas en latín. Erasmo define esa correspondencia como “intercambio entre amigos ausentes” y “conversación entre amigos presentes en la forma de comunicación más deseable”. Ese es el idioma universal hasta la irrupción de las lenguas vernáculas, todas ellas procedentes del latín. El portugués, el castellano, gallego, catalán, francés, italiano y muchas otras más. El latín sigue siendo una lengua importante dentro de la comunidad científica, debido a que todas plantas y multiplicidad de seres vivos están clasificadas en ese idioma.

Los que estudiamos CCPP (Ciencias Políticas), por lo menos en España, siempre vamos a tener presente el libro de Sabine “Historia de la Teoría Política”, Fondo CE, varias ediciones. A partir de “La teoría de la comunidad universal”, véase “El Derecho Natural”, “Cicerón”, “Cicerón y los jurisconsultos romanos”, “Séneca” (del que también oímos hablar en la secundaria), “Séneca y los padres de la Iglesia” y la importante “División de lealtad”, el de Touchard, “Historia de las Ideas Políticas”, Tecnos, varias ediciones; en “Roma y los comienzos del cristianismo”, donde podremos encontrar una muy buena referencia al período que señalamos y que siempre recomendamos a nuestros alumnos.

No puedo dejar de recordar cuatro cosas más. El libro de Robert Graves “Yo, Claudio”, el de Rex Warner “El joven César”, a Margarita Yourcenar “Memorias de Adriano” y la serie de televisión que creo fue pasa aquí por Teleantillas, “Yo, César”.


Por último, si se puede decir, ahí te dejo esta perla: Lorenzo Valla, en su “Elegantiarum latinae libri sex”, Venecia, 1471. Dice: “Hemos perdido Roma, hemos perdido el poder, hemos perdido el dominio, no por culpa nuestra, si no por culpa de los tiempo, y no obstante nos queda, gracias a la lengua latina, un dominio espiritual más deslumbrante, y gracias a ella reinamos aún sobre la mayor parte del mundo. Italia está en nosotros, y también en Francia, España, Alemania, Ponania, Dalmacia, Ilia y otras numerosas naciones. Pues el Imperio romano sigue en pie por todas partes donde reina la lengua romana”, Cit. Por Fumarili, pág. 75-76.

*El autor es catedrático universitario.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Caracola agradece su disposición de contribuir con sus comentarios positivos, siempre basados en el respeto a los demás y en la ética de la comunicación popular.