25 de mayo de 2015

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO

Estimado Rolando (2 de 3)

Por Carlos Darío Sousa Sánchez*

Como tu libro está tan bien estructurado, dotado y bien escrito, no voy a seguirlo, y sí voy a seguir, con tu anuencia, con mi visión particular, que son en definitiva mis recuerdos. Me referí hace un rato a Lucho Gatica, y no dejo de pensar en la importancia en mi vida de la música popular italiana, o de sus películas que se mezclan y entrelazan, vienen o van como las olas que batieron a Vilma “sombra blanca y
misteriosa, una espina y una rosa en la arena de la playa”. O cómo el Bello Antonio, con Marcelo Mastroianni, no podía consumar el matrimonio con la bella Claudia Cardinale. O cómo gozábamos con las comedias de Victorio Gassman; o de ver a Doña Sofía Loren y su bien dotada figura, tanto como las de Virna Lisi, Rossana Podestá (que la vimos en Ulises, en el papel de Penélope, la tejedora de sueños, esposa de Odiseo. ¡Ulises volverá!). Laura Antonelli en las sexis comedias. No puedo, ni debo, olvidarme del neorrealismo, o de las películas del autor, de Pasolini, de Federico Fellini, Luchino Visconti, Rosseillini, De Sica, y otros muchos. De ralizadores como Dino de Laurentis, aunque no quiero hablar del bodrio que fue Kink-Kong. Por están vivitas y coleando La Strada, Roma Ciudad Abierta, El Ladrón de Bicicletas, Ocho y Medio, La Dolce Vita, Boccaccio 70, Dos Mujeres, y cientos de films que nos dejaron, unas veces sin aliento y otras sin sueño, desentrañando sus mensajes. Dejamos fuera las películas superproducciones de Hollywood y no los Spaghetti Western, donde hay verdaderos clásicos, lo que se llama la trilogía del dólar, producidos por Sergio Leone, con música de Ennio Morricone.

Y te digo, que no se si finalmente Silvana Pampanini se bañó en leche de burra, de acuerdo con Bruno Pimentel, en la “Semana Aniversario”.

Los años finales de los cincuenta, y casi los sesenta, en su totalidad están llenos de cantantes y de canciones italianas. Tendríamos acaso que empezar con Domenico Modugno y su “Volare” (o Nel blu dipinto di blu –Azual pintado de azul), 1958, Piove (o llueve, Chao chao bambina), 1959. Aunque a mí me gusta de él aquella que dice: “Las nubes pasan por el aire camino de la playa, parecen pañuelos blancos saludando a nuestro amor. ¡Dios como te amo!”, 1966. Y de buenas a primera nos cae Gigliola Cinquetti con “No tengo edad”, 1964. Y ya en el Madrid de ese año nos topamos con radio España, la primera emisora que sintonicé, donde radiaban “Ho capito che ti amo” (He sabido que te amaba), cantado por Wilma Goich.

Y a partir de ahí, tantas canciones y cantantes que llenan parte de la estadía. Tony Dallara (Come Prima), allá por el 1957, y aún seguía. Adriano Celentano (Serafino, Rezaré), 1968. Rita Pavone (L´amore mío), 1964. Jimmy Fontana (El mundo), 1965; Nicola di Bari (Mici Miei, Piangero), 1965; Patty Pravo (Qui e lá, se perdo te), 1967; (La bombola), 1968; Iva Zanicchi (Non pensare a me), 1967; Nico Fidenco (Se me perderai. Con te sulta spagliga –contigo en la playa-), 1965; Gino Paoli (con aquél inolvidable “Sapore Di Sale y Il cielo in una stanza”); Edoardo Vianello (Guarda como Dondolo), 1962; Albano (Lo de notte. L´oro del mondo), 1967.

Mi favorita Mina “la tigresa de Cremona”, cantando su inigualable “Ciudad solitaria” (Cittá vuota y Il cielo in una stanza –El cielo es una habitación. Que al oírla, por las cosas que dice en un país dominado por una moral religiosa cerrada, no fue censurada, simplemente prohibida su difusión); Claudio Villa (Una casa encima del mundo. No pienses en mi); Bobby Solo (Una lacrima sui viso), 1964; (Zingara), 1969; Sergio Endrigo (Come Stasera Mai. Dimmi La veritá), 1966; Peppino Di Capri (Roberta, Melancolía. St. Tropez Twist); Gianni Morandi (No soy digno de ti); Pino Donaggio (Yo que no vivo sin ti), 1965.

Ellos y ellas cantando canciones que provenían del festival de San Remo y de Eurovisión o traducidas de otros idiomas o simplemente cantándole al amor y al mundo. “Gira el mundo, gira en su espacio infinito, con amores que comienzan, con amores que terminan, con las penas y alegrías de la gente como yo. El mundo que no ha parado ni un momento, la noche viene y viene el día y ese día vendrá…”. “Il Mondo” de Jimmy Fontana, autor y cantante.

Aún no conocíamos los que fueron grandes en la Opera, oíamos hablar de Caruso, pero no voz y sí alguna historia de que podía romper una copa con “do” de pecho. Conocimos algo por la presentación de Mario Lanza, el estadounidense de padres italianos, que lo representó en la película “El Gran Caruso”, que nos pasaban en la “Tanda Vermut” en el Ercilia. Y luego vimos, otras veces más a Lanza, en “Las siete colinas de Roma”, donde cantó la emblemática y mil veces cantada “Arrivederci Roma”, o los compositores que le dieron una dimensión al “bel canto”, aunque veíamos a en el canal cuatro de La Voz Dominicana a Armando Recio cantando “Torna a Sorrento” y no sabíamos de que iban “La Caballería Rusticana”, y creo que “La Traviata”, que se anunciaban como un gran logro de los cantantes dominicanos, desde Tony Curiel y Sánchez Cestero a Violeta Stefan y muchos más del “elenco artístico del Palacio Radiotelevisor La Voz Dominicana”, puesta en escena en una “Semana Aniversario” en el canal referido. Por suerte, ahí no apareció ningún “Castrati”, símbolo de mantenimiento de un tipo de voz en los infantes.

Por supuesto, llegó unos cuantos años más tarde, Luciano Pavaroti y nos deslumbró con su canto, donde universaliza la Opera y la canción, llamémosla “seria-popular” italiana, empezando por su ícono “Nessun Dorma”, acto final de la ópera Turandot de Puccini. Cuando se juntaron “Tres Tenores”, Luciano Pavoroti, Plácido Domingo y José Carrera, cambiaron la música para siempre desde aquel memorable concierto, a raíz del mundial de futbol Italia 90 y el del 16 de julio de 1994, en el estadio de los Dodgers, en Los Ángeles. Hoy tenemos que unir a ese gran grupo al tenor invidente, el Toscano Andrea Bocelli, que sabe deleitarnos con su voz entonando, con una amplia discografía, boleros y canciones de diferentes géneros.


Por supuesto, eso es lo popular, que lo otro, lo serio, es una cosa más seria, y habíamos visto la película basada en la obra de Giuseppe Tomasi de Lampedusa “El gatopardo”, dirigida por Luchino Visconti, con Burt Lancaster, Claudia Carninale y Alain Delon, y que vinimos a conocer en profundidad su argumento cuando en la universidad el profesor de sociología, creo que Rodríguez, nos habló de que representaba el conservadurismo, con la frase “vamos a cambiar para todo sigue igual” (realmente es “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”).

*El autor es catedrático universitario.-

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