Por Rafael Nino Féliz
"Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas…". El autor de este bello e impresionante texto, nos dice, además, que las palabras son como restos de naufragio. Nos señala, por otro lado, que todo está en la palabra. Como bien sabemos, los lectores, el autor de este brevísimo fragmento, extraído del texto Las Palabras, es el poeta Pablo Neruda.
Aunque escribí en uno de mis artículos hace algún tiempo, una experiencia sobre un joven con problemas de salud mental, quien recorría las calles de Gazcue, a las cinco de la mañana, buscando algunos objetos de utilidad en los zafacones, ahora la retomo por el valor pedagógico y educativo de la presente entrega. Este joven realizaba una parada técnica al llegar a la casa de un extraordinario profesor universitario: Franklin Franco. Allí se detenía para conversar con el perro "Bonito", según él le llamaba.
El perro guardián de aquella casa, la que visité tantas
veces, esperaba a aquel sujeto cada mañana. Me permito narrar, brevemente, lo
ocurrido cuando tomé un día la decisión de acompañar a ese joven, un día en la
mañana, casi de madrugada, por el recorrido que él diariamente realizaba por
las calles del mencionado sector.
Necesitaba, ese día, practicar mi oficio permanente de hacer
sociología. Quería descubrir las causas reales que habían afectado mentalmente
a ese ser humano. Por lo que él me dijo de su padre, y por su relación con el
perro, parecería ser que era una persona de buenos sentimientos. No sé ahora
cual ha sido su paradero. Si es que lo tiene. Quizás se nos adelantó, como dice
Facundo Cabral.
Establecido el diálogo con aquel joven, inicié con la
pregunta ideal para romper el hielo, preguntándole de dónde era… Me respondió:
"soy de Italia… Pero mi madre es de un lugar que le llaman Santiago. ¡No
sé adónde queda eso! Mi papá es italiano… Cuando me le acercaba a mi padre, él
me daba mucho dinero, pero yo le decía que no quería dinero, que solo quería
estar con él…"
Este es uno de los hechos más conmovedores de mi vida. No hay
forma de escuchar esto, sin pensar en nuestros hijos… Aunque no estén caminando
por los mismos pasos. Y cuando trato de buscar las causas de la
"locura" de ese ser humano, siento en mi alma que a él le faltó la
palabra y le sobraron los panes… Le faltó el alimento principal para alcanzar
el éxito: el poder de las palabras. Tal como lo dijo el autor del breve texto
introductorio: las palabras son restos de naufragio.
Si queremos tener hijos exitosos, se hace necesario que,
desde su edad temprana, en el hogar medie la palabra en un diálogo franco,
donde el vocabulario del amor orientador se ponga a prueba, se sienta, impacte
e inspire. Se asuma. Es preciso y obligatorio alimentar a esa alma humana que
tiene a la inocencia y a la fantasía como compañeras de viaje para recorrer un
sendero lleno de amenazas terribles, enormes dificultades y grandes desafíos.
No solo para los niños, sino también para nosotros los adultos.
No sabemos en cuál lugar del alma se le alojó a ese joven, al
que nos referimos anteriormente, la ausencia de palabras, desde el eco vacío de
la voz de su progenitor. El Universo fue creado por las palabras; el poder de éstas, en determinadas circunstancias, nos hunden para siempre o nos salvan
para enfrentar la vida y alcanzar el éxito. Nos decía el profesor Abel
Fernández Mejía, en las aulas universitarias, que el hombre piensa con
palabras. La poesía nos ha enseñado que las cosas solo existen después de ser nombradas.
Si queremos tener hijos exitosos, debemos darles el
acompañamiento correcto y necesario antes, durante y después de la cuna. La
primera infancia es clave para la formación del carácter de los seres humanos.
Y esto es muy difícil lograrlo sin la integración familiar. Hagamos el esfuerzo
necesario para formar su carácter; sembremos en su alma el amor por el prójimo, especialmente por los humildes, por aquellos que no tienen pan. Formemos a
nuestros hijos en valores éticos y morales y en la importancia humanística de
la solidaridad. No dejemos que un extraño les hable primero de la
"maravilla" que los pervierte y destruye.
En este cambio de época, no en una época de cambios, en la
que vive la humanidad, es necesario que les hablemos a nuestros hijos de todos
los aspectos que impactan en sus vidas. Nunca pensemos que son muy pequeños
para entender las cosas complejas, pues ellos escuchan, en silencio, nuestras
conversaciones como padres… Y las entienden perfectamente. Aunque tú no lo
creas. Es urgente hablarles de la inteligencia artificial y de la capacidad
infinita de la creatividad humana. Hablemos con ellos del valor de la
disciplina, de las metas con objetivos claros y el correcto sentido de las
prioridades.
Pero nunca olvides decirles a tus hijos que el éxito no significa tener mucho dinero. Mahatma Gandhi y Nelson Mandela fueron seres exitosos.
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