19 de octubre de 2020

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO- Anatomía del Asco (2 de 2)

Por Carlos Darío Sousa S.*


En la primera parte hacía referencia sobre la división de los orificios en dos grupos según la función que desempeñen en el asco.

Los ojos suelen verse cómo nuestro órgano más valioso. Edipo, por ejemplo, elige cegarse, no castrarse, piensa que es lo más valioso que tiene para expiar sus errores.  Pero también los ojos pueden revelar lo que pensamos cuando no queremos que se sepa, es que son una ventana. Todo somos capaces de fingir una sonrisa con la boca, pero los ojos  se resisten a hacerlo. (Y más ahora con el uso de mascarillas)

El sentido de la vista aplicado a nuestra relación con los demás, puede suscitar asco de dos formas: no nos gusta lo que vemos cuando miramos a los demás y nos asusta pensar qué puedan ver los otros cuando nos miran.

Los oídos y la nariz son menos peligrosos que los ojos. Las orejas tiene un aspecto gracioso, unas más que otras, su belleza tiene un carácter negativo, puesto que consisten en no ser feas.   

La nariz está implicada en el sentido del olfato, por lo que ocupan un lugar esencial en el asco, especialmente en el que afecta al sexo y los excrementos.

La nariz produce asco debido, no a lo que pueda entrar en ella, sino a lo que pueda salir. Los mocos –quién tiene la canción sobre el moco- son contaminantes. Nuestros propios mocos no nos mancillan con tal que permanezcan en el interior; y, tal vez fuera, tenemos que deshacernos de ellos discretamente. Pero los mocos de los demás son desagradables, sobre todo cuando atraen nuestra atención porque se resopla o se sorbe o cuando alguien se sacude la nariz. No digamos cuando son como dos corbatas verdes que cuelgan llegando a la boca.

La mucosidad es una de esas sustancias que turban y asquean y, por ello, alimentan buena parte del humor y la imaginación en la infancia. Juan Crisóstomo escribía en el siglo IV: Si piensas detenidamente lo que se encuentra bajo esa piel que parece tan hermosa, lo que se esconde en la nariz….si pudieras ver esa flema que se esconde bajo su envoltura, te sentirías horrorizado. Los teólogos medievales la consideraban tan deleznable que, junto con el sudor, le aplicaban la teoría de sólo entró a formar parte de nosotros después de la expulsión del Paraíso.

La boca está al lado de la nariz y comparte con ella algunas funciones y rasgos. Ambas se utilizan para inspirar aire, para expulsar mucosidades de la cavidad nasal y ambas son necesarias, por medio del efecto combinado del olfato y el gusto, para elaborar el sabor.

No voy a entrar a analizar lo que dice Freud, pero ustedes pueden imaginar que arrastra hacia una posición inferíor la boca y la nariz, o elevar a una posición superior lo que hay “ahí abajo”, puesto que ocupa el punto final de la trayectoria recorrida por distintas tradiciones populares y cultas que encuentran homologías entre boca y ano, boca y vagina y nariz y pene. Las fábulas subidas de tonos en la literatura de la Edad Media y actual, encontramos contenidos de formas humorísticas vulgares. Léase “El Decamerón”, de Giovanni Boccacio, aunque supongo que algunos cuentos, unos 100, no les gustarán. O participar en las temibles batallas de pedos del Período Edo, en Japón. O comprobar las orgías de los griegos y los romanos.  

El ano constituye el final del tubo digestivo; la boca es el inicio, aunque algo nos recuerda que en ambos extremos de él, el sonido es horrible. Uno es la entrada y otro la salida. Alguien dice: “El ano es un agente democratizador en tanto punto final del proceso de reducción digestiva”: Homogeniza la comida. Y vamos a dejar el ano tranquilo y tranquilo vamos a dejar al Sr. Miller y las cosas que dice.

Los genitales, masculinos y femeninos, también son muy peligrosos  y vulnerables y producen sustancias enormemente contaminantes: la sangre menstrual y el semen. La orina, aunque también sea contaminante, no lo es tanto como las sustancias que poseen un claro carácter sexual.  

La literatura que se ocupa de las virtudes y los vicios, consideraba que la retención del semen –un autor la llama “baba asquerosa”- mandaba vapores nocivos al cerebro y el corazón –y feminizaba al hombre que lo retenía-, mientras que liberarlo conllevaba el riesgo de debilitarse y consumirse y que producía melancolía, o como dice otro autor, o producía la tristeza…..

Hay un capítulo titulado “Lo hermoso es asqueroso y lo asqueroso es hermoso”, y otro, que creo más interesante, “Guerreros, santos y delicadeza”, y parte de la siguiente pregunta: ¿Cómo pudo haberse configurado el asco en un mundo de pobreza indescriptible, elevada mortalidad y en el que proliferaban las enfermedades; donde era muy difícil conseguir privacidad, donde el amor, el sexo, la muerte y la defecación, casi siempre tenían lugar al alcance del oído o del olfato e, incluso, a la vista de los demás; un mundo en el que sólo los ricos se cambiaban de ropa -por supuesto las películas dicen todo lo contrario-, en el que lavarse algo más que las manos y la cara era raro; en el que los dientes se pudrían y se desconocían los desinfectantes?

El asco, desde el punto de vista histórico.

Las culturas heroicas son culturas de honor, caracterizadas por luchas clánicas y por una autoridad central débil o inexistente, de modo que cuando esas culturas terminan por adquirir los medios para poner las historias de sus hazañas, la tecnología de la escritura suele coincidir con los desarrollos políticos y culturales  que ponen punto final a esa luchas y al estilo heroico. La Ilíada o la canción de Roldan, y otras, circularon oralmente hasta que fueron transferidas a la escritura.

En esa época, las emociones claves de estas culturas son la vergüenza y la envidia. La vergüenza es la emoción del autocontrol y sustenta la ética de “dar la cara” y el coraje; la envidia sirve de motivación a la competitividad, que consiste en competir por un honor escaso.

Hagamos referencia a los defectos morales del asco, y particularmente creo que los militantes de los partidos políticos, o todos, debemos tomar nota.. El autor supone que el asco es el sentimiento moral que cumple la función de desaprobar los vicios de la hipocresía, la crueldad, la traición y la untuosidad en todas sus formas: Obsequiosidad, adulación y servilismo rastrero, servidumbre moral y otras cuestiones morales, como pueden ser quisquilloso, remilgado y zafio.

Hay un espacio especial como es el desprecio, primo hermano del asco, y el papel que desempeña en la producción y mantenimiento de la jerarquía social y el orden político. El asco y el desprecio tienen distintas ramificaciones políticas, y algo que resulta especialmente útil para comprender el papel que cumple el asco en el orden político, es compararlo con que desempeña el desprecio. Resulta que esta emoción era comparable a la democracia.

De hecho, en lugar de socavarla, colabora con ella haciendo que el mundo, tanto los de clase inferior como los de clase superior, pudieran acceder a una estrategia de indiferencia en el trato con los demás. De este modo, el desprecio garantizaba ese respeto básico mínimo hacia las personas, tan importante en la democracia, esa tolerancia que entraña la frase “vive y deja vivir”.

El desprecio y la humillación, el desprecio y la vergüenza corren parejos. Las acciones que realizamos y que  deberían avergonzarnos, las formas de presentación del yo que deberían humillarnos, si tenemos la suficiente capacidad para reconocer nuestras ineptitudes y defectos, son las acciones y estilos que generan y justifican el desprecio, incluso el asco, que puedan sentir los demás hacia nosotros. O invirtiendo los términos: el desprecio o el asco que sienten los demás hacia nosotros, hará que nos sintamos avergonzados o humillados.

Algunas culturas discriminan en función de los olores, es o era el caso del “foetor judaicus”, basado en los temores cristianos masculinos hacia ellos, la circuncisión y las mujeres.

El olor de los judíos tenía poco que ver con el proceso de civilización y sus umbrales más bajos de asco en cuestiones corporales. Los cristianos ya consideraban que los judíos olían antes de que ellos mismos usaran tenedores y pañuelos, antes de que se hubiera generalizado el concepto de buen y mal  gusto. Sin embargo, el progreso de la urbanidad y el gusto refinado ayudó a transformar el olor ordinario, pero soportable, del campesino, en el olor más peligroso del trabajador urbano que superaba con creces el hedor de los espacios urbanos atestados de gente

Fue la instauración de los principios democráticos lo que hizo que los malos modales y la vulgaridad no fueran fuente de humor, sino también de terror y amenaza para los que estaban por encima. Y entonces fue cuando la clase trabajadora empezó a oler seriamente, ya fuera a inmundicia o a colonia.

Desde una Barahona libre de contaminación

*El autor es catedrático universitario.-    

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