Por Rafael Hernández
El
maquillaje de los caudillos y líderes políticos dominicanos, viene desde lejos.
Santana el “cuco”, “el gran estratega militar”, fue creado por Tomás Bobadilla.
Ambos eran responsables de poner en vigencia el Plan Levasseur, firmado con el
Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe, porque nunca creyeron que la
formación social dominicana constituyese una Nación capaz de gobernarse y
sostenerse como República libre, soberana e independiente, y siempre creyeron
que debía ser tutelada por una potencia extranjera. No tenían fe en sí mismos y
mucho menos en el pueblo. De acuerdo al plan, Francia obtendría el derecho de nombrar
un gobernador general en la república cada diez años, además de usufructuar la
bahía de Samaná.
Juan Pablo Duarte, ideólogo de
la Independencia, junto a los trinitarios, creía que la parte Este contaba con
los medios necesarios para lograr su liberación y defenderla y así lo demostró
en cada intento de Haití de recuperar la posesión de este territorio. Por
eso enfrentó a los afrancesados, quienes hábilmente asumieron el control de la
Junta Central Gubernativa y desde ahí maniobraron para eliminar cualquier
influencia de los trinitarios para sentirse con sus manos libres y poner en
vigencia dicho Plan antinacional.
Si Santana era el gran
estratega militar ¿por qué abandonó a Duvergé en Azua en marzo de 1844? ¿Por
qué no le dio el apoyo solicitado para hacer cruzar la frontera a los haitianos
derrotados? Según José Gabriel García, estaba en combinación con el almirante
francés De Moges que cruzaba el mar Caribe con una flota francesa, y quería
demostrarle a este que los dominicanos carecíamos de capacidad para defendernos
de Haití, y lograr así que desembarcaran tropas francesas.
Santana había emplazado sus
tropas en el Cuartel general establecido en Sabana Buey (Baní) y lo que
hizo fue ordenar que Duvergé se reportara de inmediato a su cuartel,
abandonando Azua para que las fuerzas haitianas la ocuparan. Todo un plan
macabro.
Si por su posición antihaitiana, Santana era el cuco militar, más bien parecía un monstruo con los pies de
barro. ¿En cuántas batallas peleó? ¿Cuántas ganó? En 1849, Duvergé nuevamente derrotó
o desarticuló al ejército haitiano comandado por Faustino Soulouque en El
Número. Estos huyeron y en Las Carreras se encontraron con Santana, quien
se encargó de rematar a ese ejército en retirada y obligarlo a retirarse a su
país, que fue lo que le negó a Duvergé en 1844. Esa fue la cacareada Batalla
de Las Carreras, que le ganó el título de Marqués de Las Carreras, cuando
traicionó la patria anexándola a España.
Luego, cuando la Anexión fue
combatida con las armas, su fama de cuco hacía huir a los soldados
restauradores, por el temor, pues sabían que si eran capturados serían
fusilados sin piedad, como había hecho contra los generales Duvergé y los
Hnos. Puello, así como fusiló a Sánchez y a todo restaurador que cayese en sus
manos. Pero este cuco quedó varado en su cuartel general de Guanuma, de donde
salió para batallar en Arroyo Bermejo, con toda su fanfarria, para enfrentar a
un muchachito con grado de general llamado Gregorio Luperón, a quien creyó
derrotar, y dejó una avanzada al otro lado del arroyo que fue rápidamente
destrozada, retirándose a su cuartel, en Guanuma, donde ese muchachito Luperón
(había nacido en 1839) jamás lo dejó salir, hasta que tuvo que obedecer
concentrándose en Santo Domingo, convencido de que la causa restauradora no era
posible derrotarla.
Así
que murió el 14 de junio de 1864, con más penas que glorias. Pero siguió siendo
el símbolo del grupo antinacional que se enquistó en el poder con B. Báez, y
que salvo algunos momentos, ha permanecido en el poder en el país, para
desgracia de todo el conglomerado nacional. Así que lograron que sus restos fueran
llevados al Panteón Nacional, donde escupo cada vez que entro, por el asco que
me provoca. Esos antinacionales todavía siguen diciendo que fue la primera
espada de la República que él nunca quiso ni apoyó ¡Cuántas ironías las de
estos malditos!
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