Por Rafael Hernández
Me siento
feliz, por lo extensa e intensa que ha sido la
discusión sobre el artículo que publiqué acerca de lo que nos espera después
del COVID-19 (ver La Caracola d/f/22/04/2020) y lo que debía hacerse en la República Dominicana. Ha sido muy
positivo, porque nos da una idea clara de cómo están las personas en su fe y
sus esperanzas; en sus deseos de cambios y en la frustración de que hasta ahora
no parecen posible.
Me gustó la altura con que se desenvolvieron
los participantes y por primera vez no ha habido insultos, aunque algunas
opiniones irónicas y hasta diría sardónicas, se acercaban un poco. Pero eso es
normal y estamos impuestos a eso. Tanto me ha gustado que hice un
consolidado de todas esas opiniones, para seguir creando conciencia sobre algo
que muy pocos se han dado cuenta.
Y eso es lo que acabo de captar en todas las
reacciones a mi escrito. Pues la gente desconoce la magnitud del problema que
tenemos encima, en medio de un descuido mundial de los sistemas preventivos de
salud, que dentro del neoliberalismo había obviado prepararse pensando que cada
quien era que tenía que curarse o que los seguros privados de salud los
cubrirían. Quienes no tienen argumentos para entender y responder correctamente
a esta situación que planteo, me pueden llamar negativo, me dicen que dentro de
poco volveremos a nuestra vida habitual. Ay!!! qué pena me dan. Le
respondí a alguien, que con esto está pasando como con nuestros hijos, que
crecen en nuestras narices y no nos damos cuenta hasta un día, pero aun así los
seguimos viendo como nuestros pequeños. Y si le damos sentido metafórico a esa
realidad, con este virus, nos han dado un tablazo en la nuca que nos ha dejado
con ataraxia, nos ha congelado el alma de tal forma que nos quedamos
desorientados, sin entender que el sistema económico mundial ha colapsado, que
el sistema capitalista ha sido casi demolido. No nos damos cuenta que hay una
parálisis radical que ha derrumbado las principales bolsas de valores del
mundo, con caída de los precios de las acciones y que nadie se anima a
comprarlas.
No nos damos cuenta que el sistema
capitalista, nacido para funcionar 24 horas los 365 días del año, ha sufrido un
daño casi irreparable. Digo casi irreparable, porque ese sistema es rencoroso y
vengativo, nos echará a nosotros la culpa de todo, y como dicen ellos que del
cuero sale la correa, ellos se recuperarán a costa nuestra. Vienen las
rebajas de sueldos y aumento de las horas de trabajo. En eso se trabaja ya,
pero los precios de los productos ahora vendrán con una escalada alcista. Todos
los países verán descalabrarse su PIB, y por lo tanto, su Renta Nacional
sufrirá reveses calamitosos. Los pagos de las deudas serán morosos, veremos
quiebras sobre quiebras y muchos obreros vagando en vez de trabaja.
Esto que digo es solo la parte material del
caso. En la parte espiritual vendrá la quiebra de los valores y la imposición
de una nueva cultura. De un nuevo estilo de la gente pensar, sentir y actuar,
dentro de un sálvese quien pueda. Puro egoísmo e insensibilidad.
Entonces actuarán unas fuerzas invisibles que
se impondrán a como dé lugar, porque será la frase aquella del sabio inglés, de
que “solo los más fuertes sobrevivirán” y todos querremos ser ese MAS FUERTE.
De ahí que en los cambios que vienen no será cuestión de que el sistema no lo
aprobará, que nadie puede con esa mafia del poder, pues déjenme decirles que
nada de eso, esa gente buscará el modo de huir; estas fuerzas estarán
presionando de tal forma que se constituirán en una avalancha invencible.
Vendrán los cambios y reajustes, aunque muchos sigan soñando en sus saudades
con aquellos tiempos en que fuimos tan felices. Lo siento, pero entiendan que
ya nada será igual que antes. Cómo será? Eso dependerá de cada
circunstancia específica. Solo espero que despertemos y entendamos que el
mundo cambió. Cambió de ayer para hoy, y seguirá cambiando de hoy para mañana,
aunque no estemos entendiendo nada. Si entendemos o no, no importa, porque no
podremos enfrentar los cambios, sino ayudar a empujarlos. El Capitalismo no es
que va a morir, pero se transformará en algo cada vez más cruel, voraz e
inhumano.
Nos espera un proceso inflacionario de
magnitudes inimaginables, quizás similar a la estanflación que vivieron
Argentina, Perú, Bolivia y Venezuela, y mientras en dominicana estamos soñando
a tono con el que gobierna el Banco Central, todos los demás países están
haciendo sus reajustes económicos, para enfrentar la realidad que les
espera. Entonces, veamos si habrá realismo o utopía en lo que he
planteado. El futuro es de la juventud, pero de la juventud sana que aún
no es parte del clan político que nos gobierna ni del que actualmente
aspira. Todo se transformará y tendremos que ajustarnos.
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