9 de enero de 2017

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 9 de enero, 2017)

SOFISTAS: Protágoras, Gorgias y Sócrates (2 de 3)

Por Carlos Darío Sousa S.*

Imagen relacionadaInfluencia de los sofistas: Su influencia fue muy grande y en general provechosa. Se dejó sentir más en la cultura general de Grecia que en las ideas filosóficas: no se podría entender el canto a la civilización de Sófocles en Antígona, ni las grandes controversias entre monarquía y democracia en las tragedias de Eurípides, sin la influencia de la sofística. Sócrates mismo, encarnizado opositor, es, en muchos sentidos, por la naturaleza de sus intereses, un sofista. La diferencia
principal es que no cobra por enseñar y que busca lo permanente y eterno en la elusiva trama de las relaciones humanas. 

Johan Fischl, en su “Manual de historia de la filosofía” (Herder, España, 1997), dice que la importancia de los sofistas, se cifra en dos elementos:

Educadores populares: Ellos sacan la sabiduría de los cuartos de los eruditos y la llevan al pueblo. Se convierten en profesores, maestros y enciclopedistas de la formación griega. Son abogados deslumbrantes, cuyo orgullo está no sólo en que se absuelva al acusado, sino que se glorifique formalmente como bienhechor de la comunidad (hacer más fuerte la razón o causa más débil).

Revolucionarios: El nuevo ideal de formación, significaba en muchos aspectos una verdadera revolución. Primeramente, pasaron por completo de moda las antiguas cuestiones sobre la materia primera del mundo o sobre el ser y el cambio. En segundo lugar, el nuevo ideal trae consigo un nuevo método. Los sofistas enseñan a sueldo.

Así estaban las cosas filosóficas cuando apareció en la Atenas de Pericles la figura del hombre más sabio entre los atenienses, la figura del hombre que marcará un nuevo comienzo para La historia de la filosofía de Occidente.

Este punto de inflexión aconteció en una época agitada de la vida ateniense (guerra del Peloponeso, pérdida de la democracia, poder de los Treinta Tiranos) y en una ciudad en gran medida desmoralizada por el escepticismo y el agnosticismo de la retórica sofista.

Sócrates (470-399 a.C.) Su vida fue la de un permanente buscador de la verdad y la de un vigilante indagador de las costumbres y la moralidad, pero también la de un “tábano enviado por los dioses”.

Este hombre constituye la más alta cumbre de la filosofía clásica; de él, directa o indirectamente, se derivan todas las corrientes del pensamiento posterior.
Murió condenado por el pueblo de Atenas: Dijeron de él, en la antigüedad Diógenes Laercio, y en los tiempos modernos, Hegel, que es celebrado como maestro de moralidad, pero que deberíamos llamarle más inventor de la moralidad. Sócrates es ciertamente el inventor de la ética secular, libre de toda mítica. Es también el fundador más cabal del método crítico de indagación científica y filosófica.

Como quiera que Sócrates no dejo nada escrito, tanto cuanto sabemos de él, nos ha llegado a través de quienes lo conocieron –Jenofontes, Platón- o de quienes recogieron tradiciones, tales como Epicteto, Plotino y Séneca. Desde nuestro punto de vista, dice Salvador Giner (Historia del pensamiento social. Ariel) tres son sus aportaciones relevantes:

         1.- El postulado de que la virtud es conocimiento.
         2.-La invención de la definición.
3.-La incorporación de la epistemología al campo de la filosofía social.

1) Que la virtud sea conocimiento, además de que lo implique en la ética y vida emocional de las gentes, es algo de incalculables consecuencias en la ética y la filosofía política posteriores. Sin ir más lejos, La República, de su discípulo Platón, parte parcialmente de esa hipótesis: se construye un sistema político que ofrezca a sus miembros capacitados las condiciones necesarias para conocer el Bien supremo y, a los demás, alcanzar el grado de saber que su naturaleza les permitía; a este saber se llega mediante una vida justa y virtuosa, que depende a su vez de que el individuo se aplique en el estudio de la verdad. La virtud es conocimiento, porque es obediencia a la facultad de razonar, y en el orden social, por ende, debe ser racional para que en su seno medre la virtud.

2) Aristóteles dijo que una de las más grandes aportaciones de Sócrates había sido la definición y dijo bien. No sólo ya en el terreno de la política, sino también en el académico, no hay siempre unanimidad en cuanto a definiciones y significados. Piénsese, por ejemplo, en la palabra “democracia”, significa según quien la pronuncie. Sócrates exigía que los hombres se pusieran de acuerdo acerca del significado de las nociones que usaban y, en este sentido, su magisterio está tan vivo como cuando él lo ejerció.


3) La teoría social entraña también una teoría del conocimiento o epistemología. El método socrático de llegar a conocer, con seguridad es el dialogo. La verdad en el terreno de lo humano y de lo social no puede salir, según él, sino del diálogo. Este diálogo no era político o parlamentario, movido sólo por los intereses de los participantes, sino el filosófico, cuya única motivación es el amor desinteresado por la verdad.

*El autor es catedrático universitario.-

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