SOFISTAS: Protágoras, Gorgias y Sócrates (2 de 3)
Por Carlos Darío Sousa S.*
Influencia de los sofistas: Su
influencia fue muy grande y en general provechosa. Se dejó sentir más en la
cultura general de Grecia que en las ideas filosóficas: no se podría entender
el canto a la civilización de Sófocles en Antígona, ni las grandes controversias
entre monarquía y democracia en las tragedias de Eurípides, sin la influencia de
la sofística. Sócrates mismo, encarnizado opositor, es, en muchos sentidos, por
la naturaleza de sus intereses, un sofista. La diferencia
principal es que no
cobra por enseñar y que busca lo permanente y eterno en la elusiva trama de las
relaciones humanas.
Johan Fischl, en su
“Manual de historia de la filosofía” (Herder, España, 1997), dice que la
importancia de los sofistas, se cifra en dos elementos:
Educadores
populares: Ellos sacan la sabiduría de los cuartos de los eruditos y la
llevan al pueblo. Se convierten en profesores, maestros y enciclopedistas de la
formación griega. Son abogados deslumbrantes, cuyo orgullo está no sólo en que
se absuelva al acusado, sino que se glorifique formalmente como bienhechor de
la comunidad (hacer más fuerte la razón o causa más débil).
Revolucionarios:
El nuevo ideal de formación, significaba en muchos aspectos una verdadera
revolución. Primeramente, pasaron por completo de moda las antiguas cuestiones
sobre la materia primera del mundo o sobre el ser y el cambio. En segundo
lugar, el nuevo ideal trae consigo un nuevo método. Los sofistas enseñan a
sueldo.
Así estaban las cosas filosóficas cuando apareció en
la Atenas de Pericles la figura del hombre más sabio entre los atenienses, la
figura del hombre que marcará un nuevo comienzo para La historia de la
filosofía de Occidente.
Este punto de inflexión aconteció en una época
agitada de la vida ateniense (guerra del Peloponeso, pérdida de la democracia,
poder de los Treinta Tiranos) y en una ciudad en gran medida desmoralizada por
el escepticismo y el agnosticismo de la retórica sofista.
Sócrates (470-399 a.C.) Su vida fue la de
un permanente buscador de la verdad y la de un vigilante indagador de las
costumbres y la moralidad, pero también la de un “tábano enviado por los
dioses”.
Este hombre constituye la más alta cumbre de la
filosofía clásica; de él, directa o indirectamente, se derivan todas las
corrientes del pensamiento posterior.
Murió condenado por el pueblo de Atenas: Dijeron de
él, en la antigüedad Diógenes Laercio, y en los tiempos modernos, Hegel, que es
celebrado como maestro de moralidad, pero que deberíamos llamarle más inventor
de la moralidad. Sócrates es ciertamente el inventor de la ética secular, libre
de toda mítica. Es también el fundador más cabal del método crítico de
indagación científica y filosófica.
Como quiera que Sócrates no dejo nada escrito, tanto
cuanto sabemos de él, nos ha llegado a través de quienes lo conocieron
–Jenofontes, Platón- o de quienes recogieron tradiciones, tales como Epicteto,
Plotino y Séneca. Desde nuestro punto de vista, dice Salvador Giner (Historia
del pensamiento social. Ariel) tres son sus aportaciones relevantes:
1.-
El postulado de que la virtud es conocimiento.
2.-La
invención de la definición.
3.-La
incorporación de la epistemología al campo de la filosofía social.
1) Que la virtud sea conocimiento, además de que lo
implique en la ética y vida emocional de las gentes, es algo de incalculables
consecuencias en la ética y la filosofía política posteriores. Sin ir más lejos,
La República, de su discípulo Platón, parte parcialmente de esa hipótesis: se
construye un sistema político que ofrezca a sus miembros capacitados las
condiciones necesarias para conocer el Bien supremo y, a los demás, alcanzar el
grado de saber que su naturaleza les permitía; a este saber se llega mediante
una vida justa y virtuosa, que depende a su vez de que el individuo se aplique
en el estudio de la verdad. La virtud es conocimiento, porque es obediencia a la
facultad de razonar, y en el orden social, por ende, debe ser racional para que
en su seno medre la virtud.
2) Aristóteles dijo que una de las más grandes
aportaciones de Sócrates había sido la definición y dijo bien. No sólo ya en el
terreno de la política, sino también en el académico, no hay siempre unanimidad
en cuanto a definiciones y significados. Piénsese, por ejemplo, en la palabra
“democracia”, significa según quien la pronuncie. Sócrates exigía que los
hombres se pusieran de acuerdo acerca del significado de las nociones que
usaban y, en este sentido, su magisterio está tan vivo como cuando él lo
ejerció.
3) La teoría social entraña también una teoría del
conocimiento o epistemología. El método socrático de llegar a conocer, con
seguridad es el dialogo. La verdad en el terreno de lo humano y de lo social no
puede salir, según él, sino del diálogo. Este diálogo no era político o
parlamentario, movido sólo por los intereses de los participantes, sino el
filosófico, cuya única motivación es el amor desinteresado por la verdad.
*El autor es catedrático universitario.-
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