SOFISTAS: Protágoras. Gorgias. Sócrates (3 de 3)
Por Carlos Darío Sousa S.*
La Ética
en Sócrates: “Sócrates, cita Fischl, es el más poderoso fenómeno educativo en
la historia de occidente”. Su verdadera grandeza y significación para la
cultura occidental, radica en la nueva base sobre la que asentaba la ética.
a) La
virtud es saber: El que mejor obra en cada caso, es
el que tiene mejor inteligencia de la cosa.
b) Interiorización
del hombre: Hay un conocimiento que es el más
importante
de todos: el conocimiento de sí mismo. “Conócete a ti mismo”, he ahí la máxima
obligación moral.
c) ¿Moral
utilitaria? La virtud es ciencia o conocimiento del bien.
¿Y qué es el bien? Sócrates llama bueno lo útil.
La
Religión: En contrate con los sofistas extranjeros,
Sócrates mostraba un gran respeto a la polis
(ciudad-estado). De ahí que mantuviese la fe en sus dioses y les ofreciera
sencillamente sacrificios en los tiempos fijados. También interpretaba sueños y
oráculos como signos de Dios que debían seguirse. Rechazaba los mitos que
presentan a los dioses con rasgos humanos.
Evidentemente, tenía la idea del
Dios único, que ordenó el universo entero. Está persuadido de que sobre
nosotros impera un orden moral universal al que debemos confiar nuestro
destino.
Los socráticos
Sócrates no creó un sistema acabado, sino que solo
dio múltiples estímulos para nuevos sistemas. Así fue que tomaron su nombre
escuelas muy diversas.
a) Los cínicos:
Antístenes
de Atenas (445-365 a. C.), fue el fundador de esta
escuela, fue discípulo de Gorgias y Sócrates, y tomó opiniones de ambos. Los
puntos capitales de su doctrina son:
Autarquía:
Según Sócrates, la felicidad consiste sólo en los
bienes del alma, sin que los bienes exteriores contribuyan para nada a ella.
Repulsa
a la civilización y al Estado: cadenas de esclavos son
también la profesión y la familia, la religión y el estado. La civilización
entera nos impone obligaciones y cuidados que destruyen la felicidad. Estas
estructuras no proceden de la naturaleza sino de las convenciones humanas.
Vuelta
a la naturaleza!.Los cínicos obedecen sólo a la
naturaleza y desprecian todo lo que tiene su origen en las convenciones
humanas. Con manto mugriento, alforjas al hombro y apoyado en su bastón, marcha
Antístenes por el país, y protesta así, a gritos, contra los bienes de fortuna,
desprecia cuanto es caro a los hombres civilizados, incluso las más primigenias
formas de decencia.
Diógenes de
Sinope (412- 323 a. C.),
también llamado Diógenes el Cínico, fue el más popular de todos los
cínicos. Fue tan radicalmente cínico y despreciador de todas las formas de vida normal, que ya
sus contemporáneos le pusieron el apodo de “Sócrates loco”. Radicaliza el cinismo con cuatro
consecuencias:
1)
Comunidad de mujeres, pues el
matrimonio es sólo institución humana.
2)
Ciudadanía universal (de él viene
la palabra “cosmopolita”), pues por
naturaleza los hombres forman un todo.
3)
Ascesis cínica de tal rigor, que al
mismo Antístenes lo llama trompeta
que no oye su propio sonido.
4)
Desvergüenza cínica en la ejecución
sin reparo de las necesidades
humanas con toda publicidad.
Crates de
Tebas (368-288 a. C.), discípulo de Diógenes de Sinope,
tomo en serio la filosofía cínica. Fue uno de los hombre más ricos de su ciudad
a la que donó su fortuna y adoptó junto, con sus esposa Hiparquía, la vida de
mendigo sólo por la virtud, en la que consiste la felicidad. Fue maestro de
Zenón de Citio, fundador de la escuela estoica.
b) Los cirenaicos:
Aristipo de
Cirene (435-355 a.C.). Fundador de esta escuela, ve la
felicidad no en la virtud, sino en el placer (hedoné). Por naturaleza,
todo hombre tiene derecho al placer, sólo las “convenciones humanas” le quieren discutir este derecho. La religión trata de amargar al hombre el placer,
amenazándole por él con castigos eternos.
*El autor es catedrático universitario.-
Bibliografía
1.-Fernando Vallespín
(ed.) Historia de la Teoría Política I y II. Alianza Editorial. Madrid,
2002
2.-José Luís Cañas y
Juana Sánchez-Grey Op. Cit.
3.-Fco. Ant.
Avelino. Op. Cit.
4.-Rafael Arrillaga Torrens. Op. Cit.
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