SOFISTAS: Protágoras. Gorgias. Sócrates (1 de 3)
Por Carlos Darío Sousa S.*
Con los sofistas y con Sócrates, entramos en una
nueva etapa del pensamiento universal que se conoce como “primer humanismo”,
también llamada modernamente “primera ilustración” y “época de transición”. En
definitiva, la primera etapa humanista en la historia de la filosofía, un
período que coincide con el siglo de Pericles (s. V a. C.) o siglo del
esplendor de Atenas, ciudad considerada entonces el centro del mundo.
Aristóteles en su “Lógica” también carga contra ellos.
Los sofistas enseñaban mayormente historia, política
y el arte de la oratoria. Llenaban un vacío en la vida griega. Los hubo buenos
y los hubo malos, pero en general tuvieron acogida favorable porque eran
necesarios. En una sociedad en pleno auge, alguien tenía que dedicarse a enseñar
a la juventud, ávida de triunfar en la vida cívica. Algunos sofistas le daban
más énfasis a uno u otro asunto. Los hubo retóricos, enseñando el arte de
debatir en las asambleas públicas; otros, más versados en filosofía, intentaban
darle a sus enseñanzas un tono más elevado. Pero en general sus métodos fueron
prácticos, encaminados a asegurar el éxito mundano y no la virtud de la vida
contemplativa. Fácilmente argüían cualquier aspecto de un asunto, y, por tanto,
practicaban el oportunismo que Platón tanto les censura.
Podemos calificar a esta etapa de “humanista”, porque el interés de estos
primeros filósofos sofistas se va a desplazar desde la physis y el cosmos a la polis (ciudad-estado), es decir, a los
problemas de los seres humanos conectados con su realidad concreta de
ciudadanos.
Los dos sofistas más importantes de aquella Atenas y
de aquella época tan original, fueron Protágoras y Gorgias.
De Protágoras de Abdera se sabe que fue
discípulo de Demócrito. Platón le llamó “padre
de la sofistica” y su idea más celebre la sintetizó en la frase “el
hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las
que no son en cuanto no son”. Pero entender al hombre así (homo
mensura), conlleva sobre todo a un posicionamiento relativista respecto de lo
que puede o no puede conocer: las cosas no tienen consistencia en sí mismas, es
el hombre quien otorga el ser (o no ser).
Este relativismo
cognoscitivo, en adelante adoptará una de
estas dos posibles vías: bien tomará el camino del subjetivismo (cada individuo singular es la medida de
las cosas) o bien el del idealismo
(la totalidad de la especie “hombre” es la medida), pero ambas vías siempre
tendrán como fondo el escepticismo.
De Gorgias de Leontinos (485-380 a.C.), sabemos que fue un hombre muy elocuente y longevo. Llevó a tal extremo el
relativismo sofista que concluyó que el ser humano no puede saber nada, por
donde podemos llamarle “padre del nihilismo”. El encadenamiento de sus tres
tesis principales es tan sencillo como corrosivo para la inteligencia:
·
1.- nada existe
·
2.- si algo existiera sería
incognoscible (no podía ser conocido por el hombre)
·
3.- si fuese cognoscible sería
incomunicable.
El relativismo de Protágoras pasa a ser en Gorgias, escepticismo,
sosteniendo tesis nihilistas (del lat. Nihil, nada), tesis que sostiene la
ausencia de convicciones verdaderas, así como de los valores. En el caso de
Gorgias, se niega la existencia de nada permanente en lo real, al declarar
falsas todas las opiniones.
Este escepticismo negaba, a los ojos de Platón, la
posibilidad del conocimiento, de ahí que acuse a los sofistas de fomentar el
relativismo en la conducta y el escepticismo en el saber, dos males que minan
la vida en sociedad y conducen a la anarquía y el descreimiento.
*El autor es catedrático universitario.-
*El autor es catedrático universitario.-
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