Otra vez la Noche (Ángel Atila Hernández Acosta) -2 de 2-
Por Carlos Darío Sousa S.*

He de decir, al amparo de ese estudio, que Quinito se sentía poeta, y quiero por eso
decir lo siguiente, cuando el que es y se siente poeta cuando escribe en
otras vertientes, y si es buen poeta pues más todavía, los otros escritos suben
en calidad,
se subliminan, quizá por eso mi entusiasmo al leer tanto sus
cuentos como su novela “Carnavá”, me pasa lo mismo que con Pedro Mir y su obra
histórica “El Gran Incendio”, cuando describe la lectura de jóvenes sentadas en
sus mecedoras en balcones y aceras de sus casas de Puerto Plata, y las brisas del océano, se
entretenían pasando las hojas del libro que estaban leyendo, cuando ellas
perdían sus miradas en la lejanía , diciendo que los Grandes Océanos tienen
esas veleidades. Y este escrito, de Quinito, que parece sacado del
romanticismo, es decir con conciencia totalizadora: “Aspiró hondo, y ya no tuvo
dudas de que el feliz perfume no era exclusivo envío de azucenas, gladiolos y
lilas, sino también venía el aliento de los lirios, las hortensias y las
amapolas que se mecían suavemente cuando un aire luminoso besaba como novio la
frescura de sus pétalos”.
Pasemos ahora, y voy a ser breve,
como no se merece el autor, a realizar un recorrido sobre su obra Otra Vez la Noche:
Análisis y comentarios de los textos
1.- “Los aldeanos vienen cantando”
Sin fecha de escritura. Ocupa poco más
de una página.
Historia sobre la tala de árboles y
el contexto social que representa en nuestra sociedad y el suicidio que
representa la práctica, “y desde entonces los aldeanos vienen cantando con
las venas cortadas para que no falte una
rosa en el mundo”
2.- “¡Dígame usted!"
Sin fecha de escritura. Tiene más de
seis páginas.
Drama de la pobreza, de la salud,
del abuso de poder del desamparo, de la injusticia, de la realidad de un
sistema hecho para los que tienen posibilidades, y no para el que no tiene la
puerca bolanchina, ni la caoba centenaria en el patio, que ambas son sus
alcancías y sus cuentas de ahorro; del que su futuro es simplemente una
circunstancia dependiente de la virgencita que vela las esperanzas, y en el
que, por aquél entonces, el amor paterno es un amor sin límites.
3.- “Cuando las sombras lloran”
Sin fecha de escritura. Poco más de
siete páginas.
Particularmente me gustó mucho.
Lucha del bien y del mal, del juicio final, del avaro, de esa enfermedad
terrible que es acumular riquezas para llevársela a ningún sitio, “porque su vida, la de Amable del Oro, fue retrato
develado en los espejos. Sólo el dinero tuvo para él algún sentido. Todo lo
demás: vergüenza, respeto. Generosidad...era puro disparate”. Y esta revelación
contundente, apocalíptica: “La amistad fue un ardid que inventaron los hombres
para que el hombre pudiera matar al hombre, y las religiones una comedia
solemnizada para darle al ignorante porciones de esperanzas a cambio de su
dinero”
4.- “Otra vez la noche”
Sin fecha de escritura. Dividido en
10 capítulos con un total de 50 páginas.
Le da título a la obra, cuyos demás
contenidos ya hemos referido.
Es la historia de Flora Brígida
Milpasos del Río. Pero es más que nada una tragedia con rictus políticos, donde
las aspiraciones están centradas en esa lucha que hemos tenido la oportunidad
de soslayar en párrafos anteriores. Es también la lucha permanente por
reivindicar los ideales, traicionados de siempre por los que llegan al Poder,
donde se utiliza el amor también para traicionar y cuando ambas traiciones se
juntan, el acto es más doloroso, ese dúo terrible entre Eros y Poder nunca
presagian nada bueno, sólo Tánatos se vislumbra al final del camino, por eso Flora Brígida Milpasos del Río vuelve
a ser sólo Brígida Milpasos, por eso la manigua, los llanos, los montes y
quebradas, el bosque frio y el cálido de candelón y guazábara se tornan
nuevamente en senderos de libertad y de amor, porque esa brigada encandilada,
esa mujer con falda y pantalón que monta a lo macho y tira como una experta,
que conoce la sicología del varón, los encandila y arrastra a su lucha, a sus
ideales. Iniciando nuevamente el devenir, ese ciclo, esa centrífuga de lucha
que es la etapa oscura de nuestros
caudillos.
El mar es un telón de fondo en la
obra. Los que hemos nacido y criado cerca del mar, caminado sus orillas,
distinguiendo en el horizonte las brisas, esperando el barco o la simple yola,
sabemos de lo imprescindible que es para nuestras vidas y como lo es para la
historia del país, “el brazo de mar que no muy lejos al sur se place
amamantando tiburones”. Por cierto, la poetisa boricua Mayra Santos Flores,
acaba de publicar un libro titulado “BOAT PEOPLE”, conteniendo poemas dedicados
exclusivamente a la tragedia de la yola, que navega en esa selva de agua en la
que yacen miles de cadáveres, devorados por tiburones y en el fondo del mar
pasto entonces de moluscos. Pero nuestro mar es desde siempre medio y objetivo
que nos libera del estrecho marco terrestre, de la estrecha ínsula barataria propiedad del poderoso, siempre el Estado y
el que gobierna.
Diríamos el mar nos hace libres a pesar de las limitaciones y
nos permite soñar y poner nuestros pensamientos más allá del horizonte de los
ismos.
Hay una poesía de Rafael Arráiz
Lucca, venezolano, que dice “Huir, huir, / Estas tierras sólo provocan el
exilio”. Y hemos vivido tantas veces los
motivos que son parte, lamentablemente, de nuestras vidas, es decir de nuestra
historia y en parte de nuestro futuro, aunque como dice Allen Tate de Fulkner:
“El pasado no ha muerto, ni siquiera ha pasado”.
Mi muy querido profesor José Luis
Sanpedro, en su libro “La Sonrisa Etrusca”, habla de Crista, y no dejo de pensar
en Brígida Milpasos, esta mujer Quijote, esta mujer Cid, con sus doce
seguidores, como apóstoles, y ella como libertadora, iniciando el difícil camino de la liberación,
o el camino hacia una estrella.
*El autor es catedrático universitario.-
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