13 de noviembre de 2014

Pensiones, Desesperanzas y Muertes

Por Alejandro Santana
Nada describe  mejor el drama de locutores y periodistas, que la obra del laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez: "El Coronel no tiene quien le escriba".
Es lo que más se acerca a la realidad que vivimos los que el pasado 5 de abril, día del periodista, y 18 del mismo mes, día del locutor, fuimos sometidos por nuestros gremios al poder Ejecutivo con la esperanza de que se nos pensione.
Solicitudes que se hicieron por enfermedades, vejez y otras
condiciones, causadas por el ajetreo del ejercicio de profesiones que nos mantienen en tensiones, que a su vez generan varias enfermedades.
Los sometidos padecemos una o dos de esas enfermedades, presión arterial, dolores agudos de espaldas, colesterol, diabetes y cáncer en las cuerdas vocales.
A raíz de ese sometimiento, éramos un número que ha venido reduciéndose porque ya varios de esos profesionales sometidos han muerto.
Otros están recluidos en centros hospitalarios del Estado, donde van a parar los indigentes de este país, sin importar el rol que durante su vida jugaran a favor de la sociedad o del mismo Estado.
La pregunta obligada es dónde están los empleadores de esos profesionales de la pluma y el micrófono, como respuesta, tendríamos que decir que sí tuvimos empleadores, hasta cuando tuvimos en condiciones de ofrecer el servicio, luego fuimos a la calle.
Los sometidos a pensiones por edad y enfermedades, aunque fuimos empleados de dueños de medios, el mayor servicio lo hicimos a la patria.
Sí, a la patria. Surgimos cuando se necesitaron voces y plumas para luchar  por las libertades. Cuando se necesitó de nuestros servicios dimos con valentía un paso adelante, sin preguntar qué se nos aseguraba.
Servimos con entusiasmo y amor, desafiábamos la represión de entonces, denunciando al mundo las atrocidades de las dictaduras.
Muchas veces tuvimos que ejercer desde la clandestinidad, denunciando los crímenes, las vejaciones a que el pueblo era sometido constantemente.
Hoy personas que no estuvieron ahí y que si a lo mejor hubieran estado, seria al servicio de los opresores, esos han recibido las glorias, son protegidos por el Estado con pensiones onerosas que disfrutan con oprobio y burla frente a los que hoy mueren en las salas de los hospitales.
O en los mostradores de cualquier farmacia, calculando como multiplicar los chelitos para comprar parte de los medicamentos  para poder seguir mal viviendo.
Ya el número sometido se ha ido reduciendo, desde abril a esta parte son  varios los muertos y son muchos los que están o han estado hospitalizados, esperando como el coronel de Gabriel García Márquez.
Son muchos aún los que viven en la desesperanza, esperando que se les pensione, porque  contrario a mi, desconocen que nuestro presidente ha entendido que las pensiones que se otorgaron antes, fueron un festín y un acto deshonesto.
Me enteré que desde las instancias del poder eso no se contempla, que nuestro presidente tiene muy mal concepto del otorgamiento de pensiones para pobres periodistas y locutores.
Y aunque él no se lo ha dicho a los gremios, ya muchos sabemos que algunos de sus funcionarios lo han dejado saber a amigos o colegas periodistas que no disfrutan de las mieles del poder.
Lo que nos diferenciará del Coronel de Gabriel García Márquez, es que no iremos cada miércoles al puerto a esperar la llegada del correo.
Nos dedicaremos a seguir viendo transcurrir los meses, desde abril a noviembre, y desde ahí hasta que concluya el periodo de nuestro presidente.
Felix Valoy, locutor barahonero, enfermo de diabetes, con una extremidad amputada, con el dedo mayor del otro pie amputado, no lo sabe, a él nadie le ha dicho que las esperanzas se murieron, que seguirán muriendo para cada uno de los sometidos.
Cómo hago para lograr que lo entienda , que otros lo entiendan y nos unifiquemos para producir un documento donde demos las gracias a nuestro presidente y renunciemos a ese favor que desde el Estado se visualiza y se entiende que no hay obligación desde esa instancia.
Demos las gracias y decidamos esperar la muerte con resignación, pero con honor y dignidad y conservemos los dineritos que consigamos para comprar alimentos y medicamentos y regalemos los animales que algunos tengamos, para no gastar también en ellos.


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