Yo El Supremo (1 de 2)
Por Carlos Darío Sousa S.*
Reunidos
en Londres, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, hablaban de la posibilidad de
una galería imaginaria de retratos y de ahí surge la genial idea de encarnar a
los dictadores latinoamericanos.
La lista
de dictadores es demasiado extensa para referirla totalmente. Lo cierto es que
desde México hasta Argentina, la plaga, y pichones, de dictadores, han
implantado un poder despótico y tiránico,
alguna vez ilustrado, por años y han bañado de sangre y latrocinio nuestras
tierras. Carlos Fuentes, como la literatura universal, nos da una amplia lista
de esos tiranos y sus actuaciones.
Fuentes
y Vargas invitaron a una docena de autores a responder a las preguntas ¿Cómo
competir con la historia? ¿Cómo inventar personajes más poderosos, más locos o
más imaginativos, que los que han aparecido en nuestra historia? Los invitados
deberían escribir una novela breve sobre su tirano nacional favorito. Se
editaría un libro colectivo que debería llamarse “Los padres de las patrias”.
En el
proyecto encontramos nombres ilustres, además de Vargas Llosa y Fuentes, a
Cortázar, Otero Silva, García Márquez, Carpentier, Donoso, Edward y Juan Bosch.
Al fracasar el proyecto, tres escritores decidieron seguir adelante y concluir
sus propias novelas: Carpentier “El recurso del método”, García Márquez “El
otoño del patriarca” y Roa Bastos “Yo el Supremo”. Carlos Fuentes, en su
“Geografía de la novela” – Alfaguara, 1993-,
nos brinda un gran estudio sobre el tema.
Permítaseme
añadir al gallego Ramón María del Valle Inclán (el de los Esperpentos), que
publica por allá en 1926 “Tirano Banderas”, (Novela de tierra caliente) que
aunque no se refiere a un dictador concreto, es una referencia a los rasgos de
la realidad que vive Sudamérica. Santos Banderas es un dictador sudamericano que tiraniza una región ficticia
de modo despótico y cruel y que se mantiene en el poder por el terror y la
opresión a la que somete a su nación.
Tenemos a Francisco Herrera Luque “En la
casa del pez que escupe el agua”.
Arturo Uslar Pietri con “Oficio de Difuntos”.
El Nobel de literatura de 1967 Miguel Ángel Asturias y su “El señor Presidente”.
Alejo Carpentier en “El recurso del método” y el también Nobel, García Márquez
en “El Otoño del Patriarca”. No dejo fuera el fenómeno del Caudillo y del
caudillismo, tan ligados al autoritarismo y a las dictaduras. Puedo destacar la
obra de Herrera Luque “Boves el Urogallo”. Hay obras que si bien es cierto no
tratan a dictadores latinoamericanos, representan una visión del absolutismo,
me refiero a “Rebelión en la Granja” y “1984” de George Orwell, y “Golpe de
Estado permanente” de François Mitterrand, que trata sobre la obsesión, y los
mecanismos legales de Charles De Gaulle
de permanecer en el poder.
Por
supuesto, no voy a entrar en la teoría marxista de “Dictadura del
Proletariado”, que Stalin cambiaría después por “Democracias Populares”, ni las
practica fascista y nacionalsocialista para permanecer en el poder con un líder
eterno.
Retornemos
a “Yo el Supremo”.
La
novela se inicia con la lectura, por su Excelencia, de un panfleto clavado en
la puerta de la catedral.
Yo el supremo Dictador de la República
Ordeno que al acaecer mi muerte
mi cadáver sea decapitado;
La cabeza puesta en una pica por
tres días en la Plaza de la República;
Donde se convocará al pueblo al
son de las campanas echadas al vuelo.
Todos mis servidores civiles y
militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de
extramuros sin cruz y menos sin sus nombres.
Al término de dicho plazo,
mando que mis restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río….
Una
partida de granaderos lo descubrió esta madrugada y los retiró llevándolo a la
comandancia. Felizmente nadie alcanzó a leerlo.
De ahí
en adelante, más que un diálogo entre El Supremo y Patiño, su ayudante, se produce una serie de
señalamientos, análisis y críticas hacia los opositores que forman un bloque
justificativo, como suele ocurrir, de la tiranía.
“Hum. Ah.
Oraciones fúnebres, panfletos condenándome a la hoguera. Bah. Ahora se atreven
a parodiar mis Decretos Supremos”
“¿Sabes tú que es
la memoria? Estómago del alma, dijo erróneamente alguien. Aunque en el nombrar
las cosas nunca hay primero. No hay más que infinidad de repetidores. Sólo se
inventan nuevos errores. Memoria de uno solo no sirve para nada”
“Estómago del
alma. ¡Vaya fineza! ¿Qué alma han de tener estos desalmados calumniadores?
Estómagos cuádruples (de) rumiantes. ..Es ahí donde fermenta la perfidia de
esos...incurables pícaros... ¿De qué memoria no han de necesitar para acordarse
de tanta patrañas como han forjado con el único fin de difamarme, de calumniar
al Gobierno?... Memoria repetitiva. Desfigurativa. Mancillativa. Profetizaron
convertir a este país en la nueva Atenas. Aerópago de las ciencias, las letras,
las artes…”
“Con los mismos
órganos los hombres hablan y los animales no hablan. ¿Te parece esto razonable?
No es, pues, el lenguaje hablado el que diferencia al hombre del animal, sino
la posibilidad de fabricarse un lenguaje a la medida de sus necesidades”
“Casi todos
ustedes son veteranos servidores. La mayoría, sin embargo, no ha tenido tiempo
de instruirse a fondo sobre…..cuestiones de nuestra historia, atados a las
tareas del servicio. Los he preferido leales funcionarios, que no hombres
cultos. Capaces de obrar lo que mando”.
“Escribes.
Escribir es despegar la palabra de uno mismo. Cargar esa palabra que se va
despegando de uno con todo lo de uno hasta ser lo de otro. Lo totalmente ajeno.
Acabas de escribir soñoliento YO EL SUPREMO.
¡Señor…usted maneja mi mano! Te
ordeno que no pienses en nada, nada, olvida tu memoria. Escribir no significa
convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra, sea real. Lo irreal
sólo está en el mal uso de la palabra, en el mal uso de la escritura…”
“Del mismo modo,
el Poder Absoluto está hecho de pequeños poderes. Puedo hacer por medio de
otros lo que esos otros no pueden hacer por sí mismos. Puedo decir a otros lo
no puedo decirme a mí. Los demás son lentes a través de los cuales leemos en
nuestras propias mentes. El Supremo es aquel que los es por su propia
naturaleza. Nunca nos recuerda a otros salvo a la imagen del Estado, de la
Nación, del Pueblo, de la Patria”.
*El autor es catedrático universitario.-
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