13 de febrero de 2017

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 13 de febrero, 2017)

Yo El Supremo (1 de 2)

Por Carlos Darío Sousa S.*

Resultado de imagen para yo el supremoReunidos en Londres, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, hablaban de la posibilidad de una galería imaginaria de retratos y de ahí surge la genial idea de encarnar a los dictadores latinoamericanos.

La lista de dictadores es demasiado extensa para referirla totalmente. Lo cierto es que desde México hasta Argentina, la plaga, y pichones, de dictadores, han implantado un  poder despótico y tiránico, alguna vez ilustrado, por años y han bañado de sangre y latrocinio nuestras tierras. Carlos Fuentes, como la literatura universal, nos da una amplia lista de esos tiranos y sus actuaciones.

A los dominicanos nos toca una parte de esa historia, desde Pedro Santana hasta Trujillo y un poco más, y yo con la esperanza que no se repitan esas experiencias, y que no encontremos en el camino las voluntariosas ganas de  permanecer en el Poder más allá, esos pichones, -que luego se convierten en aves rapaces-, de las prácticas del juego democrático.

Fuentes y Vargas invitaron a una docena de autores a responder a las preguntas ¿Cómo competir con la historia? ¿Cómo inventar personajes más poderosos, más locos o más imaginativos, que los que han aparecido en nuestra historia? Los invitados deberían escribir una novela breve sobre su tirano nacional favorito. Se editaría un libro colectivo que debería llamarse “Los padres de las patrias”.

En el proyecto encontramos nombres ilustres, además de Vargas Llosa y Fuentes, a Cortázar, Otero Silva, García Márquez, Carpentier, Donoso, Edward y Juan Bosch. Al fracasar el proyecto, tres escritores decidieron seguir adelante y concluir sus propias novelas: Carpentier “El recurso del método”, García Márquez “El otoño del patriarca” y Roa Bastos “Yo el Supremo”. Carlos Fuentes, en su “Geografía de la novela” – Alfaguara, 1993-,  nos brinda un gran estudio sobre el tema.

Permítaseme añadir al gallego Ramón María del Valle Inclán (el de los Esperpentos), que publica por allá en 1926 “Tirano Banderas”, (Novela de tierra caliente) que aunque no se refiere a un dictador concreto, es una referencia a los rasgos de la realidad que vive Sudamérica. Santos Banderas es un dictador  sudamericano que tiraniza una región ficticia de modo despótico y cruel y que se mantiene en el poder por el terror y la opresión a la que somete a su nación. 
Tenemos a Francisco Herrera Luque “En la casa del pez que escupe el agua”. 
Arturo Uslar Pietri con “Oficio de Difuntos”. El Nobel de literatura de 1967 Miguel Ángel Asturias y su “El señor Presidente”. Alejo Carpentier en “El recurso del método” y el también Nobel, García Márquez en “El Otoño del Patriarca”. No dejo fuera el fenómeno del Caudillo y del caudillismo, tan ligados al autoritarismo y a las dictaduras. Puedo destacar la obra de Herrera Luque “Boves el Urogallo”. Hay obras que si bien es cierto no tratan a dictadores latinoamericanos, representan una visión del absolutismo, me refiero a “Rebelión en la Granja” y “1984” de George Orwell, y “Golpe de Estado permanente” de François Mitterrand, que trata sobre la obsesión, y los mecanismos legales de  Charles De Gaulle de permanecer en el poder.

Por supuesto, no voy a entrar en la teoría marxista de “Dictadura del Proletariado”, que Stalin cambiaría después por “Democracias Populares”, ni las practica fascista y nacionalsocialista para permanecer en el poder con un líder eterno.

Retornemos a “Yo el Supremo”.
La novela se inicia con la lectura, por su Excelencia, de un panfleto clavado en la puerta de la catedral.

                                               Yo el supremo Dictador de la República
Ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver sea decapitado;
La cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República;
Donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo.
Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz y menos sin sus nombres.
Al término de dicho plazo, mando que mis restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río….

Una partida de granaderos lo descubrió esta madrugada y los retiró llevándolo a la comandancia. Felizmente nadie alcanzó a leerlo.

De ahí en adelante, más que un diálogo entre El Supremo y Patiño,  su ayudante, se produce una serie de señalamientos, análisis y críticas hacia los opositores que forman un bloque justificativo, como suele ocurrir, de la tiranía.

“Hum. Ah. Oraciones fúnebres, panfletos condenándome a la hoguera. Bah. Ahora se atreven a parodiar mis Decretos Supremos”

“¿Sabes tú que es la memoria? Estómago del alma, dijo erróneamente alguien. Aunque en el nombrar las cosas nunca hay primero. No hay más que infinidad de repetidores. Sólo se inventan nuevos errores. Memoria de uno solo no sirve para nada”

“Estómago del alma. ¡Vaya fineza! ¿Qué alma han de tener estos desalmados calumniadores? Estómagos cuádruples (de) rumiantes. ..Es ahí donde fermenta la perfidia de esos...incurables pícaros... ¿De qué memoria no han de necesitar para acordarse de tanta patrañas como han forjado con el único fin de difamarme, de calumniar al Gobierno?... Memoria repetitiva. Desfigurativa. Mancillativa. Profetizaron convertir a este país en la nueva Atenas. Aerópago de las ciencias, las letras, las artes…”

“Con los mismos órganos los hombres hablan y los animales no hablan. ¿Te parece esto razonable? No es, pues, el lenguaje hablado el que diferencia al hombre del animal, sino la posibilidad de fabricarse un lenguaje a la medida de sus necesidades”

“Casi todos ustedes son veteranos servidores. La mayoría, sin embargo, no ha tenido tiempo de instruirse a fondo sobre…..cuestiones de nuestra historia, atados a las tareas del servicio. Los he preferido leales funcionarios, que no hombres cultos. Capaces de obrar lo que mando”.

“Escribes. Escribir es despegar la palabra de uno mismo. Cargar esa palabra que se va despegando de uno con todo lo de uno hasta ser lo de otro. Lo totalmente ajeno. Acabas de escribir soñoliento YO EL SUPREMO. 
¡Señor…usted maneja mi mano! Te ordeno que no pienses en nada, nada, olvida tu memoria. Escribir no significa convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra, sea real. Lo irreal sólo está en el mal uso de la palabra, en el mal uso de la escritura…”


“Del mismo modo, el Poder Absoluto está hecho de pequeños poderes. Puedo hacer por medio de otros lo que esos otros no pueden hacer por sí mismos. Puedo decir a otros lo no puedo decirme a mí. Los demás son lentes a través de los cuales leemos en nuestras propias mentes. El Supremo es aquel que los es por su propia naturaleza. Nunca nos recuerda a otros salvo a la imagen del Estado, de la Nación, del Pueblo, de la Patria”.

*El autor es catedrático universitario.-

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