Carta a José de Rosamantes (II)
Por Carlos Darío Sousa S.*
Barahona, 8 de agosto, 2016.-
Sr. Don José de Rosamantes
Estimado profesor y amigo José:
Volviendo a Arcadio, en el desarrollo se dan cita, a veces,
como la realidad misma, ya sea la música, el amargue, el 1852, que es como la
milla náutica y menos que la milla terrestre, que es 1606, que lanzaba a la
distancia los sentidos idos por ese laberinto que dan los celos acelerados y
multiplicados por el alcohol, que en su trayecto o en su final, siempre al
final, es desgracia y fango, es amargura, que ni la reconciliación, ni la
lucidez, ni algo que el arrepentimiento endulza. Que siempre ese sabor amargo,
alguien puede decir que es agridulce, sea lo que
sea, es siempre una derrota
para la pareja. José nos deja ver esa melancolía, que disfraza de ficción, por
los tiempos idos y siempre con el mensaje de la superación personal del hombre,
visto con los ojos de la infancia.
José, debes tener por ahí, en tu espíritu inspirado, algo o
mucho de escultor y dibujante, por los trazos que enmarca sobre el fondo social
contenido en tus obras. Recorra, con él, la calle Padre Billini, que no deja de
ser una referencia, una escultura, a don Lombardo Verdebosque, o ya con su
nombre propio, al Padre Gumersindo de Granada, que luego se marchará a un
pueblo tan lejos como Macorís, a fundar una Universidad. Y calle y cura, en los
recuerdos personales de la lluvia, para darle vigencia a la naturaleza llorando
por el porvenir, y la calle, que primero fue trillo, y luego importante vía de penetración,
y con el tiempo, centro y espíritu comercial de la ciudad, yo la llamo venas,
corazón e historia, y siempre ruta hacia el mercado público, podía resumir y
abarcar todas las categorías y a todos los ciudadanos que “deambulan por esta
naciente y progresita” ciudad Perla y que José, el niño José, recorrió más de
una vez.
Esa calle es donde casi se consuma el acto de cambio de niña
a mujer, es ahí, en las alturas del edificio de Mauricio González, ahí arriba,
en el Hotel Palace, ahí arriba de donde está el comercio libanés de largo
tamaño…
Sin preverlo, ¿o sí?, ya se estaba construyendo una historia
de amargura para la cita con el amargue, que ahora está actualizado con la
bachata, pero antes, en los tiempos reales de Arcadio, eran otros los que
entonaban esas canciones de amor y desamor. Pr ahí debían estar sonando José
Alfredo Jiménez y Pedro Infante, alzando una copa y brindando por ella, y mil
rancheras; o Los Panchos, descubriendo el “álbum de mi vida”, o al Jibarito de
Lares, Felipe Rodríguez –La Voz-, con su “La Cama Vacía”, Bobby Capó, o Daniel
Santos, o Panchito Riset, a Alberto Beltrán, a Leo Marini, a Nat King Cole, a
Paquitín Soto –Novia mía-, Chelo Silva, a Blanca Iris Villafañe, a María Luisa
Landín, a Toña La Negra; o a Carmen Delia Dipini, a Lucho Gatica, Carlos
Pizarro a punto de llorar, o a Celio González con su “Vendaval sin Rumbo”, a
José Manuel Calderón y Tommy Figueroa, Rafael Encarnación e Inocencio Cruz, que
yo ponía en HI4B,” Radio Barahona, La Voz del Birán”, a la 1:30 pm, y a lo
mejor también oía a Rafo, y los dos ecuatorianos universales, Olimpo Cárdenas –ídolo
del pueblo- y Julio Jaramillo – el Gorrión y el Ruiseñor de América-, y claro,
como lo citas, al “Bigote que Canta”, Bienvenido Granda, y otros tantos que
sonaban por cinco centavos en las velloneras de pa´llárriba, que muchas eran
propiedad de Víctor Lagares. O que sonaban en el “7 a 8 de Mejorar”, de Onda
Musical, antes que Radio Guarachita y antena poli-direccional de 360 grados y
Radhamés Aracena, como pionero, reinara en las ondas bachateras, mientras Arcadio
suspiraba, con esa música, antes de caer rodando en la inconsciencia.
José, vienes y vives, de una tierra donde las herencias,
tanto hispánicas como de los pobladores originales, están ahí –de donde viene
Bobono el demonio, y quien habita en la chorrera, y que de esos “genios”
invisibles que se convierten en perros- como en todo el continente, y del por
más que algunos no quieran, del otro lado también vienen esas herencias. De ahí
lo siguiente: “Le preguntan a un gallego que si cree en brujas. Le contesta que
no. pero que haberlas, ailas”. Y es que el mundo enteritico cree en eso. La
literatura, la pintura, por su ejemplo Goya y su serie negra, la historia
universal, está llena de ellas. El “Malleus Maleficarum”, libro que era el “Manual
del Inquisidor”, recopila todo el conocimiento existente sobre las hechiceras.
Plasmando en detalle las creencias y las prácticas de las brujas, y en una
sociedad machista de los brujos, pero que en la tradición son las Mujeres las
brujas por excelencia, y de los modos idóneos de reconocerlas, apresarlas,
condenarlas y quemarlas. José sabe de las prácticas de su tierra, esas
creencias que hoy parecen increíbles, pero que la tradición las hace tan reales
(yo no sé si es de allí que viene el peje cajón), y por eso inabandonables,
siempre están presentes en multiplicidad de rituales, siempre en el nacimiento
y su azabache, y en la muerte, con su “Baquiní”, y de cara al Sol y los pies
hacia delante. Quizás por eso Arcadio fue intempestivamente donde Gumersindo para que lo bautizar…buscando, lo
más probable, una forma de despojo.
Está claro, que cuando Minguilán lleva a Arcadio donde el de
múltiples nombres, inclusive el del candidato, casi traiciona su hombría, al
fin y al cabo, el demonio es el único, previo acuerdo, que puede derramar semen
y tener la capacidad para esconder el pene. Por supuesto, la que es penetrada
pasa a ser cierva, o diabla, con todos los poderes que su nueva posición tiene.
A lo mejor Arcadio vivió, como un funámbulo, con eso en la mente, y lo más
probable es que él quiso que fueran cosas de su mente y no del diablo.
Quizás, Arcadio se fue de esta vida con aquello de Álvaro
Mutis: Que te coja la muerte, con todos tus sueños intactos.
Un abrazo de
Carlos Darío
PD: Cuando había
terminado esta carta, iba a buscar la forma de hacértela llegar y algo me decía
que faltaba algo que era importante para ti y para el contenido de tu novela, y
anoche me despierto con algo y me digo: Pero por las barbas del destino, si es
Lojina la que falta, es ella la otra parte importante de esta historia, sin
ella, todo queda a medio palo, trunco, incompleto, no se entendería a Arcadio
sin ella, y ella sin Arcadio, ella es la parte que sufre los desaciertos de
Arcadio, pero también esa tribulación que creo sufren ambos en un momento,
aunque ella es la familia que levanta con el sacrificio, y que cría como deben
criarse los hijos, a pesar de introducirlos en el conflicto, aunque estos los
vivieran en el día a día. Ella fue la decisión y la fortaleza, ella fue que
abrió ese espacio en el tiempo y en la química, para que Arcadio se enamorara y
pudiese borrar esa barrera, ese garbeo, que le montan como “escopeta”, ¡y cómo
la monta! Doña Mina, que Arcadio, un felino enjaulado, peló el mueble de
palitos rosados con la uña, y teniendo que recurrir, con la complicidad, al
tradicional “se la llevó”, y la verdad, José, si hay una gran descarga de
sentimientos, está resumido en el Capítulo VII. Todo lo demás, es una fantasía,
ficción e imaginación, un fragmento del árido Suroeste…
*El autor es catedrático universitario.-
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