8 de agosto de 2016

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 8 de agosto, 2016)



Carta a José de Rosamantes (I)


Por Carlos Darío Sousa S.*

Barahona, 8 de Agosto de 2016.-


Sr. Don José de Rosamantes

Sus manos.-


Estimado profesor y amigo José:


Yo no puedo dejar de reconocer que hay obras, y actuaciones por tanto, a las que hay que darle una respuesta o un merecido reconocimiento, o si se quiere, una satisfacción al autor, que en tu caso, por compartir multitud de momentos junto con otro grupo importante de maestros de nuestro Centro Universitario, la más de las veces con un contenido temático que las aulas, los pasillos y el salón de profesores, se han convertido en testigos, son testigos fieles, digo, de esos intercambios, de ahí esta especie de obligación para contigo.


Me acabas de regalar, contrario a mi opinión personal, que el trabajo intelectual no es gratis, que es el fruto del intelecto, de pasar páginas para la izquierda, de quedarse, a veces dormido sobre un texto, o levantándose de madrugada para escribir algo para que la idea no se vaya, o andando con una agenda, o con una grabadorita apuntando lo que el cerebro, que no deja de trabajar, nos está dictando.


“Biografía Sentimental de Arcadio Fernández”, es el título de tu nueva obra.
No importa que esté a caballo entre Biografía, que es “Historia de la vida de una persona”; Sentimental, que es “Que alberga o suscita sentimientos tiernos y amorosos”, y la realidad y la ficción, una Ucronía, que bien pudo estar en su “punto Jonbar”, o ser un disgusto o un sentimiento vehemente. Para conjugar esos verbos, estás. Para construir entre sentimientos, con plena libertad imaginativa, y realidad ficcional, estás. Tu libro está lleno de esas referencias sin tiempo real, sin época cierta, de atemporalidad, con mucho de la historia que nos acompaña desde la tierna infancia, que para eso está el cerebro, para acumular y guardar vivencias, que a veces son ciertas y tan convertidas en ideas expuestas tan bien, que nos convences que son reales. Esa es la ventaja. Decía alguien, que para “conservar hay que reformar y únicamente se reforma aquello en lo que se cree”. Y yo digo, está pensando, pero pensando con memoria, pensando y reformando lo que cree.


Hay otras cosas que quiero decir, abandonando tantas que te pido perdón, por no incluirlas, perdón por no hacer referencia a lo que tomo la libertad de llamar “pirañocracia”; a la perpetua vacuidad del lenguaje político, o a aquellos hombres que tienen el cinismo lánguido de los vampiros, de los asnos-mulas que tiran la noria del gobierno. Hay espacio para hablar de un policía “del mundo raro” para la época, pero no imposible. Pero es lamentable soslayar cómo en ese tiempo indeterminado aún persistan, en la realidad, la mentalidad trujillista que es tanto como decir, que los “capitanes manos suaves” y los herederos del generalísimo, tal como el General Sardanápalo (ya nos estás condicionando con este rey que mandó a hacer una hoguera para quemarse él con sus riquezas y sus mujeres) Molinar, existen porque queremos que existan. Y la verdad no quiero revivir esa época tan oscura del país. No quiero hablar de esa Erudición y ese Vértigo, en el que metes al lector no bien informado por esa forma expresiva y documentada.


José, sigues, qué bien, con esa irreprimible vocación para incordiar a los puristas del idioma, nos brinda una larga colección de palabras, desasosegantes, que molestarán a más de uno o una, mojigatos, qué más da, y es que eres, además de un buen y prolífico escritor, y como digo, con una irreprimible vocación te colocas por encima de ese páramo productivo nacional, por ser un intelectual que se eleva con su ficción, por sus contenidos, por su visión del pasado incrustado en el presente, cosas de otra época, como si fuesen de hoy, y de hoy, como si fueran de ayer, de siempre. Por eso es que prestigias las letras nacionales, aunque existen por ahí los puristas que creen que eres demasiado crudo, demasiado descriptivo en tus diálogos y en tus reflexiones, en tu referencia al sexo y sus manifestaciones. Ellos creen que eres el único en eso.


El que no está al tanto de la literatura universal, de los escritores de novelas y cuentos -y no digamos de la pintura o de la escultura-, puede pensar al leerte, que estás solo, y es todo lo contrario, no estás solo en el mundo, desde muy antiguo, el sexo ha sido parte de la escritura del hombre, solo por citar “Los cuentos de Canterbury”. Búsquese el libro de Federico Garza Carvajal “Las Cañitas” –un juicio y condena de la Inquisición- y vea lo que hacía una monja beata; o la última novela del Novel Vargas Llosa “Las Cinco Esquinas”, o de por aquí, a Pedro Peix y su “El placer está en el último piso”, para que vea como se bate el cobre. Y si quiere saciar su curiosidad, búsquese las publicaciones de la editora “La Sonrisa Vertical”, y podremos seguir hablando. Por supuesto que las bibliotecas, antes, tenían tramos especiales para esa literatura sobre el “asunto”, para álbum” fotográfico y revistas, traídos de París. Es más, dejémoslo ahí, para no llenar mil páginas, y para el Kamasutra, que no es novela y si práctica, escondido o guardado bajo siete llaves, como los siete sellos simbólicos de la biblia y su apocalipsis.


Carlos Javier Burdallo Salomón, en su “Sobre los Intelectuales”, dice: “Nunca he sentido vocación de ser un intelectual. A mi entender, debería reunir las siguientes particularidades: En primer lugar, debe poseer unos vastos conocimientos, que le permitan mover con relativa soltura por un abanico amplio de temas sin necesidad, para opinar, a sus fichas…En segundo lugar, nada define mejor a un intelectual que la independencia de juicio. Anatole France, decía: “La independencia de pensamiento es la más orgullosa aristocracia”. En tercer lugar, el intelectual debe estar imbuido por lo que Max Weber denominó “la ética de la responsabilidad”. Para finalizar, si en la actualidad hay pocos intelectuales que merezcan ese nombre, es porque para llegar a serlo se requiere dos virtudes que se prodigan muy poco, tanto en hombre como en mujeres, ora progresistas o conservadores: me refiero a la humildad y la generosidad. Sin humildad para aceptar nuestras propias limitaciones, y la generosidad para reconocer los méritos ajenos, ni medrar, ni el intelecto, ni la sana moral. Un gran sabio dijo: “Yo sólo sé que no sé nada”.

*El autor es catedrático universitario.-

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