Las grandes concepciones ideológico-políticas
Por Carlos Darío Sousa S.*
En su famoso ensayo “El
Marxismo” (Introducción al marxismo, 1961), de Henri Lefebvre, Francia, 1901,
afirmaba que las grandes concepciones del mundo, visión de conjunto de la
naturaleza y del hombre, que se postulan, son tres, y sólo tres:
1. La concepción religiosa o
cristiana (centro de referencia: la divinidad)
2. La concepción individualista
(centro de referencia: el individuo)
3. La concepción colectiva o
marxista (centro de referencia: la colectividad)
Cronológicamente ese ha sido el
orden de sucesión histórica, pero ello no impide imaginar entrecruzamientos
múltiples que han hecho posible, por ejemplo, actitudes, ideas, creencias y
comportamientos individualistas o colectivistas en el seno de las diferentes
concepciones religioso-políticas que han existido y existen en el mundo, desde
la infancia de la humanidad hasta
nuestros días.
Por su parte, Carl Schmitt, al
hacer la crónica del desarrollo del espíritu europeo desde la edad moderna,
habla de “esferas espirituales” con sus correspondientes “centros de
referencia”, comprendidos por la existencia política concreta: “si el centro de
la vida espiritual se desplazó progresivamente en los cuatro últimos siglos,
del mismo modo cambiaron, como consecuencia y progresivamente, todos los conceptos
y los términos, y es necesario tomar conocimiento de la pluralidad de
significados de cada concepto y de cada término. Los sucesivos centros de
referencia son:
1. El teológico (siglo XVI)
2. El metafísico (siglo XVII)
3. El moral-humanitario (siglo
XVIII)
4. El económico (siglo XIX)
En los últimos cuatro siglos de
la historia europea, la vida espiritual tuvo centros distintos, y de pensamiento
de la élite activa, que constituía el grupo de punta en los diferentes momentos,
se movió, en los diversos siglos, en torno a centros de referencia variados. No
es difícil inferir que las tres concepciones encajan perfectamente en las
esferas espirituales; la concepción religiosa-conservadora, entre las esferas teológica y metafísica; la
concepción individualista-liberal, entre las esferas metafísica y
moral-humanitaria y económica.
El Liberalismo:
Probablemente tenga razón Lionel
Trilling (NY, 1905/ 1975) en su “Imaginación liberal”, cuando afirma que el
liberalismo es más bien una amplia tendencia que un cuerpo doctrinario conciso,
y nos recuerda a Goethe, para quien ni existen “ideas liberales”, sino
sentimientos liberales. La Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, nos ofrece la noción de liberalismo como “creencia en un conjunto de métodos y
prácticas, que tienen por objetivo común lograr una libertad mayor para los
individuos”. Por tanto el liberalismo, como concepto universal y plural, puede
ser detectado en construcciones mentales y culturales de cualquier sociedad
histórica, desde la remota antigüedad hasta nuestros tiempos, impregnando las
diversas filosofías, ideologías y programas políticos.
Desde una perspectiva más
estricta, que concierne a la propia historia del mundo occidental, cabe señalar
la importancia de la tradición monoteísta judo-cristiana, fecundada por la
filosofía greco-romana, en la configuración cultural del individuo y la
persona, con consecuencias jurídicas que contemplan el propio derecho romano en
las sucesivas codificaciones que culminan en el código de Justiniano (año 529
d.C.), complementado por los glosadores
y postglosadores del medioevo.
En el terreno
filosófico-político. Aristóteles, el epicureísmo y el hedonismo, disciplinado
por la Stoa (Espacio público protegido del sol y la lluvia, servía para
entablar relaciones y, a veces, establecer puestos de comercio. De una Stoa
ateniense, la Stoa Pecile, deriva el nombre de estoicismo, pues en ella el
filósofo Zenón de Cito impartía sus enseñanzas a sus discípulos) y el
cristianismo, harán finalmente posible la filosofía cristiana de Agustín de
Hipona y la síntesis de Tomás de Aquino.
La conciliación de la filosofía
y el derecho naturales con el cristianismo, que cristaliza en la concepción
individualista del mundo, es decir, el humanismo, la autonomía de la razón.
Renacimiento y Reforma, con que se inicia la secularización moderna, permitirá
la aparición histórica del liberalismo marcado por un “individualismo
posesivo”, que encontrará en la teoría política absolutista (Maquiavelo,
Bodino, Hobbes) su modelo históricamente necesario: alianza de la burguesía con
la monarquía nacional (el Estado Absoluto) contra el feudalismo.
Pero al mismo
tiempo, la superación de éste y el ascenso histórico de la sociedad nacional-burguesa
supone la asunción, por parte de la ideología burguesa misma, de ciertos
valores liberales que habían nacido precisamente en los castillos feudales.
David Held (2007) habla de que el absolutismo sentó las bases de un sistema de
poder nacional y secular
La ideología liberal moderna
encontrará en John Locke su formulación clásica: la libertad reside en el hecho
de que el individuo es propietario de sí mismo y del resultado de su
actividad.
“De todos ellos resulta evidente que los bienes de la naturaleza están
esparcidos en forma indivisa, pero el hombre, lleva en sí la justificación
principal de la propiedad, porque él es su propio dueño y el propietario de su
persona, de lo que ella hace y del trabajo que ella desarrolla; a medida que
las inversiones y las artes han perfeccionado las condiciones de la vida, lo
esencial de aquello que él ha empleado para asegurar su propia conservación y
su bienestar, nunca dejó de pertenecerle como propio, sin que haya tenido que
compartirlo con otros..”. ("Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil”)
Adán Smith (Edimburgo, Reino
Unido. 1723/90) que funda la “economía política” con su obra “Investigaciones
sobre la naturaleza y causas de la riqueza de la naciones” (1776), coincidiendo
con la Declaración de Independencia de las colonias de la Nueva Inglaterra,
sigue a Locke, como le seguirán los líderes norteamericanos de la independencia
y los autores de la primera Constitución moderna escrita y todavía hoy, con más de dos siglos de edad vigente.
La influencia lockeana también será
perceptible en Francia a través de Montesquieu (Espíritu de las Leyes), a lo
largo de todo el proceso revolucionario –la Gironda- y el doctrinarismo del
siglo XIX (Constant, Tocqueville, etc.).
Mientras tanto, el liberalismo
censitario (sufragio restringido basado en la dotación del derecho a voto a la
parte de la población que contará con ciertas características) que definía los
doctrinarios, competía y se entremezclaba con formulaciones del laissez-faire, laissez passer (dejen
hacer, dejen pasar) refiere a una completa libertad en la economía libre
mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral y
mínima intervención de los gobiernos, que definía liberalismo Manchesteriano,
hasta el utilitarismo inglés de J. Bentham y James Mill suministre una
filosofía unificadora del liberalismo económico y político.
Fernando Vallespín (El Estado
liberal, 2009), hace esta propuesta: “Como ocurre con las grandes ideologías
políticas, el liberalismo no es fácilmente reconducible a una serie de rasgos
únicos, determinados, sino que exhibe distintas facetas según se vaya
enfrentando a circunstancias sociales siempre cambiantes.
Ninguna ideología
política surge “ex novo”, a espaldas de las tradiciones de pensamiento frente a
las que se alza o pretende erigirse en alternativa, en todas ellas hay siempre
algún residuo de concepciones del mundo y principios ya formulados con
anterioridad, así como una cierta flexibilidad para ir adoptándolos a las
mutaciones de la vida social y política”.
John Rawls, (El liberalismo
Político, 1996) por su parte, dice en su Ideas Fundamentales: “La cultura
política de una sociedad democrática lleva siempre la impronta de una
diversidad de doctrinas religiosas, filosóficas y morales encontradas e
irreconciliables, el liberalismo concibe la diversidad de doctrinas como el
resultado de la razón humana desarrolladas en el marco de instituciones
fundamentales, duraderas libres”.
Hemos dado una imagen muy
parcial de liberalismo, analizarlo en la totalidad de su dimensión histórica y
de aplicación en la sociedad, es una labor inconmensurable, pero alcanzable por
etapas sesgadas y en puntos localizables. Sólo decir por último, que es a
partir del liberalismo que motorizaron
muchos de los cambios políticos que se produjeron en el mundo, sobre
todo, a partir de los siglos XVIII y
XIX.
Bibliografía:
1.-Manuel Pastor (Coordinador), Fundamentos de Ciencias Políticas. MacGraw Hill. 1999.
2.-Adolfo Gabino Ziulu. Derecho constitucional. Depalma.1997
3.-George Sabine. Historia de la
Teoría Política. Fondo de Cultura Económica. 1965.
4.-Jean Touchard. Historia de las
Ideas Políticas. Tecnos. 1975.
5.-Salvador Giner. Historia del
Pensamiento Social. Ariel. 2008.
6.-Fernando Vallespín (Ed.).
Historia de la teoría Política. 1 y 2. Alianza. 2002.
7.-Fernando Vallespín. El Estado
Liberal. En manual de Ciencias Políticas Trotta. 2009.
8.-John Rawls. El liberalismo
Político. Critica. 1996.
9.-David Held. Modelos de
Democracia. Alianza. 2007.
*El autor es catedrático universitario.-
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