Por Clemente Terrero
Cuando el poder se da cuenta que su estabilidad esta en peligro, no se le aprieta el pecho en atacar y usa todos los medios que tiene a su alcance para responder, los cuales son muy organizados, entrenados, experimentados, difíciles de derrotar.
La lucha contra el poder tiene que ser inteligente, reflexiva, planificada, objetiva, fruto de una evaluación de la realidad, preparar un plan con acciones efectivas, de acuerdo a la necesidad del momento.
Las luchas tienen que tener un marco conceptual de referencia, con un análisis de la correlación de fuerzas, que determine las fortalezas y debilidades, la base de apoyo y los recursos con que cuenta cada uno.
El poder no debe enfrentarse a manos peladas, con el pecho abierto, con bravuconería, ni extremismos que pueden llevar a la derrota, al debilitamiento y dispersión de las fuerzas. Hay que ser frío y calculador.
Hay que tener cuidado con las emociones, éstas no deben primar en la lucha, porque crean falsas expectativas, representaciones incorrectas, ideas subjetivas que conducen al fracaso.
La improvisación no funciona en la lucha contra el poder, la falta de organización conduce al fracaso, las cosas no se pueden manejar salgan bien o mal, no es una lógica Correcta. Hay que ser disciplinado.
Enfrentar el poder no es un juego, es algo muy serio, en esa lucha se puede perder la libertad y la vida. En esa lucha se puede perder o ganar.
Para eso, hay que valuar bien con que se cuenta y cual es el plan de acción, y cuando no hayan las condiciones mínimas, es mejor no echar el pleito y fajarse a trabajar para crearlas. No es justo poner en riesgo la integridad de los compañeros.
La lucha hay que concentrarla en los frente con mayor fortaleza, donde se tenga mayor capacidad para vencer. No hay que desesperarse, si es necesario, hay que esperar pacientemente el mejor momento.
Como dijo Mao Tse Tung: “Luchar con razón, con ventaja y sin sobrepasarse”.
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