Por Leonardo Mercedes
¿De la suerte de cuáles pueblos y gentes tendremos que alegrarnos con el desarrollo del excluyente enclave turístico de sol y playa de Cabo Rojo- Pedernales?
Quizás un poco de
éste, porque algo tendrá que tocarle, pues se contempla mejorar su malecón y
construir una urbanización con hoteles y edificios de alojamiento.
Le tocará algo
también de las oportunidades de empleo, los que de seguro le corresponderá compartir
con los vecinos, que sólo tendrán que cruzar la frontera, y hasta se mudarán.
Imagínense, si los hermanos haitianos son la principal fuerza laboral en Bávaro y Punta Cana, que les queda a más de 300 km, que no podrá ser con Cabo Rojo y Pedernales.
Porque los grandes beneficiarios del uso y explotación de nuestros recursos
naturales serán los inversionistas extranjeros y los grupos económicos locales asociados.
Y no es que nos
opongamos a la inversión foránea, a lo que nos oponemos es a la forma genuflexa
y tan onerosa como se hace y a la visión excluyente y no integral que las
orienta.
De quienes tenemos
que condolernos es del resto de las provincias y pueblos de la Región
Enriquillo, no tomados en cuenta en dicho proyecto, como tampoco sus riquezas
naturales, principalmente de Barahona. Pues sucede, que este proyecto desecha
y borra todo lo que se había estudiado, analizado, elaborado, planeado y
acumulado como proyectos, desde la Era de Trujillo, pasando por Balaguer, en el
siglo pasado, Hipólito, Leonel y Danilo en éste, lo que culminó expresándose en
la declaratoria de esta región como IV Polo Turístico Ampliado del país, de Barahona
como Provincia Ecoturística y de su ciudad como indiscutible centro urbano de
la misma.
Todo eso ha sido tirado al zafacón de la historia, incluyendo la infraestructura que se había adelantado, construido y que ya se tenía en esa perspectiva (ver rehabilitación del puerto marítimo para puerto de carga, esencialmente minera y a granel, la destrucción del malecón de la ciudad y la conversión del aeropuerto María Montez en taller de reparación de aeronaves).
Y es que los
intereses de los grupos económico-políticos de poder enraizados en los sectores
turístico, minero e industrial (esperen la fábrica de cemento y la expansión
del CAC con la Presa de Monte Grande), predominantes en el gobierno actual,
tienen decidido convertir a Barahona en zona minera, lo que conlleva la
destrucción del Bahoruco Oriental y de todas sus riquezas hídricas,
faunísticas, florísticas, paisajísticas e inmensa biodiversidad (Ver mapa de
derechos mineros en la Web de Ministerio de Energía y Minas).
A quienes estén de
acuerdo con lo que se ha hecho, planea y sigue, por conveniencia personal,
grupal, política o falta de visión, que les aproveche. El supremo juez alguna
vez pedirá cuentas.
Pero, a quienes por encima de banderías políticas amamos a nuestro pueblo y
región y luchamos por su desarrollo y bienestar en armonía con la naturaleza, preservando y aprovechando para beneficio colectivo sus riquezas: aguas, bosques y biodiversidad, sólo nos quedan dos caminos: ceder el paso o resistir. Y una única opción: Luchar con decisión, coraje y sin tregua para impedir que se consuma esa horrorosa tragedia, tomando las redes, los medios, los parques, calles y caminos, gritando a todo pulmón: ¡BASTA YA!
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