Por Luis Taveras (Reflexiones)
Un doce de Enero, hace 50 años, imberbe yo, escuchaba por la radio episodios narrados en forma dramática en la que 4 personas estaban enfrentadas a un ejercito compuesto por Guardias y Policías, en la que el frenesí de esas tropas sintetizaba mentes acostumbradas a asesinar jóvenes por razones políticas; y en la medida que pasaban las horas se tejieron en mí, ideas de impotencia y de rebeldía en que mi espíritu de adolescente se fraguó para acelerar mis convicciones, al final se consumió de forma indolente aquel episodio que marcó a toda una generacion.
En un combate desigual se demostró que no importa el número de armas en las manos, sino el número de estrella en la frente; que hay valores innegociables en la vida de los seres humanos, como la dignidad, el decoro y la valentía; que cuando se abrazan causas, la efigie de la vida adquiere dimensiones históricas tangibles.
Todo respeto y admiración para Amaury Germán Aristy, Bienvenido Leal Prandy (La chuta), Virgilio Perdomo Pérez y Ulises Cerón Polanco, por llevar hasta el martirilogio sus respectivas vidas en un denodado afán por lograr una sociedad decente, donde prevalezca la justicia social y el derecho inalienable de vivir en libertad.
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