17 de octubre de 2021

Un Reformista en la Corte de los Austrias

Por Carlos Darío Sousa S.*

Hace unos días recibí la revista “Studia Aurea”, de Literatura española y Literaria del  Renacimiento y Siglo de Oro. Es una publicación anual y la que recibí es el volumen 10, del 2016.

Revisando el Índice me encontré con un estudio realizado por Víctor Lillo Castan, titulado “Un reformista en la corte de los Austria": sobre el autor de Omnibóna, una utopía  castellana, obra anónima del siglo XVI, posiblemente escrita (hay bastantes dudas), por el año 1540.

Víctor Lillo Castan nos permite introducirnos a esta obra conocida, poco, como Omnibóna, de la que se conserva un manuscrito único en la Real Academia de la Historia, pero bajo el

equivocado título de “REGIMIENTO DE PRINCIPES”, de la que se dice puede ser considerada e incluida entre las escasas UTOPÍAS escritas en castellano conocidas hasta la fecha. Está  escrita en castellano antiguo y con bastante uso del latín (en ese entonces era el idioma culto y en el que se escribía toda la literatura).

El texto, conocido desde principios del siglo XIX, apenas ha merecido atención de la crítica, razón por la cual sigue planteando una serie de incógnitas en asuntos tan elementales como la fecha de su redacción o el título de la obra.

Al leer este trabajo, lo normal es pensar en las “utopías”, o qué son las utopías. Recurrimos al Diccionario de la RAE que dice: “Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”. En Internet tenemos: “Plan o sistema ideal  de gobierno en el que se concibe una sociedad  perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía”, también como “Proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso, generalmente para la comunidad, que es muy improbable  que suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable”.

Raymond Trousson -en Historia de la Literatura utópica. Viaje a países inexistentes-, define las utopías como: “Proponemos que se hable de utopía cuando, en el marco de un relato (lo que excluye los tratados políticos), figure descrita una  comunidad (lo que excluye la robinsonada) organizada en base a ciertos principios políticos y económicos morales, que restituyan la complejidad de la vida social  (lo que excluye la edad de oro y la arcadia), ya se presente como, ideal a realizar (utopía constructiva), o como previsión de infierno (utopía moderna) y se sitúe en un espacio real o imaginario o también en el tiempo, o aparezca, por último, descrita al final de un viaje imaginario, verosímil o no.

Desde hace años y luego con los estudios universitarios, la utopía, para mí, siempre estaba referida a la de Tomás Moro, luego san Tomás, a las que fueron sumándose Platón con su “República”, Tomás Campanella y su “Ciudad del Sol”, Sir Francis Bacon con “La Nueva Atlántida”, y Agustín de Nipona con su “Ciudad de Dios”.

Campanella en su obra promete a los que le siguieran, en una insurrección contra la corona de España, una República comunista fundada en la concordia y el amor.

Bacon, padre del empirismo filosófico y científico, en su obra nos describe una tierra mítica, BENSALEH, a donde viaja y donde los mejores ciudadanos pertenecen  al “Centro de Enseñanza LA CASA DE SALOMÓN”. El conocimiento es el más preciado de los tesoros. Estos son, le dicen, hijo mío las riquezas de la Casa de Salomón.

La obra de Agustín de Nipona se suele incluir dentro de las utopías. Es una utopía religiosa basada en sus creencias cristianas. “Todas las acciones carnales y vistas desde la percepción terrenal, simbolizan el pecado que vive en cada uno de los habitantes de la tierra”.

Se suele incluir dentro de los utópicos a Calos Marx, pues su obra “pasa de la utopía a la ciencia”. Marx se propone, dice Luis González Seara, “El utopismo de Marx”, -El País, 29/03/83-, elaborar una ciencia de la sociedad, capaz de explicar las situaciones existentes y de que permitan elaborar unas leyes que permitan la evolución de la economía capitalista”. Marx quiere sustituir el subjetivismo utópico por una visión objetiva, científica del nuevo socialismo.

No voy a entrar en el importante género de las novelas de ficción, de las que se han realizado múltiples versiones de películas, que tienen un alto contenido social y científico, sólo les nombraré algunos autores: Aldous Huxley, Un mundo feliz; H.G. Wlles, La máquina del tiempo; George Orwell, 1984 y Rebelión en la Granja; Ray Bradbury, Fahrenheit 451; Isaac Asimov, Yo, Robot, o todas las referidas a La Fundación; Karel Capek, -el creador de la palabra Robot- La Guerra de las salamandras. Le recomiendo la película “Un hombre para la eternidad”, sobre la vida de Moro.

La obra que comentamos describe con minuciosidad la organización de la ciudad de Omnibóna, capital del ficticio REINO DE LA VERDAD y alude de manera inequívoca a la realidad de la castilla contemporánea al autor que se llama así mismo CAMINANTE CURIOSO, y como ”un sacerdote de poca estima”.

El narrador en primera persona se propone encontrar tras largas peregrinaciones, sin éxitos, un reino que se rija por la obediencia absoluta del mensaje de Cristo.

En esas peregrinaciones conoce a un mancebo que responde al nombre de “amor de dos grados” y que promete conducirlo hasta el reino de la verdad, gobernado por el rey PRUDENCIANO. Al llegar  a la capital, el monarca trasunto del perfecto rey cristiano, guía a los dos visitantes por sus dominios y les explica con todo detalle las reformas que ha operado en el reino hasta convertirlo en “UN TRASLADO DEL CIELO EN LA TIERRA”.

En el libro se hace referencia de cómo reformó las órdenes religiosas del reino, como resolvió los conflictos derivados de la colonización de unas tierras recién descubiertas y pobladas por infieles, o como puso fin a las injusticia cometida por los inquisidores, pero también a la dura legislación contra la mendicidad: “Ningún pobre puede pedir limosnas en las iglesias ni por las calles ni andando de casa en casa, so pena de de cien açotes  y quedar desterrado  perpetuamente de todo el reino”.

La obra parece destinada al príncipe, puede ser Carlos I o a Felipe II, por la que trata de influir en la educación del joven príncipe, quizás por eso es que no hay más ejemplares impresos.

La educación es una parte importante del texto, por la extensión del capítulo donde expone minuciosamente el programa educativo de niños y niñas. El modelo que expone puede considerarse revolucionario. Espiguemos algunos aspectos: La educación es obligatoria para niños y niñas desde los cinco hasta los doce años. Las familias que no puedan costear los estudios de sus hijos quedan eximidas de cualquier gasto, incluso al que se refiere a las comidas escolares.

En las escuelas, separadas por sexo, hay dos aguaciles con el cometido  de procurar que todos los alumnos vayan a clase. Si alguno de ellos faltara, acuden a casa de sus padres y si la ausencia no era justificada, estos deberán abonar una multa.

El relato concluye cuando Caminante curioso, más que satisfecho por lo visto, emprende el viaje de retorno a Castilla de donde es natural. Ese sacerdote de poca estima, evidencia cuño de humanista sobre todo por su insistencia que el latín tiene en la educación.

La crítica más importante que se le hace a la obra gira en torno a la falta de esquematismo, la abundancia de repeticiones donde la huella de la cultura grecorromana brilla por su ausencia.

Quizás la parte más importante, y rara para el siglo XVI, gira en torno a la oposición al Tribunal del Santo Oficio, por eso llega a decir, “temblando no de me asgan alguna palabrilla para que me metan donde nunca salga”. Y eso era lo habitual.

*El autor es catedrático universitario.-

 

 

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