Debemos pensar en otras iniciativas dirigidas a aminorar, sino a desterrar, las malquerencias entre los dos pueblos.
Por Juan Llado
Porque las ideas pueden acarrear consecuencias, se deben ponderar algunas que pudieran resultar factibles y beneficiosas para el desarrollo de nuestro hermano país. No podemos seguir lastrados por malquerencias históricas que impidan la cooperación. El reconocimiento de que el futuro dominicano está estrechamente ligado al de Haití impone el reclutamiento de ideas frescas que, brindadas con buena voluntad y propósito sano, puedan articularse entre ambos países. Y hay contribuciones nuestras que la comunidad internacional puede facilitar.
La primera y más urgente iniciativa sería aquella que permita, con la venia de las autoridades haitianas, arrimar el hombro en la vacunación de su población. La conveniencia para nosotros de que esté completamente vacunada es obvia: la falta de vacunación amenaza a nuestro turismo y a nuestra recuperación económica. En este campo, nuestra experiencia acumulada nos permitiría ir en auxilio de Haití con brigadas experimentadas. Estas comenzarían su trabajo en los puestos fronterizos y, eventualmente, se concentrarán en tres o cuatro puntos críticos del territorio haitiano donde se haya comprobado la mayor incidencia de contagios. Los reportes de prensa dan cuenta de que por fin Haití comenzó a recibir
vacunas y ya han empezado a vacunar. La pasada semana recibieron 500,000 dosis Pfizer donadas por Estados Unidos a través del mecanismo COVAX de la OMS. Por su parte, la OPS está ayudando a definir un plan de vacunación y ha alertado de que la situación de seguridad puede abarrotar los refugios y multiplicar ahí los contagios. Nosotros hemos comprometidos 20 millones de dosis y actualmente podríamos prescindir de un par de millones de las chinas, por lo que procede examinar la posibilidad de su donación. Mientras más acelerada la vacunación haitiana, mejor protegemos a nuestra población.
Una segunda iniciativa sería la ya anunciada construcción de hospitales en Haití, para que sus parturientas no congestionen nuestros hospitales. Cuando se anunció esta iniciativa en marzo pasado, se dijo que la comunidad internacional “ha mostrado su voluntad de financiar hospitales en Haití, ubicados donde el gobierno de ese país lo considere apropiado, con el fin de reducir el uso intensivo de los hospitales dominicanos”. Posteriormente se aclaró que nuestro país no costearía esos hospitales, sino que solo canalizaría y facilitaría la ayuda de la cooperación internacional. “El primero de estos hospitales se ubicará en Juana Méndez, Haití, frontera norte donde ya fue localizado el terreno y la aprobación en principio del gobierno haitiano”.
Ya el número de parturientas haitianas que
acuden a nuestros hospitales –unas
30,332 en el 2020, de las cuales unas 4,073
fueron no residentes—supera al de las dominicanas. El
presidente Abinader dijo recientemente que
el 29% de las camas de nuestras maternidades están ocupadas por parturientas
haitianas, pero no especificó la proporción que era no residente. Hasta
ahora no hay noticia de avance en la materialización de los prometidos
hospitales. Tampoco se cuenta con un estimado confiable y actualizado sobre el
costo acarreado por las parturientas haitianas no residentes. Si asumimos un
costo unitario de RD$20,000 por parturienta no residente, el
costo de 5,000 haitianas al año llegaría a RD$100 millones.
Si la prometida cooperación internacional para
las maternidades en Haití no llega, nuestro país debe hacer la inversión en
tres o cuatro. De ser posible, nosotros debemos construir y equipar esas
facilidades. Siempre será preferible que las parturientas no crucen la frontera
y congestionen nuestros centros de salud. Así nos ahorramos los costos
correspondientes y le facilitamos la vida a las parturientas haitianas.
Una tercera área de cooperación concierne la deforestación casi total de Haití. Un
reporte del 2018 del periódico El País alarma: “Un trabajo, publicado en PNAS, estima que los bosques primarios ocupaban apenas el 4,4% de Haití en 1988. Tres décadas más tarde, en 2016, último año analizado, la superficie se había reducido al 0,32%. En términos absolutos, un país con un área de 27.750 km2, conserva solo unos 85 km2 de su bosque original.” “La ONU estima que Haiti ha perdido un 98% de su cobertura boscosa en el último siglo. La sequía ha agravado las dificultades para sembrar en unas tierras de por sí poco productivas. Muchas familias en zonas rurales se dedican a la tala para la producción rudimentaria de carbón. Esta deforestación acentúa la sequía y la crisis alimentaria.”
Nuestra situación, en cambio, es contrastante. Según un inventario del Ministerio Ambiente “la superficie forestal de la República Dominicana representa el 43,6 % del territorio del país, con una extensión de 2.103.645.32 hectáreas.” Esta realidad lleva a pensar que el exitoso modelo de reforestación de nuestro Plan Sierra, financiado con prestamos concesionales de la Agencia Francesa de Desarrollo, podría replicarse en Haití. Si ambos países conciertan el requerido acuerdo para un manejo dominicano del proyecto, el Fondo Verde del Clima de Naciones Unidas podría suplir todo el financiamiento necesario. Y la mano de obra haitiana, dominicana y escandinava –especialmente noruega- se encargarían de las tareas.
El proyecto de reforestación de Haití conviene hacerlo bajo la egida de la FAO para facilitar la financiación. Esta organización “actúa como entidad de ejecución en relación con donaciones del GCF para proyectos pequeños y medianos (de hasta 250 millones de USD) con niveles bajos y medianos de riesgo ambiental y social; presta asistencia a los Estados Miembros en la elaboración y la ejecución de proyectos dirigidos por los países mediante los que, por ejemplo, se potencia la agricultura resiliente al clima, se fomentan prácticas de ordenación sostenible de la tierra y el agua y se incrementa la absorción de carbono en bosques y pastizales.” El proyecto en cuestión debería también ocuparse de incrementar la cobertura forestal de las más importantes cuencas hidrográficas haitianas. Nuestro Ministerio Ambiente ejecuta, a través de su Viceministerio de Recursos Forestales, varios proyectos de esta naturaleza.
La factibilidad de estas iniciativas, por
supuesto, la determina la aceptación e involucramiento de Haití. La Comisión
Mixta Bilateral debería ser el escenario donde se concreten los requeridos
acuerdos. Pero la novedad y trascendencia de estas requerirá una intervención
de mucho más alto nivel (involucrando a los cancilleres y tal vez hasta los
presidentes). Los dos países también deberán diligenciar conjuntamente la
cooperación internacional, la cual se materializará en la medida en que
perciban una unidad de propósito genuina.
El costo de estas tres iniciativas para
nuestro país podría llegar a los US$100 millones. Tal suma no debe hacer
fruncir el ceño si tomamos en cuenta que la inversión sería muy beneficiosa
para nosotros. En respuesta al terremoto del 2010 supimos arrimar el hombre y
los haitianos acogieron con beneplácito nuestra ayuda. Serían más ambiciosos
proyectos tales como los de insertar algunos de nuestros comedores económicos
en Haití, construirle
cuatro hoteles en sus costas, insertar vendedores nuestros en
su territorio para que los haitianos no tengan que cruzar a nuestro lado y
otros más. Pero nos conviene acometerlos aun si sus costos conllevan
erogaciones mucho mayores. De hecho, debemos pensar en otras iniciativas
dirigidas a aminorar, sino a desterrar, las malquerencias entre los dos
pueblos. Eso ayudaría grandemente al desarrollo de ambos países y eso es por
tanto de mutua conveniencia.
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