El problema migratorio entre Haití y la RD es complejo y requiere urgente atención, tal y como lo han pedido los estudiantes haitianos que tenemos en el país. Resolver ese problema podría generar inmensos beneficios para el desarrollo de un turismo mancomunado.
Por Juan Llado
Hace tiempo que sabemos que con Haití tenemos “un matrimonio obligado”. Al compartir la isla resulta imperativo armonizar nuestras relaciones, porque eso conviene a ambos países. Sin embargo, los problemas no resueltos se amontonan y nosotros mismos somos parcialmente culpables de la falta de soluciones. Una de esas áridas áreas de negligencia benigna es la que tiene que ver con las consecuencias de esa colindancia para el futuro de nuestro turismo. Hoy día conviene preguntarnos qué pasaría a nuestra principal industria si los haitianos no se vacunan.
Los problemas binacionales son varios. El que más ocupa nuestra atención es el de la migración ilegal, la cual ha contribuido a que el 5% de nuestra población tenga origen haitiano. Se alega que por ella los haitianos nos quitan puestos de trabajo y traen problemas de salubridad (incluyendo los miles de parturientas que vienen al país a dar a luz), además de narcotráfico, contrabando y delincuencia común. Se soslaya que la frontera es porosa, en gran medida porque nuestra vigilancia militar es deficiente y pervertida. Tampoco se destaca que el hermano país es nuestro segundo socio comercial hacia donde exportamos casi US$700 millones en 2020. Y casi no se menciona la crucial contribución de la mano de obra haitiana a nuestra industria de la construcción y a la agricultura. Son dominicanos no más de un 3-4% de nuestros trabajadores rurales.
En materia turística hace tiempo que somos la estrella del Caribe y Haití es la
cenicienta. Los flujos de turistas entre los dos países son prácticamente inexistentes, porque las respectivas elites económicas prefieren otros destinos para vacacionar. Pero la presencia haitiana es ya un decisivo factor para el buen funcionamiento de la industria turística de nuestra costa este. Los migrantes se han insertado en hoteles, en la construcción y en el transporte de la región y han desplazado a la población dominicana en algunos focos urbanos. Se estima que allá los haitianos sobrepasan los 25,000 y los hoteleros sienten la migración ilegal como el problema más grave de la zona.
En los hoteles de Bávaro-Punta Cana abundan los haitianos. No se conoce de un estimado confiable sobre el número de colaboradores haitianos en turismo, pero los reportes informales dicen que son varios miles. Son demandados porque hablan varios idiomas y tienen fama de dóciles y trabajadores. Para ser contratados deben ser migrantes legales para ser inscritos en la seguridad social. Como la mayoría viaja a su país para las Navidades, la Asociación de Hoteles y Proyectos Turisticos de la Zona Este paga un examen clínico al regreso para asegurarse de que no se han contagiado de ninguna enfermedad. Hace unos años me informaron que eran más de 7,000 de estos análisis que la Asociación pagaba, pero por supuesto, la pandemia debe haber afectado eso. Hasta ahora el contagio del virus en la zona se reporta como mínimo.
La presencia haitiana no calificaría como critica si fuesen solo 7,000 lo empleados en el este. El total de empleos directos en nuestra industria turística son unos 145,000 en tiempos normales (calculando que las 85,000 habitaciones generan actualmente 1.7 empleos directos por habitación). Eso implicaría que los haitianos son apenas un 5% de la fuerza laboral con empleos directos. Sin embargo, el hecho de que el grueso de los haitianos se ausenta para Navidades, una temporada de alta ocupación, requiere una adaptación engorrosa para los hoteleros. Los costos de contratar personal temporal de reemplazo y de pagar la analítica de regreso no son despreciables.
Esa calamidad palidece frente a lo que pudiera significar, tanto para la industria turística como para el país, una afluencia masiva de haitianos no vacunados contra el coronavirus. La prensa reporta que desde el cierre de la frontera en marzo hasta septiembre de 2020, más de 150 mil haitianos regresaron a su país y, aunque se reportó que miles de ellos regresaron después del Ano Nuevo a retomar sus trabajos, se desconoce cuantos han regresado hasta ahora. No se han encontrado datos de cuantos pueden haber regresado, pero un boletín de abril 2020 reporta que unos 227,000 entran al país anualmente por los puestos fronterizos terrestres. Solo el hecho de que las autoridades habían deportado a su país a más de 41,000 haitianos en el 2017, indica que por la frontera existe un intenso tráfico de personas y que, según la OIM, la mitad de los que se deportan regresan casi inmediatamente al país. Solo en los primeros seis meses de este año se han deportado unos seis mil haitianos.
Es evidente que el tráfico fronterizo amenaza seriamente la salud de nuestra población. Con fecha del 2 de los corrientes, el “Grupo de Apoyo a Repatriados y Refugiados advirtió en varias ocasiones que la mayoría de los retornados, regresan sin pruebas de diagnóstico para el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, o cumplen un aislamiento. Esto en un momento en que Haití experimenta una marcada alza de los contagios con la circulación en el territorio nacional de cepas provenientes de Reino Unido y Brasil, que incrementaron las muertes y las hospitalizaciones, indicó el Ministerio de Salud. Hasta el momento, el país registra 14 mil 37 casos confirmados, de ellos 292 fallecieron y 12 mil 509 se recuperaron.”
Pero la opinión generalizada es que los datos no son confiables, en
vista de que las autoridades haitianas no son rigurosas en cuanto a los
reportes de contagios y muertes. De ahí que el desconcierto, asociado a la
supuesta baja incidencia de la pandemia en Haití, no tenga mayor asidero. Como
la espada de Damocles pende un gran misterio sobre la real situación de la
pandemia en nuestro hermano país y, por ende, sobre su posible evolución.
En relación con la vacunación en Haití, hay una situación también confusa. “Hasta ahora Haití no ha recibido ninguna vacuna, aunque las autoridades dicen que esperan 130,000 dosis de AstraZeneca este mes. El gobierno de los EE. UU. también ha dicho que donará una porción de un total de seis millones de dosis para Haití, aunque no han especificado cuantas ni cuando llegarán. En mayo estaban supuestas a llegar 756,000 dosis de AstraZeneca a través del programa COVAX de Naciones Unidas para los países de ingresos bajos, pero se han dilatado debido a la preocupación del gobierno respecto a los posibles efectos secundarios y a la carencia de infraestructura para mantener las vacunas debidamente refrigeradas.”
En algunos reportes extranjeros se menciona que visitantes dominicanos han sido responsables por un número de contagios. En la balanza bilateral, sin embargo, eso no se compara con el potencial de contagio que tiene el flujo de haitianos que visitan nuestro país. Con un creciente número de nuevos contagios en Haiti, la incapacidad del sistema de salud haitiano para manejar la pandemia y el hecho de que la vacunación ni siquiera ha comenzado, hay suficientes razones para creer que Haiti representa un verdadero peligro para nuestra anhelada inmunidad de rebaño. Peor aún, el negativo impacto que pudiera tener el flujo de haitianos se torna una grave amenaza para la recuperación de nuestro sector turístico y, en consecuencia, de nuestra economía.
La situación de los migrantes haitianos que viven en el país todavía no se ha resuelto de un todo y quedan muchos haitianos por regularizar su estatus legal. Sabiamente, el gobierno dominicano está hoy día ofreciendo vacunación gratuita a todos los haitianos –legales o ilegales—que se encuentran entre nosotros. Sin embargo, el ingreso de haitianos que acontece en nuestros puestos fronterizos anda realengo. Nuestro país no puede hacerse responsable de la vacunación de toda la población haitiana, pero tenemos derecho a por lo menos vacunar a los casi 300,000 que ingresan por esos puestos anualmente, además de todos los que vayan a ser deportados porque tienen vocación de regreso.
El problema migratorio entre Haití y la RD es complejo y requiere
urgente atención, tal y como lo han pedido los
estudiantes haitianos que tenemos en el país.
Resolver ese problema podría generar inmensos beneficios para el desarrollo de
un turismo mancomunado que imparta prosperidad a ambos países. Mientras,
nuestro Plan de Recuperación Responsable del Turismo debe
incorporar esa medida sanitaria de manera urgente, so pena de hacer peligrar la
incipiente recuperación de nuestra industria turística. Y debe hacerlo con la
humildad de saber que la RD
“expulsa” por migración, más gente de la que recibe por inmigración.
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