Por Tomás Aquino Méndez
El pasado 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, algo cambió. Los tradicionales dirigentes sindicales estuvieron celebrando la fecha bajo techo, en aire acondicionado, vestidos elegantemente. No estaban SUDADOS. Ni al lado de los trabajadores, obreros cañeros, amas de casa y grupos populares que cada año se dan cita para recordar la fecha. Y no es que el día no fuese recordado como siempre. Hubo concentraciones y marchas. Los parques Enriquillo e Independencia fueron los escenarios. Claro, no fueron las masivas y vibrantes manifestaciones a los que nos tenían acostumbrados los grupos sindicales. Pero no fue solo en el país que dicha celebración se llevó a cabo con “debilidad”. En casi todo el mundo la fecha se recordó de forma tímida.
No estuvo mal que los tradicionales líderes sindicales locales celebraran la fecha en medio del confort, junto al presidente Luis Abinader. Aprovecharon para “reclamar” un reajuste salarial de 40% para los empleados estatales. De su lado “un nuevo liderazgo” lo sustituyó y encendió la chispa de la protesta. Concentraron decenas de trabajadores y empleados. Los legendarios líderes sindicales han cambiado. Están cansados unos. Han desaparecido otros y algunos se han montado en el carro de la comodidad. Mantienen el lenguaje de obrero, pero en la práctica diaria el cambio se nota. Del sindicalismo guardan los recuerdos y la teoría.
El pasado 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, puso en escenarios distintos al viejo liderazgo sindical y a los trabajadores protestantes. Los primeros, en un acto oficial y cómodo. Los segundos, sudaron y marcharon, pidiendo mejores sueldos, que siga el programa Fase, que devuelvan el 30% de los fondos de las AFP, y que se controlen los precios de los alimentos ¿Será que está surgiendo un nuevo liderazgo sindical?
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