16 de noviembre de 2020

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO- Historia Universal de la Infamia

Por Carlos Darío Sousa S.*

La escribió Jorge Francisco Isidoro Luis Borges, Buenos Aires, 24 de agosto de 1899- Ginebra, 14 de junio 1986. Entrar, aún así, casi subrepticiamente, sí, de escondidas, sobre cualquier obra de este argentino universal, largamente insuperable, quien como dice Salvador Garmendia “Borges, argentino, fabulador, políticamente insuficiente”, y tomar una de sus obras para intentar pasarla a mis lectores, es reto que asumo con humildad.

Leer a Borges es introducirse en los senderos de la imaginación. En esa literatura en la cual la imaginación y la cultura literaria es infinita.

Cuando he leído a Borges no puedo olvidar a Álvaro Cunqueiro, gallego de píes a cabeza y conocedor en extremo de la cocina gallega, y Joan Perucho, catalán que también escribía en castellano, y su literatura fantástica, de Don Ávaro sus “Crónicas del Sochantre” o  “ Vida y Fugas de Fanto Fantini della Gheradesca” y “Un hombre que se parecía a Orestes”, de Perucho, sus publicaciones en la Revista “Destino”, que no era bien vista por la dictadura de Franco, pero su contenido era, fue, un reto a la imaginación y el entre líneas.

Adicionalmente, leyendo a Valle Inclán –el de los esperpentos, realidad deformada y grotesca- con su “Tirano Banderas” sobre el que escribí en junio del 2017, y es también su desarrollo un desborde de imaginación.

Silvia Miguens escribió “Estudio Literario” -Panamericana, Colombia, 2003-, sobre el Cuento El Aleph, en la que nos da unas pinceladas sobre la vida de Borges. Siempre lo he imaginado en bibliotecas, rodeado de libros extraños, de títulos y contenidos mucho más extraños aún. Trabaja, dice Miguens, en la biblioteca Miguel Cané, y cuando Perón asume la presidencia, en 1946, es ascendido, si se puede llamar un ascenso, de su puesto de bibliotecario al de “inspector de aves y huevos en los mercados municipales”. Desde luego insulto y venganza, no premio.

Borges se define así mismo: “No soy un metafísico, ojalá lo fuera. Yo creo que soy una persona que ha aprovechado las posibilidades literarias de la metafísica. Pero no soy metafísico. Me parece que la literatura fantástica consiste en eso, en aprovechar las posibilidades novelescas de la especulación metafísica. La metafísica es una cosa mucho más imaginativa que la literatura en general”

“Quiero decir, continua diciendo, tomando la literatura fantástica, aún la más ilustre de ella -Poe, Wells- sus fantasías son mucho menos extrañas que la idea de un ser que es tres y es uno. O que vive en el pasado, en el presente y en el porvenir. Eso es mucho más raro que cualquier invención literaria”

En el prologo de la primera edición, 1935, de la Historia Universal de la Infamia, su autor nos dice, ”Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual”.

En la de la edición de 1954 dice: “Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esa misma parte del universo que es este libro. Patíbulos y piratas lo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes: por eso mismo puede acaso agradar. El hombre que lo ejecutó era asaz desdichado, pero se entretuvo escribiéndolo”

El libro consta de siete relatos, contiene biografías y anécdotas de diversas realidades culturales y geográficas y, alguna que algunos pueden considerarla blasfema, algo muy medieval, pero muy de moda y levantisca, pero que está ahí y ya es difícil tomar represalias, ejecutarlo, aunque aparezca, por ahí también, fahrenheit 451, el Kalashnikov, TNT y Goma 2.

Me permito hacer una selección de los relatos que me gustan.

En el primer tema: “El atroz redentor Lazarus Morell”, trata de la causa remota, la lástima que le producía al P. Bartolomé de las Casas los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al Emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas.

“El impostor inverosímil Tom Castro”, da ese nombre porque fue por ese que lo conocieron en Talcahuano, Santiago de Chile y Valparaíso, el real era,  y con el qué murió,  Arthur Orton. Nombre de Tom Castro fue tomado de una familia de ese apellido.

Un barco con rumbo a Liverpool naufraga y entre los que perecieron estaba Roger Charles Tichborne, cuya madre se negó a creer que su hijo hubiese fallecido, hasta tal punto que publicó desconsolados avisos en los periódicos. Uno de esos avisos cayó en manos del negro Bogle, que concibió un proyecto genial.

Bogle inventó que Orton debía embarcarse en el primer vapor a Europa y satisfacer la esperanza de Lady Tichborne, declarado ser su hijo. Después de multitud de cartas finalmente logran reunirse y la Lady con los ojos velados de llanto, reconoció al hijo pródigo.

Cuando Lady Tichborne muere, se inicia un largo proceso en el que hubo más de cien testigos. Finalmente Orton es condenado y cuando sale de la cárcel recorrió aldeas y los centros del Reino Unido, pronunciando pequeñas conferencias proclamando su inocencia aunque muchas veces terminaba en confesión.

“La viuda Ching, pirata”.  Ha habido corsarias, mujeres hábiles en el manejo de la maniobra marinera, en el gobierno de tripulaciones bestiales y en la persecución y saqueo de naves de alto bordo. Una de ellas fue Mary Read, cuya carrera fue interrumpida en una horca española, en Santiago de la Vega (Nuestra Villa de la Santísima Señora de la Vega, ciudad que fue capital de la Isla –Jamaica. Xaymaca nombre original o “lugar del oro bendecido- hasta que los ingleses la trasladaron a Kingston).

Otra pirata fue Anne Bonnry, que más de una vez arriesgó su cuerpo en abordajes, fue compañera de armas de Mary y también de horca.

Otra, más venturosa y longeva, fue una pirata que operó en las aguas del Asia, desde el Mar Amarillo hasta los ríos de la frontera del Annam. Se trata de de la aguerrida viuda de Ching, que consolidó su fama y su dureza arrasando las riveras y los mares de las costas de China. Dicen las crónicas, con augures y astrólogos, que un enfrentamiento entre el Dragón y la Zorra, fue determinante y una tarde pronunció una frase cuando subía a bordo de su nave: “La zorra busca el ala del dragón”.

Dicen las crónicas que el emperador la perdonó y dedicó el resto de su vida a contrabandear opio. Asumió un nombre que al castellano es Brillo de la Verdadera Instrucción.

“Un teólogo de la muerte”. Los Ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchon, le fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que había tenido en la tierra. Se despertó en ese domicilio y reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver. Entre sus escritos estaba un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Esto le aconteció porque las escribía sin convicción.

“Un doble de Mahoma”. Ya que en la mente de los musulmanes las ideas de Mahoma y de religión están indisolublemente ligadas, el Señor ha ordenado que en el Cielo siempre los presida un espíritu que hace el papel de Mahoma. Este delegado no siempre es el mismo.

El verdadero Mahoma, que redactó el Quorán, alguien diría que dictó las Suras, ya no es visible a sus adeptos. Me dicen que al comienzo los presidía, pero que pretendió dominarlos y fue exiliado en el Sur. Una comunidad instigada por los demonios (a lo mejor por eso le caen a pedradas) a reconocer a Mahoma como Dios. Para aplacar el disturbio, Mahoma fue traído de los infiernos y lo exhibieron. En esta ocasión yo lo vi. Se parecía a los espíritus corpóreos que no tiene percepción interior, y su cara era muy oscura. Pudo articular las palabras “Yo soy vuestro Mahoma”, e inmediatamente se hundió.

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