25 de agosto de 2020

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO- Camila Henríquez Ureña (1 de 2)


Por Carlos Darío Sousa S.*

La pandemia ha permitido ponerme al día con lecturas y autores que estaban en la lista de, cómo a veces se dice, “asignaturas pendientes”; entre ellos se encontraban Pedro Henríquez Ureña y Camila Isabel Henríquez Ureña, y nada de su otro hermano, Max, al que tuve la oportunidad de saludar gracias a su hija Grace, en el lejano Madrid de los sesentas.

Ellos siempre han formado parte de la vida de estudios y académicos, o por referencias, o por  las lecturas, de muchos que hemos estudiado  ciencias sociales, y dentro de estas, Ciencias Políticas, que es mi caso.

El edificio donde estudié la primaria, antes claro, donde quien me alfabetizó, Doña Candé  -Candelaria de Vargas-, estaba en la Calle Colón, frente a la entrada del mercado, luego nos trasladaron al edificio que está al lado  del “Arco del Triunfo”, en la escuela que se llamaba Presidente Trujillo, como no, que luego pasó a llamarse Federico Henríquez y Carvajal, hoy Leonor Feltz, que formó parte de esa camada de educadoras y asidua visitante de las tertulias en la  casa de los Henríquez Ureña, centro intelectual de la capital dominicana.

Cuando pasamos al bachillerato y después de un recorrido producto de las mudanzas de la secundaria, desde el edificio del Malecón, al lado del muelle, Comandancia de puerto, almacenes de aduana y los rieles de la compañía -si quiere ver la edificación búsquelo en “Barahona: Homenaje  fotográfico” de don Pedro Vargas-,  nos trasladaron, podía decir también nos mudaron, a la “Fundación San Rafael”, un edificio enorme –que se decía moderna construcción- que fue construido donde la familia Feliz Mustafá tenía su casa –recordamos a Fremio charreteando a pelo en el caballo ”Alma Mía”, por el caminito que estaba al lado de la pista del aeropuerto- y que tuvimos la oportunidad de estrenar, eso sí, de un lado las hembras y del otro los varones, de ahí, donde y producto de las invasiones del 1959, nos sacaron, e instalaron la Base Aérea y la Infantería de la FAD, y que ahora está la Quinta Brigada, nos trasladaron a lo que llamamos Dora, pues frente había un comercio de Dora Biagui de Escobar, al ladito de las esquinas de las calles Apolinar Perdomo, María Montés y Jaime Mota.

Decía que sabíamos de la importancia de la  familia Henríquez Ureña, de la que dice Andrés L. Mateo –Pedro Henríquez Ureña. Errancia y creación. Editada para conmemorar los cincuenta años de UNAPEC, 2013, “formaban un núcleo familiar que entraña una verdadera oligarquía espiritual de la nación”. En ese núcleo estaba la poetisa, discípula del insigne  Eugenio María de Hostos, -que introduce el Krausismo español, que viene del filósofo alemán F. Krause que aporta la base del “Instituto libre de enseñanza” -esto de por sí es otro artículo-, donde recibirá parte de su formación Hostos -ver Hostos El Sembrador de Juan Bosch-, enseñanza que luego transmitirá en Santo Domingo y en otros países de la América Hispana, ya que no le permitieron hacerlo en su natal Puerto Rico –que aún era colonia de España-, por su postura independentista. Trasladado a su otra patria, República Dominicana, donde orientará a Salomé Ureña de Henríquez, quien funda el 18 de octubre de 1881, el Instituto de Señoritas.

Decir sabíamos, no quiere decir que conocíamos, quizás algo de Salomé Ureña, por poetisa, quién de mí época no recuerda, creo que a Doña  Ercira recitándonos, aquello de “Mi Pedro no es soldado; no ambiciona de César ni Alejandro los laureles, si a sus sienes aguarda una corona, la hallará del estudio en los vergeles….”.Dice Ángela Hernández: “S.U. hizo una poesía que constituye la plataforma aspiracional de un vida nacional en paz, sustentada en el trabajo y el abandono del egoísmo y las políticas de fuerza como método de gobierno”. José Rafael Sosa. El Nacional. 15/08/ 20

Conocer la obra de PHU en la época, era difícil, al fin y al cabo fue Secretario de Estado cuando Trujillo, al que dejó con el moño hecho, abandonando al dictador quedándose en el exilio. Ya sabemos lo que eso representaba para el “Generalísimo”.

Hablemos de Camila. Nace en el Santo Domingo del 1894 y fallece en el Santo Domingo del 1973, pero eso son los números fríos del nacimiento y muerte, en medio está la trayectoria de una vida llena de logro y de ansiedades, de viaje, de estudios, investigaciones, charlas y docencia en diferentes escuelas, liceos y universidades, como profesora o dictando cursos especiales. Ahí está su vida, ahí está  su vocación.

Producto de circunstancias políticas, sale del país siendo una niña, y recala en Santiago de Cuba, donde vivía su padre y donde estudia y con el tiempo es profesora de diferentes niveles de estudios.

Esas etapas de su vida son importantes, por ser la de su formación o porque en ella va a descubrir su vocación. Pero eso podemos dejarlos para su biografía, y aquí no es el caso. Lo nuestro es ver su obra.

Está contenida, y los recopiladores admiten que creen que faltan muchas páginas, pensando que se perdieron o simplemente se destruyeron con el correr del tiempo, o fueron destruidas por la misma Camila.

El Banco de Reservas publicó en el 2004, cinco tomos conteniendo su obra y testimonios de sus alumnos y de sus profesores. Nos centraremos en el contenido y en su obra, pero esto será en el próximo artículo.

*El autor es catedrático universitario.-

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