Por Rafael Hernández
Siempre… siempre, votar es un acto de responsabilidad. Si no ha de ser
así, mejor no votar.
Siempre que usted vaya a elegir autoridades para que lo gobiernen, y
gobiernen a todo el país durante cuatro años, debe ser un acto muy serio,
honesto, responsable, donde ni siquiera el amiguismo o familiaridad deben
influir para nada, y mucho menos el dinero: EL VOTO DE CONCIENCIA. Solo la
conciencia, su conciencia de que durante cuatro años tendrá que soportar lo que
venga, y después no tener que lamentarlo.
El país puede cambiar y hay toda una voluntad del pueblo de que las cosas
cambien. Pero también tenemos un gran segmento del pueblo sin opción.
Por otro lado, hay otro segmento poblacional que ve la oportunidad de un
jugoso empleo o de una botella, si gana su partido, y en lo único que están
pensando es en cuál cargo les toca por su gran sacrificio, tantos años fuera
del poder y su enorme trabajo para llevar al poder a su candidato.
Pero además, tenemos una gran cantidad de gente del pueblo bajo, que
espera que les suban las ayuditas, no que les proporcionen oportunidades de
trabajo, solo que les sigan tirando su boronita por ahí, para seguir vegetando
sin la menor idea de futuro, ni del país que queremos y necesitamos. Y este es
el sector más peligroso para el establecimiento de un régimen democrático de
justicia social e inclusión. Ellos no quieren justicia social ni inclusión,
sino una tarjeta para comer, otra para pagar su agua y su luz y otra para el
gas que van a utilizar. Es todo cuanto necesitan: ser mantenidos. Por lo tanto, el candidato que demuestre que puede, que tiene la capacidad para mantenerlos
indefinidamente, ese es el candidato que ellos auparán y al que le “tirarán su
voto”.
De ese sector es que se aprovechan los gobiernos asistencialistas y que
pretenden eternizarse en el poder a como dé lugar, sea directamente o por medio
de testaferros, haciendo una amplia campaña de donaciones (asistencialismo).
Pero sucede que esas donaciones no son tales, porque ese dinero no sale ni del
bolsillo del presidente ni de sus funcionarios, ni de su partido. Ese dinero
sale de las arcas públicas, engrosadas con todos los impuestos directos e
indirectos que todos los ciudadanos de este país pagamos. Un 18% de Itbis, que
en definitiva cada vez que compramos un producto en realidad viene cargado ya
con un 36% en el mercadeo previo de los intermediarios y el 18% cargado al
consumidor final que somos nosotros, los que compramos. Además de eso, el
impuesto Sobre la Renta, que se nos aplica implacablemente a los del primer
nivel, pero que a los ricachones no, porque siempre tienen subterfugios de
doble contabilidad en sus empresas, supuestas donaciones a sociedades u ONG que
en definitiva son dirigidas por ellos mismos a través de terceros y una serie
de trucos de alta imaginación y tecnologías, los cuales son deducibles de dicho
impuesto, así que al final, no habrán pagado nada.
En cambio a nosotros nos aplican la ley del embudo. Los alimentos y
medicinas, y demás bienes de consumo han subido de precios hasta duplicarlos en
algunos casos durante esta pandemia y estado de confinamiento y que nadie sueñe
con que vayan a bajar. Los combustibles han subido de una manera
espantosa pese a las bajas considerables en el precio del petróleo. Eso nunca
ha cuadrado de manera convincente para los consumidores. El costo de la energía
eléctrica triplicado y cuadruplicado. Es la manera que tiene el gobierno para
hacerle campaña a su candidato, disfrazada de acción social (asistencialismo).
Es una operación gansteril hecha a lo público. Nos arrebatan el dinero de las
manos para regalárselo a su candidato. Los sueldos siguen igualitos para los de
abajo. Arriba tiene indexación aplicada automáticamente cada vez que hay
inflación. Pero no es así para quienes sufrimos y nos ahogamos con la
inflación ante el mismo salario fijo.
Entonces, la gente tiene que buscar y exigir figuras jurídicas y fórmulas
que se apliquen implacablemente a todo el que se ha manchado con el peculado.
Que los lleven a los tribunales, desde luego garantizando previamente que no
habrá fiscales ni jueces polítiqueros ni corruptos al servicio de los peores
intereses del país. Ese discursito de jueces y fiscales apolíticos no convence
a nadie, lo importante es que sean honestos y no sean parte del aparato o
cadena de corrupción. Ni en Júpiter ni en Venus hay humanos, por lo tanto no
podremos traer desde allá jueces y fiscales; así que ese es un cuento chino.
Hay que insistir en el REVOCATORIO, el pueblo tiene que imponerlo, para
que ningún funcionario electo, luego de asumir su cargo le esté “sacando la
lengua al pueblo” incumpliendo olímpicamente sus promesas y haciéndose
multimillonario a base de la miseria de sus seguidores, hay que sacarlos de ahí
si no cumplen, sin ningún tipo de contemplaciones. Pero eso solo es posible
cuando emitamos un VOTO DE CONCIENCIA. Recordemos que quien mucho está dando,
es porque está robando (no está gastando de sus bolsillos), y que para pagar
tantos favores, tendrá que seguir desfalcando al Estado en caso de llegar a la
Presidencia u otro cargo electivo.
Ya, por suerte, nadie vota por el que se dice que va a ganar, la parte
educada del pueblo tiene un voto duro, porque tiene bien decidido desde hace
mucho, por quién votará. El terror está en esas grandes masas ignaras, que van
a votar por el que les da más, aunque sea dinero sucio, de la corrupción y el
narcotráfico. Esa es la mendicidad que decide el voto y de la cual se
aprovechan todos los políticos corruptos para llegar a los cargos que
desgraciadamente detentan.
Hay quienes pronostican un baño de sangre porque ciertos sectores les
piensan arrebatar el triunfo a como dé lugar a la oposición y están
planificando un fraude descomunal, sin entender cuál es la realidad. Ojalá que
no sea así, y que el pueblo de abajo sabiamente coja todo cuanto le den, pero
que vote por el que le indica su conciencia, como lo hizo en 1978. Pero también
es bueno que esos sectores minoritarios, quienes están dispuestos a desatar un
río de sangre para mantenerse en el poder, sepan (no es todo el gobierno que
está en eso), que nunca ha habido un sector militar homogéneo, y que muchos
comandantes jamás ordenarán disparar contra su pueblo por motivos políticos, porque asimilaron lo que ocurrió en 1965, y dadas las circunstancias se unirán
al pueblo. De eso podemos estar seguros. Reflexionemos, es necesario UN
VOTO DE CONCIENCIA.
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