Para los supervivientes de casos graves de COVID-19, lo malo acaba de empezar
Por Miguel Artime
Me temo que para los pacientes cuyos pulmones inundados
necesitan la
asistencia de un ventilador, estas no son las únicas malas noticias. Veremos
más, mucho más, y es que los peligros no cesan incluso para aquellos que tienen la fortuna
de conservar la vida gracias a uno de estos respiradores
automáticos. Es probable que muchos de ellos se las tengan que ver en un futuro
cercano con efectos
adversos persistentes, provocados tanto por el virus como por
los tratamientos de emergencia que les permitieron sobrevivir.
En el mundo que existía antes de esta pandemia, cuando un paciente
ingresado en una UCI requería un ventilador, contaba con la asistencia de
enfermeras y fisioterapeutas. Estos profesionales ejecutaban prácticas
hospitalarias encaminadas a reducir
el periodo de intubación y a mantener a los pacientes lo más lúcidos y
móviles que resultara posible mientras durase su
enfermedad, ya que esto mejoraba sus probabilidades de recuperación total a
largo plazo.
Desafortunadamente el Covid-19 ha cambiado todo eso. La constante tensión que afecta a
los intensivistas desde la irrupción de la pandemia, así como la naturaleza
sumamente infecciosa del virus hace que en la práctica, no se puedan realizar
controles de atenuación de sedantes o la inducción de movimientos musculares
paliativos sin poner en riesgo a los trabajadores sanitarios.
La consecuencia de todo esto es que, quienes pasen periodos prolongados en
la UCI, especialmente si son personas de edad avanzada, tienen un mayor riesgo de padecer enfermedad
grave y/o discapacidad a largo plazo. Y es que el Covid-19 no
solo afecta a los alveolos pulmonares, la ausencia de oxígeno que provoca puede
dañar también a otros órganos esenciales como los riñones, el hígado, el
corazón e incluso el
cerebro. Aún es pronto para dilucidar a qué discapacidades
duraderas se tendrán que enfrentar quienes sobreviven al virus, pero es
probable que el período prolongado de inflamación y las enfermedades crónicas
asociadas a las neumonías, den como resultado un aumento en el riesgo de ataques cardíacos, ictus y
enfermedades renales.
Esto es algo que no debería sorprendernos, antes de la pandemia se sabía
ya que un paciente hospitalizado por una neumonía común, multiplicaba
aproximadamente por cuatro su riesgo de padecer enfermedad cardíaca (en
comparación a las personas sanas de su misma edad) durante el año posterior a
su recuperación. Por tanto, es de esperar que el COVID-19 provoque en el futuro
un gran aumento en este tipo de secuelas.
Pero hay más, mientras que un paciente aquejado de síndrome de dificultad
respiratoria aguda (SDRA) provocado por otra enfermedad, se enfrenta de media a
un período de intubación de entre 7 y 10 días, existen pacientes de Covid-19
que requieren 2 o
más semanas de ventilación asistida. Por desgracia ese
período resulta agotador para la salud de muchos de ellos, que simplemente
nunca se recuperan.
Si bien las tasas de recuperación varían de país en país, un reciente
informe realizado por el Centro Nacional de Auditoría e Investigación de
Cuidados Intensivos de Londres, descubrió que el 67% de los pacientes de Covid-19 del
Reino Unido que requirieron soporte respiratorio avanzado acabaron falleciendo.
Un estudio a menor escala realizado en China llegó a conclusiones parecidas:
solo el 14% de los pacientes intubados sobrevivió después de usar el
ventilador.
Aquellos que sobreviven, son propensos a experimentar atrofia muscular y
debilidad. Como he comentado anteriormente, estas secuelas pueden reducirse
acortando el período de intubación y manteniendo en movimiento al enfermo, pero
dado lo contagioso que resulta el SARS-CoV-2, resulta todo un desafío que los
especialistas de rehabilitación lleguen a las habitaciones de los pacientes.
Para comenzar a solucionar este problema, antes habría que resolver el de la escasez de EPIs.
Y es que de nada sirve contar con un ejército de voluntarios fisioterapeutas
si no se les envía a trabajar debidamente protegidos.
¿Estoy dibujando un cuadro de pesadilla? Puede ser, pero aún
no hemos acabado. Hablemos ahora del delirio, definido como un estado mental durante el cual
el pensamiento es confuso. Lamentablemente el delirio puede terminar
desencadenando deficiencias
cognitivas a largo plazo (hablamos de pérdida de memoria
por ejemplo). ¿Es el coronavirus el causante de este delirio? Bien, solo
parcialmente. En efecto el SARS-CoV-2 puede infiltrarse directamente en el cerebro y
dañarlo. Además, la inflamación que el virus provoca en todo el
cuerpo limita también el flujo de sangre que llega al cerebro, lo cual puede
provocar la muerte de las neuronas.
Y sí, la cosa puede empeorar. Si os he dicho que el virus es en parte
responsable del delirio que los intensivistas están observando, es porque
existe otra parte que
debemos achacar a los fármacos empleados para suprimir la
tos violenta y ayudar a los pacientes a tolerar la angustia y la incomodidad de
un tubo de respiración. Los fármacos empleados habitualmente, los cuales cada
vez son más escasos, tenían un efecto moderado sobre la psique, pero a medida
que estos sedantes son difíciles de encontrar se recurre a las benzodiacepinas,
medicamentos que pueden causar delirio intenso y prolongado.
¿Existe una forma de reducir la necesidad de sedantes para pacientes
intubados? Sí, enfermeras dedicadas que interaccionen con el paciente y
les ayuden a mantener
la calma. Pero ¿se calmarían ustedes ante la visión de una
persona a la que no conocen, equipada con máscaras faciales, EPIS y guantes,
que les habla con una voz distorsionada por los filtros? No parece muy buena
idea que alguien así intente tranquilizarte acariciando tu brazo en una UCI.
Por todo ello, el personal médico (y los psicólogos) van a tener mucho
trabajo cuando remita la pandemia y es indudable que veremos un aumento
en los problemas de salud mental, incluidos la ansiedad y la
depresión.
Vale, todo el relato hasta aquí puede sonar apocalíptico, pero yo soy
optimista por naturaleza, así que quedémonos con una cosa positiva. El Covid-19
nos está dando una lección
monumental sobre los puntos débiles de nuestra red de asistencia sanitaria.
Estoy convencido de que el estado de emergencia global va a terminar alumbrando
un sistema de apoyo a supervivientes mucho más fuerte, del cual en el futuro se
beneficiará cualquier persona que supere una enfermedad crítica.
Hasta que llegue ese momento y como ha pasado siempre, lo mejor es
prevenir. Quédate en casa y sigue las reglas elementales de higiene. Cuanto más
lejos quede el ventilador, mejor para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La Caracola agradece su disposición de contribuir con sus comentarios positivos, siempre basados en el respeto a los demás y en la ética de la comunicación popular.