Por Rafael Hernández
Alguien podrá
explicarme los efectos psicológicos o fisiológicos del Coronavirus? O quizás de
la Cuarentena?
Se dice que el
coronavirus no es un ser vivo sino una proteína, y ahí mi inteligencia se nubla,
porque si no es un ser vivo, cómo es que se reproduce en cantidades
exponenciales? Pero dejemos eso, a ver si yo lo puedo definir a lo criollo.
Coronavirus es una
proteína que está en el ambiente, fundamentalmente en los medios de comunicación, metiendo cuco a la gente y provocándo una hiperkinesia emocional a tal
punto
que la gente solo quiere comerse todo lo que hay en los colmados, colmadones,
supermercados y centros y cadenas comerciales de venta de comida en general.
Por eso, todo el dinero de los bancos está siendo retirado, porque la gente
decidió ponerse a comer exclusivamente.
Como prueba de lo
que digo, son las enormes filas que a diario hay en todos los centros donde se
vende de comer y en los bancos que por momentos superan los quinientos metros
de largo y ni siquiera están respetando la distancia social exigida, porque uno
de los traumas tradicionales de la gente en este país, ha sido hacer fila y
recuerdo que decían que en Cuba hasta para buscar comida había que hacer filas, como una crítica acre a aquel sistema de gobierno. Qué está pasando aquí ahora?
Porque en tiempos normales nunca había ocurrido un fenómeno de esta magnitud.
Es verdad que esta epidemia se va a mantener más tiempo, precisamente por la
imprudencia de la gente en filas, tanto para ir a gastar como para recibir
ayudas.
Esta cuarentena o
el coronavirus del imaginario colectivo, ha desatado el sistema de metabolismo
de la gente, de tal forma que parece que cuando se les agoten los fondos, comenzarán a comerse a sus familiares o a sus vecinos.
Nunca como antes se
había visto una situación en el comercio local, que todos los días tienen que
reabastecerse, porque se ha desatado un megaconsumismo.
Suerte que ha habido
buena producción para satisfacer esas necesidades, porque todavía no hemos
escuchado la primera queja de que se agotó tal o cual producto, sin importar
que la sobredemanda haya disparado los precios, la gente sigue comprando y
comprando, quizás pensando en un par de años de almacenamiento en las
despensas. Me imagino los armarios llenos de enlatados, debajo de las camas, de
las mesas, las neveras con las puertas amarradas con cadenas y candados para
que no se abran solas por la presión interna. Me imagino los grandes calderos
que no caben bien en la estufa repletos de guisos, donde la gente va y come y
vuelve y se sirve infinitamente hasta que el sueño los vence y despiertan con
tanto apetito que por la mañana, antes de que abran los establecimientos
comerciales, hay que volver a hacer filas para seguir manteniendo el ritmo de
deglución o ingesta desbordada.
No sé si los
inodoros tienen tanta capacidad y las estrechas tuberías del alcantarillado
sanitario podrán seguir resistiendo la presión...Por Dios! dejen los nervios y
vuelvan a consumir como antes, pues las consecuencias para la salud serán
terribles, a tal punto que desearían haber muerto por coronavirus y no de
apoplejía y obesidad. Las mueblerías y funerarias deberán estar diseñando camas
y ataúdes especiales para cuerpos de 650 a 900 o más libras, que posiblemente
haya que destajarlos en la casa porque no habrá forma de transportarlos enteros
al cementerio.
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