Por Juan Llado
La pandemia del coronavirus ha despertado un
generalizado interés en conocer su impacto sobre nuestra industria turística.
Eso evidencia un alto grado de conciencia pública sobre su importancia para
nuestra economía. Sin embargo, no se nota un igual grado de conciencia sobre
las medidas más pertinentes para responder al desafío que presenta la pandemia, tanto para el sector como para el país. A riesgo de quedar incompletos porque
no es posible predecir la evolución del fenómeno, a continuación se ofrecen
algunas pinceladas gruesas de los principales impactos y consecuencias.
En
el 2019 el turismo nos produjo unos US$7,468 millones. Eso
promedia unos US$622 millones mensuales, lo cual implica que si todo el sector
se cerrara por un par de meses –abril y mayo– la pérdida de ingresos sería unos
US$1,244. Pero como después de ese periodo (teorizado) es predecible que la
recuperación será lenta, la pérdida podría llegar hasta los US$1,600 millones
respecto a lo captado en el 2019. Sin embargo, ese grueso estimado podría ser
engañoso: por los menos el 40% de las divisas captadas vuelven a salir para
pagar las importaciones del sector, lo cual significaría que para fines de
balanza de pagos, el aporte neto seria de US$640 millones menos. Pero como la
actividad turística habrá disminuido por la pandemia y su secuela, las
importaciones también habrían disminuido.
Usando de referencia el año
2019, la pérdida total de ingresos podría entonces estimarse en unos US$1,000
millones netos. Si se toma en cuenta que mayo es el peor mes del año en
términos de ocupación hotelera y que esta baja las dos últimas semanas de
abril, la perdida bajaría a unos US$800 millones.
El Gobernador
del Banco Central anticipa, sin embargo, que las pérdidas de ingresos
del sector por efecto de la pandemia, solo ascenderían a unos US$400 millones.
La diferencia con el estimado anterior se debería al método utilizado para
elaborarlo. Es posible que el BC haya calculado el impacto sobre el subsector
hotelero solamente y que no haya tomado en consideración la ralentización
causada por la recuperación posterior.
Por suerte, la pandemia ha acarreado la caída
del precio del petróleo y el incremento en el precio del oro y eso
compensaría las pérdidas del turismo. (Las
autoridades reportan que las exportaciones totales subieron un 16% y las
remesas un 8% en los dos primeros meses del 2020.) Así no habría crisis
cambiaria y la tasa del dólar no se dispararía. Pero mucho dependerá de los
demás impactos de la pandemia en el aparato productivo nacional, las medidas de
las autoridades y la consecuente reacción de los agentes económicos.
En el sector turístico, el impacto se
distribuiría a través de la cadena de valor de la actividad, es decir, sobre
sus diferentes componentes. El cierre de hoteles por un periodo de dos meses se
registraría en el empleo (directo). A groso modo, eso significaría un desempleo
temporal de por lo menos 100,000 empleados hoteleros y de otros 20,000 en el
resto del sector. (Las autoridades cifran el total en 327,000 empleos directos
e indirectos en todo el sector.) Los hoteleros posiblemente cumplan con la
resolución del Ministerio
de Trabajo que dispone que los empleadores den vacaciones a sus
empleados por el periodo de excepción y les paguen sus salarios. Pero los
empleadores pueden despedir temporalmente a sus empleados por hasta tres meses
sin disfrute de sueldo y podría esperarse que se acojan a ese derecho por el
resto de los dos meses que restan hasta el verano.
En tal caso, el Estado deberá contemplar una
medida compensatoria para amortiguar el impacto del desempleo temporal, la cual
estaría determinada por lo que el gobierno decida con relación al desempleo
causado en otros sectores. (El candidato
presidencial del PRM ha propuesto que
el gobierno le pague RD$10,000 mensuales a los empleados desplazados por el
virus.) En el caso de los hoteleros se podría condicionar las
medidas de alivio impositivo, a que los empleadores paguen por lo menos la mitad
de los salarios durante esos dos meses de cierre. Lo mismo aplicaría a los
demás empleadores del sector.
Otro gran impacto negativo afectará al sector
agropecuario, el cual le vende al sector turístico entre un 15 y un 20% de su
producción, o sea, unos US$900
millones anualmente. Si no hay ninguna compra por dos meses, ese subsector
podría estar perdiendo entre US$75 a US$100 millones en ingresos. Pero el
Estado podría disponer que esa producción sea adquirida por INESPRE y vendida
en los barrios pobres al costo. también los comedores económicos y los
proveedores de desayuno y almuerzo escolar de las escuelas podrían absorber una
parte. Un dialogo
propuesto por el Ministro de Agricultura tendría
un futuro incierto.
La compensación estatal para el sector
empresarial sería más engorrosa y controversial. Sin duda habrá muchos agentes
económicos del sector –incluyendo transportistas, guías, micro y pequeñas
empresas—que se verán afectados. Como ayudarlos a resarcir sus pérdidas de
ingresos dependerá en gran medida de lo que el gobierno disponga para el resto
de la economía. Mas del 50% de los trabajadores están en el sector informal y
cualquier recesión económica les golpeará duro, a menos que haya efectivas
medidas compensatorias. Las medidas anunciadas por el Banco Central y las
adoptadas por el Ministerio de Hacienda en materia impositiva, sin duda
estimularán la economía, pero eso no resarce a los cuentapropistas y
microempresarios que serán afectados.
Como aproximadamente un 95% del inventario de
habitaciones hoteleras de clase mundial es de propiedad extranjera y está
distribuido entre grandes cadenas hoteleras multinacionales, la pérdida de
ingresos entre las empresas grandes del sector podría ser absorbida sin grandes
contratiempos. Gran parte de las empresas hoteleras disfrutan de un amplio
paquete de incentivos fiscales, por lo que no sería posible ayudarlas a
absorber las perdidas con exenciones impositivas. El único impuesto directo que
paga la operación hotelera sin los incentivos, es el ITBIS y, como el cierre
significa que no habría ocupación, de nada serviría eximir el pago de este
impuesto por los dos meses.
Las grandes empresas hoteleras podrán
compensar en parte su pérdida de rentabilidad con las facilidades crediticias
para el financiamiento en pesos que ha anunciado el Banco Central. Pero la
banca comercial tiene una cartera de préstamos en dólares que asciende a unos
US$1,500-1,600 millones, la cual devenga una tasa de interés promedio de un
4.9%. Es poco probable que esos prestatarios no puedan cumplir con su programa
de amortización del capital e intereses, pero cada banco acreedor tendrá que
revisar la situación caso por caso para decidir qué hacer.
Finalmente, la situación de las líneas aéreas
y de cruceros es algo de lo cual no tienen que ocuparse nuestras autoridades, porque sus propietarios son empresas extranjeras de otros países. (La única
excepción es la pequeña línea dominicana Air Century que tiene muy reducidas y
limitadas operaciones.)
Asimismo, sus trabajadores son prácticamente todos
extranjeros. En cuanto al ingreso de divisas por la visitación de los
cruceristas, la perdida estimada no sobrepasaría los US$20 millones por los dos
meses teorizados.
En comparación con el 2018, el cual registró
una bonanza histórica, el 2020 será un año de “vacas flacas” para nuestra
industria turística. Pero la pandemia pasará y la recuperación es segura,
aunque lenta. Si vemos el panorama general del país, lo más preocupante es que
transitemos este periodo electoral sin traumas y podamos instalar un nuevo
gobierno en agosto que disfrute de legitimidad. Un quiebre de la
institucionalidad democrática sería una mayúscula calamidad pública que nos
costaría muchísimo más que la actual pandemia.
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