Por Juan Llado
Por vía aérea, el país
recibe al año más de 5.3 millones de turistas extranjeros y casi
un millón de dominicanos no residentes. La Ciudad Colonial, siendo el principal
atractivo, después de las playas y el clima, recibe en visitas
diurnas unos 700,000 extranjeros que
provienen de Bávaro-Punta Cana y de los cruceros. A pesar de eso, la ciudad de
Santo Domingo no es capaz de generar pernoctaciones por sí misma y el grueso de
los extranjeros que pernoctan visitan por negocios. Procede entonces que los
candidatos a alcalde de la ciudad pregunten qué se necesita para que por sí
misma atraiga pernoctaciones y que podría mejorar la experiencia turística.
Por su lado, el Malecón no
atrae las hordas de extranjeros que visitan la Ciudad Colonial. Este sigue
siendo un espacio para las élites locales que pueden disfrutarlo porque poseen
vehículos. El pueblo llano solo acude a la Plaza Juan Barón, Guibia, el trecho
al oeste de la Avenida Lincoln y a los desfiles de Cuaresma (el 27 de febrero y
el Carnaval). Las plataformas para pescadores del MOPC han sido un costoso
desaguisado y las calzadas y lámparas que el alcalde Salcedo llevó a cabo
también se destartalaron en poco tiempo. El remozamiento que el actual alcalde
ha propiciado, aunque mejoró el entorno, no genera más visitas de las usuales:
hamacas y sillones en pares mirando al mar, son inutilizados por el abrasador
sol del trópico.
De manera que, por sí misma, la Ciudad Primada
de América no es capaz todavía de generar pernoctaciones masivas de
extranjeros. Pero Santo Domingo podría lograrlo una vez cuente con un gran
centro de convenciones que pueda competir con los ya existentes en la región
(San Juan, San José, Panamá, La Habana). En los últimos 25 años se han
realizado varios estudios y diseños de la obra, el mejor de los cuales ha sido
el de una consultora de Berlín (2008) que fue pagado por el sector privado a
iniciativa del MITUR. Se reporta que el proyecto de Sans Souci lo contempla,
pero este acusa un retraso de más de 13 años y no hay señales de un comienzo temprano.
Recientemente se creó, por iniciativa de la Asociación de Hoteles de Santo Domingo, un Buró de Convenciones. En el pasado,
los hoteleros también han ofrecido acoger un impuesto por habitación ocupada
para contribuir a generar los fondos que financien el proyecto. (Esa Asociación elaboró en 1994 un plan para promover la ciudad que nunca se ejecutó.) Pero a
pesar de varios anuncios al respecto, ha faltado el empuje oficial que vigorice
los esfuerzos, especialmente porque los centros de convenciones no son
proyectos que atraigan la inversión privada. Hasta tanto ese centro no exista
no se podrá vislumbrar la ciudad como un destino turístico capaz de generar
pernoctaciones por sí misma, limitándolas a las diurnas. Por suerte, el
candidato presidencial del PRM ha creado una esperanza con su promesa de
construir el centro, si es electo.
Tanto para los turistas diurnos como para los
que pernocten, sin embargo, la
ciudad debe potenciar sus atractivos para
aprovechar más sus visitas. El segundo proyecto de la Ciudad Colonial no
incrementará las visitas diurnas, pero estas podrían ser mejor aprovechadas con
algunas intervenciones que están al alcance del gobierno y de la ciudad. Para
facilitar la movilidad urbana que permita ese aprovechamiento, por ejemplo, se
debe crear un empalme del metro, para conectar el Parque Independencia con la
estación Joaquín Balaguer de la Avenida Máximo Gomez. (Un túnel que discurra
por debajo de la Calle Santiago tendría apenas un kilómetro.) Con eso los
visitantes podrían desplazarse desde la Ciudad Colonial hasta la Plaza de la
Cultura, proyectándose así otros importantes atractivos que son soslayados. Ese
proyecto facilitaría también las visitas al centro histórico de los habitantes
de la parte alta de la ciudad.
Una segunda intervención de bajo costo sería
la de convertir
el Malecón en una meca de visitación para
los nacionales. Esto atraería la visita de los extranjeros tanto como la Ciudad
Colonial y la Plaza de la Cultura. Para lograrlo, se contemplarían dos
subproyectos: 1) la habilitación
de la playa de Sans Soucí y 2) algunas
piscinas públicas. Ya en el pasado se han presentado proyectos para dotar a
la ciudad de playas en su litoral, pero estos conllevan una inversión demasiado
alta. Pero habilitar la playa mencionada es factible con una baja inversión. Lo
mismo puede decirse de la creación de varias piscinas entre el Obelisco
“Hembra” y la Avenida Lincoln.
Para el Malecón se han concebido numerosos
otros proyectos por diversos profesionales. Quien esto escribe ha propuesto
unas cuantas intervenciones que podrían hacerlo más amigable al usuario y
convertirlo en un área de verdadero esparcimiento, tanto
para nacionales como para turistas.
Algunas de ellas podrían ser costosas, pero la propuesta de rebautizar esa
avenida con el nombre de Paseo Juan Pablo Duarte no requiere más que una ley o
decreto. Asimismo, la erección de estatuas monumentales de los Padres de la
Patria, está al alcance de la ciudad misma. La reconfiguración turística del
Malecón es hoy pues, un requisito para hacer de Santo Domingo una meca turística
más auténtica para los extranjeros.
El otro gran sitio de visita obligada para los
extranjeros, sería el Faro a Colon. Aun cuando tiene una funcionalidad trunca,
este monumento recibe alrededor de 3,000 visitantes nacionales y extranjeros al
mes. Ese número podría duplicarse completando sus salas de exhibición y si
funcionaran sus luces y existiera un corredor expreso que lo conectara con la
Ciudad Colonial. Para ello se ha
propuesto un teleférico y una
reconfiguración del entorno del Faro que
proyecte nuestra historia de manera más balanceada, convirtiéndolo en una Plaza
de la Dominicanidad. El predominio de lo cristiano y lo español no compagina
con la naturaleza diversa de nuestra nacionalidad y, en consecuencia, las
gigantescas estatuas que se han propuesto (de Lemba, Enriquillo, Bartolomé de
las Casas y Anacaona), deberán enclavarse en sus alrededores.
A decir verdad, Santo Domingo posee pocos
atractivos turísticos que puedan generar pernoctaciones masivas de extranjeros
y, a menos que se acometan los proyectos aquí reseñados, es probable que siga
siendo un destino secundario por mucho tiempo. Pero es harto evidente la
necesidad de que nuestro producto turístico se diversifique a medida que crece
la visitación extranjera al país, por lo que la reconfiguración de los sitios
seleccionados aquí, debe figurar como prioridad de primer orden. De
materializarse esos proyectos, es seguro que los turoperadores internacionales
reaccionarían desarrollando paquetes vacacionales que incluyan a la ciudad como
sitio de estadía. Ojalá y los candidatos a alcalde tomen esto en consideración.
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