Por Roberto Dominici

Como yo no tengo vela en ese entierro, lo que más me
aconsejarían mis amigos y allegados es que no me meta “en pleito
ajeno”, que
“el becerro manso se mama su teta y se mama la ajena”, que “en boca cerrada no
entran moscas”, “que uno sabe de hoy, pero no sabe de mañana”, y hasta cosas
peores. Y podrían tener razón, por un lado, claro.
Y ese lado al que me refiero es el del poder del Estado en un
país donde la dignidad, la honestidad y otros valores afines, tienen centros de
compra en puestos fijos, a donde van quienes se han convertido en mercancía, y
como toda mercancía, su precio depende de la oferta y la demanda.
Y son muchos, por cierto. Y serán cada día más en la medida
en que se prolongue la actual descomposición cívica y moral que empuja y
amontona, como un tractor gigantesco, la actual política oficial de pervertirlo
todo, de comprar a todo el que se venda, y de hacerse “el ciego” ante la
corrupción, el tráfico y consumo de drogas, y otros demonios afines.
Del otro lado, el de la moral, la identidad ciudadana, el
compromiso con las causas dignas, la coherencia pasado-presente, la cosa es
diferente, o mejor dicho, muy diferente, aunque los unos y los otros seamos
hijos del mismo entorno, y muchos hasta nacidos y criados en la misma ciudad, y
hasta en el mismo barrio.
Y aunque en lo particular muchos salen beneficiarios de la
forma como se gestiona actualmente el Estado en su conjunto, llámese Junta
Municipal, Ayuntamiento, Cámara de Diputados, Senado, y de último, el Gobierno
Central, en lo general pierde el pueblo, pierden los más pobres.
Y si lo sucedido en estas elecciones fue para perjudicar a un
candidato del mismo partido, comprometido con los mismos intereses del gran
capital, ¿qué no se haría en las venideras elecciones nacionales si se vieran
las posibilidades de que un partido o agrupación de partidos amenazara con
sacar del poder a los actuales partidos y grupos de partidos gobernantes?
Si es Pepito quien responde esta pregunta, apuesto morocota a
cabo de túbano que contestaría: ¡CUALQUIER COSA, MAESTRO!
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