La maravillosa tercera edad
Por Freddy Ginebra
Por Freddy Ginebra
El otro día publiqué un artículo sobre mi eterna
juventud. Como la gente me tiene confianza no faltó uno que otro que me
abordara en la calle y me preguntara sobre la verdad detrás del artículo.
Prometí dar detalles ya que no puedo mentirle a aquellos que cada 15 días se
toman la molestia de leerme.
El mundo cibernético me confunde y más de una vez
frente al cajero automático me han confiscado la tarjeta. Me dilato y sale un
letrerito que me advierte ha terminado el tiempo. Estoy por recomendar a los
bancos que tengan atención especial para los que como yo estamos apuntando a
llegar a los 80.
A esta edad se coleccionan enfermedades y es
imposible no hablar de ellas, algunos más que otros, el cáncer es tema
obligatorio, y la cara de susto la ponemos todos.
Se olvidan los nombres, fechas ya imposible
recordar, divertido cuando uno ve un rostro y sabe que lo conoce pero no lo
ubica. Ya cuando me preguntan ‘¿a que usted no sabe quién soy?’, contesto: ¡A
que no!, y respiro profundo y aliviado.
En la mañana nos preguntamos si dormimos bien, ya
el sueño se nos va escapando y la gran mayoría, como yo, desde las 3 o 4 de la
mañana estamos colando café y luego en horas de la tarde podemos dormirnos
elegantemente en cualquier lugar aparentando que estamos meditando.
¿Y dónde habré puesto las llaves del carro? Jurar
que alguien las tomó para encontrarlas en los lugares menos comunes como en un
lavamanos.
Comenzar a leer las esquelas mortuorias y alegrarte
cuando no estás en ellas, cada mañana busco y casi siempre encuentro a un
conocido.
Divertido es encontrar lo arrugados que están tus
amigos, uno piensa que sigue igualito, pero si es honesto consigo mismo llega a
la conclusión que la etapa del vientre de cuadritos, la melena que se mueve con
el aire y la mirada limpia se perdieron en un pasado muy lejano.
En esta maravillosa edad, nuestros mejores amigos
son los médicos. Los clasificamos y los tenemos ubicados para posibles o
constantes dolencias. No queremos ir a geriatras porque nos negamos a pensar
que somos ancianos, y andamos buscando justificaciones que alarguen las
posibilidades de vida. Salir de los carros es más complicado, antes con una
rapidez asombrosa, hoy primero la pierna derecha, luego la cabeza inclinada con
garbo y después de respirar, la pierna izquierda y siempre sonreír, ¡bueno los
que mantienen sus dientes!
Vivir tiene su encanto e insisto y ratifico mi
artículo anterior, soy un hombre joven que vive con intensidad cada momento de
su vida. Allá el cuerpo si no quiere responder, mi espíritu lo desafía y les
confieso que todos los días pido al creador que la muerte me encuentre bailando.
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