Cómo mataron a monseñor Oscar Arnulfo Romero

Es un estruendo
ronco y prolongado, en cierto sentido impropio de un disparo calibre 22, pero
no de la enormidad del asesinato que acababa de consumarse.
"El disparo sonó como una
bomba", escribiría luego en sus memorias Jorge Pinto, el hijo de la mujer
en cuya memoria Romero celebró su última misa, en la capilla del
hospital Divina Providencia de la capital salvadoreña.
Para el
periodista salvadoreño Carlos Dada, quien lleva más de una década investigando
la muerte de monseñor Romero, esa fue la tarde en la que inició "nuestra
larga guerra civil que duraría doce años y nos dejaría casi cien mil
muertos".
Y el martirio
de Romero también puso en un predicamento al Vaticano, donde durante
mucho tiempo un poderoso sector se opuso a la canonización del hombre que, sin
embargo, no necesitó de una bendición papal para pasar a ser conocido como
"el Santo de América".
Eventualmente, la canonización del religioso salvadoreño, que había iniciado en 1994, se desbloqueó en 2013, por lo que 38 años después de su muerte monseñor Romero ya es oficialmente santo de la Iglesia Católica.
Eventualmente, la canonización del religioso salvadoreño, que había iniciado en 1994, se desbloqueó en 2013, por lo que 38 años después de su muerte monseñor Romero ya es oficialmente santo de la Iglesia Católica.
El asesinato de San Oscar Arnulfo
Romero, sin embargo, sigue en la impunidad.
Y detalles importantes, como la identidad del autor material de aquel disparo calibre .22, continúan siendo un misterio.
"Ese es el gran secreto de la derecha salvadoreña", le dijo a BBC Mundo Dada, quien se apresta a publicar un libro sobre el asesinato del santo centroamericano, el resultado de la investigación más exhaustiva hasta la fecha.
Y detalles importantes, como la identidad del autor material de aquel disparo calibre .22, continúan siendo un misterio.
"Ese es el gran secreto de la derecha salvadoreña", le dijo a BBC Mundo Dada, quien se apresta a publicar un libro sobre el asesinato del santo centroamericano, el resultado de la investigación más exhaustiva hasta la fecha.
A 31
metros de distancia
Por lo pronto, de lo que no hay ninguna duda es que el hombre que le disparó a Romero lo hizo desde un Volkswagen Passat de color rojo, el que se detuvo frente a la puerta de la capilla poco antes de las 6:30 de la tarde de aquel 24 de marzo de 1980.
Por lo pronto, de lo que no hay ninguna duda es que el hombre que le disparó a Romero lo hizo desde un Volkswagen Passat de color rojo, el que se detuvo frente a la puerta de la capilla poco antes de las 6:30 de la tarde de aquel 24 de marzo de 1980.
"Solo Romero
pudo haberlo notado, porque los escasos asistentes a la misa estaban de
espaldas a la puerta. Pero afuera algunas personas vieron el carro. Parecía
tener un desperfecto mecánico porque el conductor forcejeaba la palanca de
velocidades", cuenta Dada en el primer capítulo de su libro, adelantado
esta semana por el periódico digital salvadoreño El Faro.
"En el asiento de atrás otro hombre esperaba. A exactamente treinta y un metros con diez centímetros de distancia, Romero pontificaba desde el altar", continúa el relato.
"En el asiento de atrás otro hombre esperaba. A exactamente treinta y un metros con diez centímetros de distancia, Romero pontificaba desde el altar", continúa el relato.
El prelado, de
hecho, se aprestaba a concluir la eucaristía.
"Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor; como Cristo. No para sí, sino para dar conceptos de justicia y paz a nuestro pueblo", alcanzó a decir todavía.
"Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor; como Cristo. No para sí, sino para dar conceptos de justicia y paz a nuestro pueblo", alcanzó a decir todavía.
"Unámonos
pues, íntimamente en fe y esperanza, a este momento de oración por doña Sarita
y por nosotros", pidió también monseñor Romero, antes de que su
plegaria fuera interrumpida definitivamente.
Según el dictamen forense, el disparo
que silenció al arzobispo lo impactó muy cerca del corazón, "a 20 cm. de
la línea clavicular anterior y a 6 cm. del esternón", dejando "un
agujero circular con un diámetro de 5 milímetros".
Y, en su trayectoria por el tórax del sacerdote de 62 años, el proyectil lesionó varios vasos del mediastino, incluyendo la aorta ascendente, provocando así la hemorragia incontenible que le costó la vida.
Un verdadero trabajo profesional que, según el excapitán Álvaro Saravia -el único hombre que ha sido condenado por el asesinato-, fue ejecutado por un ex guardia nacional, miembro del equipo de seguridad del hijo de un exmilitar (y expresidente) salvadoreño.
Y, en su trayectoria por el tórax del sacerdote de 62 años, el proyectil lesionó varios vasos del mediastino, incluyendo la aorta ascendente, provocando así la hemorragia incontenible que le costó la vida.
Un verdadero trabajo profesional que, según el excapitán Álvaro Saravia -el único hombre que ha sido condenado por el asesinato-, fue ejecutado por un ex guardia nacional, miembro del equipo de seguridad del hijo de un exmilitar (y expresidente) salvadoreño.
Siete
sospechosos
Las acusaciones de Saravia -quien fue condenado en un juicio civil celebrado en EE.UU., pero logró darse a la fuga - están recogidas en otro trabajo de Dada, el reportaje "Así matamos a monseñor Romero", publicado por El Faro en marzo de 2010.
Las acusaciones de Saravia -quien fue condenado en un juicio civil celebrado en EE.UU., pero logró darse a la fuga - están recogidas en otro trabajo de Dada, el reportaje "Así matamos a monseñor Romero", publicado por El Faro en marzo de 2010.
Pero esta
semana el actual arzobispo de El Salvador, cardenal Gregorio Rosa
Chávez, resucitó la tesis de que el tirador -descrito en el momento de los
hechos como un hombre barbado- podía ser argentino.
"Es posible, pero no es lo más probable", le dijo sin embargo Dada a BBC Mundo.
"Es posible, pero no es lo más probable", le dijo sin embargo Dada a BBC Mundo.
Y, por lo
pronto, la lista de sospechosos del periodista salvadoreño, quien se encontró
varias veces con Saravia en la clandestinidad, contiene todavía siete nombres
diferentes.
De lo que no quedan dudas, en cualquier caso, es que el hombre que apretó el gatillo fue nada más una pieza más de una conspiración organizada desde los sectores más radicales de la extrema derecha salvadoreña.
De lo que no quedan dudas, en cualquier caso, es que el hombre que apretó el gatillo fue nada más una pieza más de una conspiración organizada desde los sectores más radicales de la extrema derecha salvadoreña.

Según Saravia,
fue el propio D'Aubuisson quien le ordenó conseguir el auto empleado para el
asesinato de monseñor Romero y lo mandó luego a pagarle al tirador
"mil colones" (poco más de US$110), cuando todo ya estaba consumado.
Una versión
que coincide con las conclusiones de la Comisión de la Verdad para El
Salvador, establecida luego de los acuerdos de paz de 1992, que en su
informe final afirma que D'Aubuisson "dio la orden de asesinar al
arzobispo e instrucciones a su entorno de seguridad de organizar y supervisar
el asesinato".
"El padre
Jesús Delgado, biógrafo de monseñor Romero y quien desde hace años
promete que algún día, en un libro, revelará quiénes ordenaron el asesinato del
arzobispo, asegura que el mayor Roberto d'Aubuisson fue solo una pieza
operativa, no el autor intelectual del asesinato", advierte Dada hacia el
final de "Así matamos a monseñor Romero".
Y, por lo pronto, muchos de los supuestos participantes en el complot mencionados por Saravia en el reportaje de Dada siguen libres en un El Salvador que desde este domingo tiene oficialmente santo propio.
Un santo que, para muchos salvadoreños, ya merecía ese título incluso antes de aquella bala calibre .22 acabara con su vida a las 6:30 de la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando no dudó en volver a usar su púlpito para defender los derechos humanos.
Y, por lo pronto, muchos de los supuestos participantes en el complot mencionados por Saravia en el reportaje de Dada siguen libres en un El Salvador que desde este domingo tiene oficialmente santo propio.
Un santo que, para muchos salvadoreños, ya merecía ese título incluso antes de aquella bala calibre .22 acabara con su vida a las 6:30 de la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando no dudó en volver a usar su púlpito para defender los derechos humanos.
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