Por Ernesto Heredia
En el diario vivir nos encontramos con
individuos que lamentablemente viven pensando en que los demás no somos
importantes, sino ellos. No crean conciencia de que todos los seres humanos
tenemos los mismos derechos y deberes, como ciudadanos y como personas.
Debemos tomar conciencia cuando usamos
el mismo transporte, por ejemplo, para trasladarnos a nuestro trabajo o de
regreso al hogar, démosle preferencia y cedamos los asientos a las personas que
en verdad lo necesitan, como las embazadas, envejecientes, niños,
discapacitados.
Pero todo esto lo podemos lograr siempre
y cuando creamos conciencia de lo que estamos haciendo y de lo que queremos
lograr, para agradar primero a Dios y luego a los demás.
De manera que usemos la conciencia
mientras estemos en este mundo, que nadie te recuerde por lo que tú fuiste sino
por cómo te comportaste con el prójimo en tu paso por la tierra. La elegancia
es una forma de vida, no es un estilo.
Tratar a los demás con educación, es
cuestión de clase y no de dinero. Siempre hubo gente con clase y clases de
gente. Si te respetan, respeta. Si te faltan el respeto, respeta. No bajes tu
nivel por nadie.
Tener un título no significa tener
educación. El título es solo un papel, la educación es un estilo de vida.
Corrige en privado a los demás y felicítalos en público.
Una sonrisa abre muchas puertas,
expresarse correctamente abre caminos, la amabilidad abre corazones. No grites,
no ofendas, no juzgues, ni humilles a nadie. Los gritos son señal de debilidad, la
humillación indica pobreza interior, la calumnia es señal de envidia y la
agresividad demuestra inseguridad.
Lo más importante es la persona que eres, sin importar la profesión que tengas, lo que estudiaste o el cargo que has obtenido. Lo importante es lo que hay en tu corazón. No descalifiques a ningún ser, todos tienen algo que enseñarte y tú algo que aprender. Las ideas se pueden robar, el talento jamás. Los bienes materiales se pueden perder, la educación, la clase y el buen gesto, jamás.
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