Por Salvador Holguín
En
lo que definimos a bolsillos de quién fueron a parar los 92 millones de dólares de los
sobornos y sobrevaluación de Odebrecht en sus operaciones y confabulaciones en
República Dominicana, he preferido aprovechar el asueto de la Semana Santa, también conocida como la Semana Mayor, para hacer un stop, meditar un poco y
saber si estamos actuando como ciudadanos con nobleza o con ego, ante nuestros
semejantes.
Sucede
que Placido Domingo es madrileño y José Carreras catalán. Por cuestiones
políticas, en 1984, Carreras y Domingo se enemistaron, a tal punto que cuando lo
contrataban para cantar, ambos hacían constar en sus contratos que sólo se
presentarían en el espectáculo si el adversario no era invitado. En 1987,
al tenor José Carreras le sorprendió un enemigo mucho más fuerte que su
rival Plácido Domingo, le diagnosticaron una terrible ¡¡¡LEUCEMIA!!! Su lucha
contra el cáncer fue muy terrible, se sometió a varios tratamientos, además del
autotransplante de médula ósea y un cambio de sangre que lo obligaba a viajar
una vez por mes a los Estados Unidos. En estas condiciones no podía trabajar y
a pesar de ser dueño de una gran fortuna, los altos costos de los viajes y del
tratamiento debilitaron sus finanzas. Cuando no tuvo más condiciones
financieras, tomó conocimiento de la existencia de una Fundación en Madrid, cuya
única finalidad era apoyar a personas con tratamiento leucémicos.
Con
el apoyo de la Fundación “HERMOSA”, el cantor José Carreras venció a la
enfermedad y volvió a los escenarios a cantar, recibió nuevamente altos
contratos, y trató de asociarse a la Fundación. Al leer sus estatutos, descubrió
que el fundador y presidente de la Institución era Plácido Domingo. Luego se
enteró que éste había creado la entidad, en principio, para atenderlo y que
prefirió mantenerse en el anonimato para que no se fuera a sentir humillado por
aceptar ayuda de su "enemigo". Pero lo más conmovedor fue el
encuentro de los dos... Sorprendiendo a Plácido en una de sus presentaciones en
Madrid, José Carreras interrumpió el espectáculo y humildemente se arrodilló a
sus pies, le pidió disculpas y le agradeció públicamente. Plácido lo ayudó a
levantarse y con un fuerte abrazo sellaron el inicio de una gran amistad para
siempre.
Este
acontecimiento de Plácido Domingo y José Carreras nos deja una gran enseñanza,
de que no importa cuán poderosos, famosos o millonarios seamos, la vida nos puede sorprender en cualquier momento
y tener que necesitar la mano solidaria hasta de nuestro más acérrimo enemigo,
también debe servirnos de ejemplo e inspiración y saber que en las dificultades
hay que ayudar a las personas, sin importar que sea contrario o competidor
nuestro, en definitiva, nada de lo que tenemos se va con nosotros cuando Dios
nos mande a buscar, porque del polvo venimos y al polvo volveremos. Que lo más
admirable del hombre no es el ego, sino la nobleza de él.
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