Dicen los norteamericanos que una buena democracia precisa de tres cosas: 1.- Una economía de mercado; 2.- Una sociedad civil fuerte y 3.- Un gobierno responsable.
Si es así, pienso que los dominicanos tenemos razones para sentirnos optimistas; porque, primero, tenemos una economía de mercado que, con sus imperfecciones, va caminando bien; segundo, tenemos una sociedad civil que cada vez se
fortalece más; no esa sociedad civil cuyos dirigentes lo son también del partido mayoritario dentro de la oposición, sino la que ha estado emergiendo últimamente y que, de manera cívica, -pero también, hay que decirlo, sin ningún tipo de restricción por parte del Gobierno-, ha realizado marchas, recogido firmas y se ha expresado de las más variadas formas, en franco ejercicio democrático que nos enseña a todos que crecemos; y tercero, tenemos un gobierno responsable, que en cada una de las encrucijadas que le han presentado el tiempo, ha sabido responder a su país con honradez y eficiencia sin prescindir de la asertividad Después que algunos se movilizaron para pedir el fin de la impunidad; después que otros se regodearon en azuzar acciones y omisiones; después que el gobierno, a través de las agencias estatales responsables de ello, dio y sigue dando muestras de que sabe que la pasión afecta el buen juicio, razón por la cual nunca acusa encono contra sus adversarios, sino que, por el contrario, aprovecha las diferencias -y sus opiniones- para fortalecer su espíritu de disposición y cooperar en la construcción de la nación que todos queremos; después de toda la tempestad ha vuelto la calma.
Y la gente empieza a entender que tiene un gobierno centrado que observará, para el caso Odebrecht, la misma responsabilidad que observó en los casos de Barrick Gold, Bahía Las Águilas, Loma Miranda, Gonzalo (Los Haitises), Los tres Brazos, el CEA y cualquier otro que ahora se me escape.
Porque los pasos del Gobierno no se activan a partir de mediocridades políticas ni de la ambición del poder por el poder, sino que se inspiran en la suprema misión que le ha sido encomendada de trillar el mejor de los caminos para todos los dominicanos.
Porque gobernar es, además de saberse mantener, lograr con el pueblo esa sintonía que impulsa, que sostiene, que legitima; y eso es precisamente lo que ha hecho Danilo Medina, ganar la confianza de su pueblo, que lo percibe como lo que es: Un trabajador incansable y honesto a su favor.
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