Historias de las Ideas Políticas V
Presocráticos, Heráclito, Eleatas, Pluralistas (1)
Por Carlos Darío Sousa S.*
Después de los pitagóricos, hay que estudiar a
Heráclito y a Parménides, que veremos después, llamados los “metafísicos”, es
decir, los primeros pensadores de la historia que hallaron nuevas respuestas en
la original búsqueda de la arkhé, más allá de los caminos
abiertos hasta entonces por milesios y pitagóricos.
Heráclito de Éfeso (535-475 a. C.), va a
introducir en la filosofía el concepto fundamental de logos (del gr. Lego, es
decir, explicar, mostrar, etc.), mediante el cual se da a entender lo que las
cosas son, es decir, muestran lo que son a través de su racionalidad interna.
El cosmos tiene una explicación racional gracias al logos, razón
universal que
pone al alma en contacto con el Uno, el Uno eterno que equivale a “todas las
cosas son una”. Por tanto, tras el cambio o movimiento de las cosas se
encuentra la unidad, el orden y la armonía.
El elemento de la naturaleza que mejor explica ese
todo será para Heráclito el fuego, fuego que se transforma en
todas las cosas y todas las cosas en fuego. Pero la fórmula que mejor
explicaría la movilidad, según el pensador de Éfeso, es la “lucha de contrarios”,
la guerra que gobierna todo en una especie de tensión en continuo devenir,
regida por la ley universal del logos.
Porque, en definitiva, lo propio del hombre y de la vida inteligente, será la
vida según este logos.
Al sur de la península itálica, conocida como “Magna Grecia”, existe una ciudad llamada Elea, que resultará célebre por la potencia intelectual de sus tres
principales pensadores: Jenófanes, Parménides y Zenón.
Jenófanes
de Colofón, muy crítico con el antropomorfismo de la
mitología prefilosófica griega, es
decir, de su propia tradición representada por los grandes poetas como Homero y
Hesíodo, sobre todo cuando éstos mostraron a la divinidad llena de los mismos
vicios que los mortales. De modo que Jenófanes será el primer pensador que
imagine a Dios como un ser trascendente, uno e inmutable, y no como a un ser
indigno de los seres humanos.
Parménides
escribió su poema “Sobre la naturaleza” a modo de un viaje ideal en el que el
viajero debe decidir qué camino tomar: el que conduce a la verdad mediante los
ojos de la razón, y no de los sentidos, o el que conduce a la opinión a través
de los sentidos, es decir el camino de la pura apariencia. Es el hombre el que elige
el camino de la verdad, llegará a descubrir que “el ser es y el no-ser no es”, la gran cuestión necesaria
para alcanzar la akhé. Es decir, si
seguimos a la razón, encontraremos que el Ser es: Uno, Indivisible, Continuo y
homogéneo, Eterno, Ingénito e imperecedero, Inmóvil, finito y esférico, y
finalmente Inteligible. Estas cualidades del Ser, por tanto, se oponen a las
derivadas de las engañosas opiniones, tal como le percibimos mediante los
sentidos: móvil, plural, compuesto, mudable y temporal. Porque lo importante es afirmar el Ser, no el
no Ser.
Por último, reparamos en Zenón, aquél “eleata”
discípulo de Parménides famoso por sus aporías
o dificultades de la razón, inventor de unas paradojas del entendimiento para
demostrar que el movimiento no existe, que sus razonamientos llevan a una
reducción de lo absurdo. La más célebre de sus aporías es la “Aquiles y la
tortuga”, en la cual expone que en una carrera hipotética, el veloz atleta
Aquiles jamás alcanzaría a una tortuga en la que ésta partiese con una ventaja
inicial sobre aquél. La dificultad consiste en situarnos en un espacio y un
tiempo divisible infinitamente, cosa que es posible (pensar) en el mundo
matemático y metafísico (donde el movimiento sería absurdo), pero no en el mundo
físico.
Veamos ahora a los llamados “pluralistas”, porque ellos
encontraron que mediante un solo principio como “arkhé” no se podía
salvar la pluralidad y la riqueza variada de lo real, de modo que acudieron a
varios principios explicativos de todas las cosas, proponiendo una “arkhé”
plural como fuerza ordenadora de todo, a partir de la cual aparece el cosmos.
Los principales “pluralistas” son: Empédocles de Agrigento, los atomistas Leucipo y
Demócrito y Anaxágoras el clazomenio.
*El autor es catedrático universitario.-
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