La Música en el Castillo del Cielo (III de III)
Por Carlos Darío Sousa S.*
Hay que colocarse en el contexto histórico en el que
compone, crea, su música que va en las “Cantatas”, “Motetes”, “Suites”, “Adagio”,
“Sinfonías”, “Sonata” “Requiem”, etc.
Sobre la variedad de temas, fundamentalmente
religiosos, en ese contexto histórico, sobre la vida y la muerte de Cristo,
tomando como base la vida de las “sagradas escrituras” del antiguo y nuevo
testamento, del que no es ajeno el pueblo Hebreo.
Bach fue un gran defensor de los instrumentos
musicales en uso a los que le da una participación en las ejecuciones, así
vemos como utiliza instrumentos de cuerdas, ya sean frotadas, punteadas y
golpeadas: frotadas, violín y las violas; punteadas como el piano, o de viento con soplo humano, madera o metal, en
madera: dobles como Oboes, en metal como
trombas, hay que señalar que en la época de Bach, las trompetas carecían de
válvulas. En percusión, entre otros, usó pieles en tensión.
Atar cada uno de los cabos que implica la
construcción de cada una de las obras que compuso, nos permite valorar sus
extraordinarios logros al expresar la esencia
de la escatología luterana: ideas sobre la eternidad, sobre la vida y la
muerte, música que hoy día, aún, sigue siendo atractiva indistintamente de la
posición religiosa que se tenga.
Es que Bach tenía el hábito de la perfección y eso
lo encontramos en la Misa en Sí menor, donde se manifiesta la majestuosidad,
sobriedad y meticulosidad. Para Bach como cristiano, la Biblia poseía un enorme
valor referencial. Le había proporcionado textos para dramas musicales y le
había ofrecido parábolas y relatos con los que podían identificarse todos los
miembros de su congregación.
En su forma latina, el Ordinario de la Misa le
permitía concentrarse en temas universales y en un lenguaje sedimentado en el
tiempo, con una maestría técnica que puede abarcar cualquier estado de ánimo o
estilo a voluntad.
Fuera cual fuera la fuente de su inspiración, Bach
nos obsequia con la música más
monumental que hemos oído hasta ahora, para transmitir la majestuosidad de
Dios, y en la amplitud de su visión, comprendió su concepción del universo como
un todo armonioso; sin embargo, componía en una época en que la ruptura de la unidad social estaba ya muy avanzada y
las antiguas estructuras de la religión estaban viéndose rápidamente socavadas
por los pensadores de la Ilustración, y la llamada secularización.
El viejo Bach es el epítome de un músico que se
esforzó durante toda su vida y que finalmente adquirió el hábito de la
perfección. Fue un ser humano imperfecto, algo que no solemos tolerar de uno de
nuestros héroes. La hagiolatría que lo ha seguido durante los últimos
doscientos años, revela una renuencia
generalizada a aceptar la complejidad y las contradicciones del
temperamento artístico y se ha
esgrimido para impedir que pudiera verse
la verdadera personalidad de Bach: su yo cotidiano, el yo que vivió al lado,
debajo y dentro de la narración de su manera de hacer música, que no tenía nada
de ordinario.
Podíamos seguir indagando sobre la vida y obra de
Juan Sebastián Bach, pero es como abandonar lo esencial que es su música. Al
inicio de estos artículos, refería desde cuando conozco su música. Hoy, tantos
años después y de darle algo seguimiento a su obra, puedo decir con las que me
quedaría y escucharía con placer y deleite. Siempre me quedaré con Las dos
Pasiones, el Oratorio de Navidad. La Misa en Si Menor. Adagio in G. Minor.
Suite III in D. Air On G. y por supuesto Toccata y Fuga.
Espero tener tiempo para poder seguir descubriendo
su música que llega al corazón y eleva el espíritu.
*El autor es catedrático universitario.-
*El autor es catedrático universitario.-
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