Por Alejandro Santana
Ser solidario con el necesitado
es una condición, humana que enaltece a quienes la practican, al tiempo que les
llueven las bendiciones.
Pero, cómo es bien recibida la asistencia solidaria y bendecida
por nuestro Dios, cuando es
sincera sin poses ni pasarelas.
La Biblia dice, Dios ama al dador alegre, al humilde, al que da
parte de lo que tiene, nunca lo que le sobra, lo dejó instituido cuando estando
en un templo junto a sus discípulos ponderó la ofrenda de un poderoso y el de
una mujer humilde.
Para Dios, es más apreciado lo que se da con humildad, no lo que
se hace por estar en pasarelas y en exhibicionismo.
Traigo todo esto a colación, porque ahora, aunque ha ocurrido
siempre, salen las notas en los medios, diciendo: Empresario dará cientos de
cuadernos para niños pobres, Diputados, Senadores y hasta Síndicos, darán
útiles escolares para niños pobres.
Eso está bien, dar al que necesita, al desamparado, pero en qué tiempo es esa donación, ahora cuando los padres de esos niños necesitados
hicieron grandes esfuerzos por comprarles sus útiles escolares, las acciones
asistenciales fuera de tiempo no surten ningún efecto positivo.
Pero tampoco lo obsequiado, con grandes fanfarrias y
desbordamiento publicitario, es agradecido, los necesitados lo toman, pero
nunca lo agradecen, porque no les llegó justamente cuando estaban necesitándolo.
En un país donde hay tantas
gentes con necesidad de las cosas materiales, es bien recibido lo que se da, siempre y cuando ese! Dao!, llegue en el momento en que se necesita, pero casi
nunca ocurre de ese modo.
Hay tres ocasiones en la vida en que recibimos con agradecimiento
los obsequios, que son en las necesidades médicas, para la cena de la Nochebuena y a la hora de empezar el año escolar.
Son tres momentos en la vida de un pobre en que la solidaridad
oportuna es apreciada y agradecida, fuera de ahí se inscribe en el concepto de
que sólo se busca connotación
como figura, el figureo, la pasarela, el exhibicionismo y el complacer el ego
personal.
Dar tardío, fuera de tiempo de época y con la fanfarria
publicitaria, no nos hace más queridos, por el contrario, nos aleja más del
sentimiento afectuoso de los
que reciben lo obsequiado. La gente agradece la solidaridad en los momentos en
que la salud nos juega una mala pasada, en los tiempos de mandar nuestros hijos
a las escuelas y en la cena navideña para nuestros hijos.
Espero que sirva de reflexión para quienes obsequian cosas a
nuestra gente pobre, que en lo adelante lo hagan a tiempo y si lo hacen, que lo
hagan fuera del desbordamiento de la publicidad, porque se podría entender como
una burla a la necesidad de mucha gente a quien el Estado mantiene en la línea
de la pobreza por la escasa efectividad de programas sociales.
Que Dios bendiga al dador alegre, pero sobre todo, al que da sin exhibicionismo, porque eso se aleja
del concepto divino de nuestro creador.
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