22 de agosto de 2016

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 22 de agosto, 2016)

Hablemos de la historia de la Cultura

Por Carlos Darío Sousa S.*

Vamos a intentar hablarles de la Historia de la Cultura Universal, y que, como dice el profesor José Antonio Maravall (Antiguos y Modernos, 1998), debería ser “Historia de las Mentalidades”.

Karl Jasper, en su venerada obra “Origen y Meta de la Historia” (Alianza, 1981), dice que la “historia está abierta por la prehistoria y por el futuro y es que la historia de los hombres se ha desvanecido en su mayor parte del recuerdo. Solo se hace accesible en mínima porción, mediante laboriosa investigación”, y a veces por el azar con el lanzamiento de una piedra.

La profundidad de la larga historia, no ha quedado verdaderamente iluminada.

La tradición de los tiempos históricos –los tiempos del testimonio escrito- es fortuita e incompleta, y ésta, a pesar de los grandes descubrimientos de elementos que nos dan una visión de los hechos y confirmaciones, en otros casos, de algunos ya manejados con criterios de realidad. Los “Rollos del Mar Muerto” –de ahí la piedra-, es un ejemplo, pero aún se debate, por su amplitud y complejidad, de hasta dónde nos pueden llevar. En realidad, sólo desde finales del siglo XV e inicios del XVI, pasan a los documentos, al testimonio escrito. El futuro es un campo ilimitado de posibilidades, no está decidido.

Entre la prehistoria, cien veces más larga, y la inmensidad del futuro, se extienden cinco mil años de historia visible para nosotros, un ínfimo trozo en la existencia humana, que se prolonga hasta perderse de vista. Por ninguno de sus lados está condensada, y no se puede obtener más de ella, una figura cerrada como una imagen integral que se sostiene por sí misma.

En medio de la historia, estamos nosotros y mi presente. Y desde él vamos a recorrer con los instrumentos que nos han dejado muchos de los que han recorrido con sus investigaciones, con sus teorías, con su esfuerzo para darle sentido al hoy, con los nuevos aportes que trae la tecnología, con los libros, para como decía Jasper “hincar el ancla del presente en el futuro”. (Opus cit.).

Lógicamente, los cinco mil años a los que nos referimos hace un rato, es sólo simbólico, o si se quiere, una referencia, pues el hombre –término genérico- o lo que podemos llamar nuestro primer antepasado, hace más de dos millones de años, allá en Tanzania, como hoy en otros cientos de lugares  –en Adis Abeba (descubrimiento de Lucy), o en Atapuercas por emplo – en el valle de Olduvai, el investigador Leakey descubría los restos del Zinjanthropus Boisei -un antorpoide- un cráneo datado en 1,750,000 años-, que se valió de utensilios para efectuar determindas actividades o acciones.

Podemos decir que una rara bestia produjo la primera cultura. Y es que “a la decantación histórica de los proyectos humanos podemos llamarla CULTURA (Fullan, 1988). Ese ser primitivo no se limitaba a esto con un proyecto, es decir, se desconectaba de lo que Ortega y Gasset llamaba sus “circunstancias”, y pasaba a tener a partir de ahí “un conjunto de caracteres propios de un pueblo o raza”.

Eso era, casi, civilización. Aunque para llegar a ser civilizado le faltarían millones, miles de años de evolución. Desde allí hasta usar el lenguaje y exteriorizar los elementos, que le saquen del estado “salvaje”, faltarían millones, miles de años.

Pero eso sí, ese tránsito, digamos, era inevitable. Para llegar a lo que hoy somos, la resultante de la evolución, tendríamos que superar vicisitudes inimaginables, que las investigaciones han ido revelando, gracias a ese indetenible interés del ser humano de saber, paso a paso, de dónde venimos y cómo se produjo ese salto. Porqué pensar lo que seremos, sólo la ficción o la imaginación cubren ese espacio de tiempo, y esto, como dice Hawking en el “Universo en una cáscara de Nuez” (Planeta, 2002): “Los seres humanos siempre hemos querido controlar el futuro o, al menos, predecir lo que va a ocurrir”.

*El autor es catedrático universitario.-

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