21 de junio de 2016

Apuntes Para una Historia del Malecón Barahonero (I)

Por Virgilio Gautreaux P.

“Una ciudad se convierte en una forma de vida y pensamiento, algo en lo que la historia, la arquitectura, la música, las artes plásticas, el poder, la memoria, los intercambios, los encuentros entre personas e ideas, las disonancias, las finanzas, la política, los libros, y los credos, hablan en voz alta; se trata del espacio en el que nace el mundo moderno a la par que adquiere forma para su futuro.”
Leonidas Donskis

Parte primera

Nuevamente vuelve al tapete la cuestión de la Estación de combustible en la entrada de nuestra emblemática Avenida Enriquillo. Esta vez, sus promotores están más preparados y cuentan con el apoyo de los “árbitros” institucionales. En efecto, nuestros esforzados Regidores y los Funcionarios locales de Medioambiente, Turismo, Defensa Civil y Bomberos-a unanimidad- han aprobado que la vía sea adornada con esta importante “obra de desarrollo”.

Debemos tener presente que este comportamiento de nuestras autoridades locales no es nuevo. Recordemos que cuando unos contratistas del Ministerio de Turismo quisieron incrementar sus ganancias, arremetieron contra la glorieta del Parque Central y pretendían tumbarla, para lo cual buscaron un “experto” que demostraba que dicha estructura estaba a punto de caerse y que era casi un peligro público. Un corito de funcionarios barahoneros y algunos lambones, apoyaban también ese desatino. Con el desastre del famoso “Boulevar”, su respuesta ha sido mantener la boca cerrada. Es decir, silencio cómplice.

Captura de pantalla 2016-06-20 a las 23.32.01En una ocasión anterior habíamos escrito que en la época en que los Regidores de nuestro Ayuntamiento no cobraban por sus labores, éstos se desempeñaban 24/7 al servicio del crecimiento del Municipio. Se reunían en horas de la noche pues eran hombres de trabajo. Eran extremadamente celosos con los recursos financieros a su cargo y eran verdaderos talibanes en la defensa del desarrollo municipal y la seguridad de los y las barahoneras. En los años treinta el Cabildo barahonero tenía una planta eléctrica que suplía de energía la población. También un acueducto, un camión para recoger basura y otro para regar las calles no asfaltadas para evitar polvaredas. Ese Ayuntamiento tenía una verdadera Banda de Música, una dotación de Policías Municipales, un Cuerpo de Bomberos y financiaba parcialmente un Instituto Comercial. El Cabildo tenía una empresa de sal marina en Puerto Alejandro que empleaba numerosos obreros y generaba recursos a la tesorería del municipal.

Por $350 el Cabildo contrató con el ingenio Barahona la construcción de un rodillo para mantener las vías en buenas condiciones y abrir calles en barriadas periféricas. Una Ordenanza prohibía arrastrar maderas o troncos por las calles para evitar su deterioro y evitar polvaredas. A pesar de que no habían muchos vehículos en la ciudad, era frecuente imponer multas por violación a la ley de Tránsito. En los archivos municipales de años treinta y cuarenta localizamos multas a los Sres. Chichí Periche, Jacobo Lama y Julio Fabián, entre otros.

Luego encontramos la Sala Capitular regulando el tamaño de los panes, enfrentando las panaderías locales. Más adelante la vemos observando en el muelle la salida de plátanos y otros rubros para garantizar que en la localidad haya suficiente plátanos y otros rubros, para evitar la especulación. Cuando el ciclón de San Zenón (3 de Septiembre de 1930) se aplicaron dispositivos para prevenir el desabastecimiento de alimentos que provocaba la salida de plátano y otros bienes hacia la capital, que al estar paralizada sus industrias y el comercio, estaba generando escasez en las tiendas barahoneras.

En otra ocasión, controla el orden público apresando carajitos traviesos alterando el órden público, jugando pelota en las calles, arrojando piedras o ausentándose de las escuelas. Para ello le imponía multas a los padres. El Jefe de la Policía Municipal-Noé Sterling-multó al Sr. Isidoro Gracia, por estar fumando dentro del Teatro Unión.

En otra ocasión vemos el Ayuntamiento, a principios de los años treinta, interviniendo en los pesos y medidas del café, a petición del cafetalero Juan Bujosa. Un poco más atrás observamos al Cabildo apresando animales en las vías públicas y multando a sus propietarios, además de cobrar su mantenimiento mientras se mantuvo en el corral municipal. Si los animales no eran reclamados, al cabo de cierto tiempo, eran subastados. La ubicación pocilgas era objeto de regulación. El tránsito de ganado por la ciudad requería de permiso pagado, determinación de la vía, fecha y hora.

Siguiendo su papel de promotor cultural, en los primeros años del siglo pasado nuestro Ayuntamiento subsidiaba parcialmente la publicación de un periódico, imprimiendo en sus talleres circulares, talonarios y avisos al público, además de no cobrarle impuestos. También disponía de una excelente biblioteca que periódicamente era dotada de nuevos libros. Una Secretaria atendía al público y rendía mensualmente un reporte de visitantes. Otras veces-en coordinación con agrupaciones juveniles-pagaba el transporte y alojamiento de intelectuales que dictaban conferencias, así como de intérpretes musicales.

Pero ahí no se detiene el desarrollismo municipal de aquellos Regidores. Impulsaban la producción de café y otros rubros; montaban ferias locales; coordinaban la participación de los sectores productivos barahoneros en ferias y exposiciones en otras partes del país. Apoyaban que productores de varios rubros participaran a finales del siglo XIX en ferias internacionales. Manejaban celosamente mercados, mataderos, galleras y el cementerio. Los Ediles construían áreas deportivas y apoyaban decididamente las agrupaciones culturales y recreativas. Ese pequeño Ayuntamiento de entonces otorgaba becas a estudiantes, pagaba un dentista, un médico para los pobres y pagaba una farmacia para que se mantuviera abierta en horas de la noche.

En 1943 el Ayuntamiento cubría parte del Desayuno Escolar, el cual era elaborado por la Escuela de Economía Doméstica que dirigía Doña Fabiola de Garnes. También pagaba la Comadrona Municipal de los Pobres, la cual rendía mensualmente a la Sala Capitular un informe de sus actividades. Para Enero de 1944 tenían que pagar placa las carretillas, carretas tiradas por animales, los limpiabotas y las bicicletas. El Cabildo en coordinación con Salud Pública mantenía un control de los perros realengos y en determinada época del año procedía a su eliminación para prevenir enfermedades o mordidas de perros atacados por la rabia. La Corporación edilicia mantenía limpios y arborizados varios parques de la ciudad y una Brigada de trabajadores que limpiaban contenes y calles.

A pesar de lo costoso que significaba para el Ayuntamiento, sus Regidores se ocupaban de que los Miembros de la Policía Municipal, de la Banda de Música y los Bomberos, tuvieran sus uniformes y zapatos en buenas condiciones. La compra de instrumentos para la Banda y equipos contra incendios, era importante. La mayoría de los Directores de la Banda de Música eran muy calificados, debiendo ser además, profesores de la Academia de Música Santa Cecilia, donde la juventud barahonera de ambos sexos se inició por los caminos del arte de combinar los sonidos y el tiempo.

Los integrantes del Cabildo impulsaron que la Sala Capitular barahonera realizara una ingeniosa operación financiera para construir un moderno mercado público con una excelente ubicación para la ciudad de 1944. Hoy de aquel mercado sólo quedan las ruinas y el actual “mercado” es un verdadero vertedero repleto de alimentos en el suelo, pésimas condiciones de higiene y gente apiñada. Los clientes sudorosos soportan pestilencias. Esto contrasta con un Ayuntamiento que a finales de los años cincuenta ante la expansión urbana de Barahona construyó en “mercado satélite” en Villa Estela. Hoy está abandonado y ocupado ilegalmente por numerosas familias. Décadas después Gobierno a mediados de los años noventa construyó otro “mercado satélite” en la parte norte de los blanquizales, el cual también fue ocupado ilegalmente por numerosas familias. Desalojadas estas personas hace unos dos años, por diversos factores e incapacidades entrecruzadas, este mercado nunca ha entrado en operación.

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