18 de abril de 2016

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 18 de abril, 2016)

Breviario de una campaña electoral (3 de 3)
Referencias sobre cómo hacer una campaña electoral

Por Carlos Darío Sousa S.*

Capítulo XII
Oí decir a una persona, a propósito de ciertos oradores a los que quería confiar su causa, que los términos en que se expresó el que había negado su defensa, fueron más de su agrado que los utilizados por el que había aceptado hacerlo: hasta ese punto los hombres se dejan cautivar por el aspecto y por las palabras antes que por la realidad de su propio beneficio.

Gayo Cota, un maestro en estrategia electoral, solía decir que tenía por costumbre prometer a todo el mundo sus servicios, a no ser que pidieran algo en contra de su deber, y que no se los ofrecía a aquellos a cuya disposición juzgaba muy conveniente estar. No decía que no a nadie, porque a menudo surgía algún imprevisto que impedía a cuantos había hecho una promesa, que la aprovecharan, de manera
que frecuentemente tenía menos ocupaciones de las que se había imaginado. Así mismo, aseguraba que no puede tener la casa llena de gente quien sólo acepta los compromisos que se ve capaz de adquirir, que el azar ocasiona que vaya bien un asunto con el que no contabas, y, en cambio, que vaya mal otro que creías tener por la mano; por lo tanto, decía, lo último que se debe temer, es que enfade la persona a la que se ha mentido.

Las promesas quedan en el aire, no tienen un plazo determinado de tiempo y afectan a un número limitado de gente; por el contrario, las negativas te granjean muchas enemistades. Así pues, es preferible que, de vez en cuando, unos pocos se enfaden contigo en el foro, a que lo hagan en tu casa, habida cuenta de que se enfadan mucho más con los que les han dado una negativa que aquel que se ve impedido a ayudarles por algún motivo importante.

Capítulo XIII
A continuación, debo hablar de la opinión pública, algo que ha de preocuparte muchísimo. De todas maneras, ten en cuenta que lo que he ido exponiendo contribuye a que se divulgue una buena opinión sobre ti; la fama de orador, el afecto de los publicanos y el orden ecuestre, la simpatía de los nobles, el constante apoyo de los jóvenes, la compañía asidua de los que has defendido, la multitud, proveniente de los municipios, que acude a tu lado; todos los que dicen y piensan que los conoces bien, que les hablas con amabilidad, que les has pedido muchas veces el voto atentamente, que eres afable y generoso.

Ya has conseguido las masas urbanas y has conseguido el aprecio de los que presiden las asambleas populares. Debes conseguir también que todos sepan que cuentas con los mejores deseos. Por último, procura que toda tu compaña se lleve a cabo con gran séquito, que sea brillante, esplendida, popular, que se caracterice por la grandeza y dignidad, y, si de alguna manera fuera posible, que se levanten contra tus rivales los rumores de  crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que no desentonaría con sus costumbres.

Tienes que velar al máximo por ofrecer buenas expectativas en tu política y porque se te considere una persona íntegra. Ahora bien, mientras seas candidato, no debes intervenir en ningún asunto de Estado, ni en Senado, ni en las asambleas populares; es necesario, por tanto, que te contengas.

Capítulo XIV
Estas son (parte) de las ideas que acudían a mí. Queda una tercera: esta es Roma, una ciudad constituida por el concurso de los pueblos, en la que abunda la traición, el engaño y todo tipo de vicios,   en la que hay que soportar la arrogancia, la obstinación, la envidia, la insolencia, el odio y la impertinencia de muchos.

Tienes que ser muy prudente y muy hábil el que vive rodeado de tantos hombres con vicios tan diversos y tan graves, para poder evitar la hostilidad, las habladurías y la traición.

Por esta razón, persevera todavía más en seguir el camino que te has marcado: sobresalir en la elocuencia. Gracias a ella uno puede ganarse y atraerse  la simpatía de los hombres”, “dado que el principal vicio de esta ciudad suele ser olvidarse de la virtud y de la honradez, a este respecto, conócete bien a ti mismo, es decir date cuenta de que tú eres la clase de persona capaz de suscitar en tus adversarios el peor temor  a un proceso y a una condena; haz que sepan que los observas y vigilas: temerán no sólo tu manera escrupulosa de actuar y el prestigio y la fuerza de tu palabra, sino también y sin duda la devoción que te profesa el orden ecuestre.

Por lo tanto, si velamos por un asunto tan importante, si logramos que los que nos quieren bien pongan el máximo celo en ayudarnos, si asignamos una función determinada a cada uno,  de los hombres nos apoyan y que gozan de influencia, si planteamos a nuestro adversario, la perspectiva de un proceso, si infundimos temor en sus intermediarios y si frenamos de algún modo a los que  ofrecen dinero en su nombre, se puede conseguir que no haya sobornos o que estos no sirvan de nada.

Estas son las cosas que, no es que las sepa yo mejor que tú, pero sí que he creído poder, con mayor facilidad de la que a ti te permiten tus muchas preocupaciones, aunar y enviarte por escrito.

Estimados amigos:
La historia es la mayor fuente de la verdad, ella se encarga de quitarle la máscara a los que se creen poseedores de la verdad absoluta, y  la modestia de que son capaces los que se creen dueños de la “ciencia infusa”

Pero aun, así la historia sirve también para hacer, para desgarrar, de un acontecimiento, lo que se hace, y perfeccionarlo actualizándolo, llevándolo a una realidad diferente, con medios tan diferentes que Quinto Tulio Cicerón ni podía ni pudo imaginar que unos cuantos siglos después, alguien, o algunos o muchos, con mucho más recursos de lo imaginable, tendrían la voluntad de hacerlo, que su opúsculo tenga vigencia y que un grupo de desalmados, sin su consentimiento, lo actualizaran, lo modernizaran y lo aplicaran con un rigor meridiano.

Eso de por sí no es malo, lo malo es que no tengamos el pan del circo romano, porque si es por el valor de las instituciones y el poder que se acumula más allá de las centurias, seguimos tan cerca de ellos que no nos damos cuenta que sólo nuestra ropa es diferente. A lo mejor viene de un viaje de esos ya vestido con su toga, no la cándida, sino la de Nerón, y nos obligue a seguirlo hasta en la ropa.

Por supuesto, como se decía en las películas, cualquier similitud con la realidad, la actual, es pura coincidencia”.

Por demás, espero lo disfruten.


PD: Marco Tulio Cicerón, siendo cónsul, acusó a Lucio Sergio Catilina de conspiración para destruir la República romana, en lo que llamó conjuración de Catilina. 

*El autor es catedrático universitario.-

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