11 de abril de 2016

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 11 de abril, 2016)

Orden Mundial

Por Carlos Darío Sousa S.*

Es el título del nuevo libro de Henry Kissinger  (Debate, 2016) del que dice son “Reflexiones sobre el carácter de los países y el curso de la historia”.

De Kissinger me he leído “Política exterior americana” (1976), y el monumental y clásico “Diplomacia” (edición de 2010). El autor ha tenido gran influencia en la política exterior de los EEUU, del que fue Secretario de Estado durante los
Gobierno de Richard Nixon y Gerard Ford, también fue consejero de Seguridad Nacional.

Fue el artífice de la denominada “política de distención”, tanto con la entonces URSS y la República Popular China  (a raíz de la llamada diplomacia del Ping-Pong),  intervino en la difícil negociación para ponerle fin a la guerra de Vietnam e intervenir en las aún más difíciles relaciones entre árabes e israelíes. Es premio Nobel de la Paz de 1973.

Se le liga a varios golpes de Estado en nuestro Continente, principalmente el dado a Salvador Allende. Ha sido asiduo visitante de nuestro país, donde tiene bastantes relaciones personales.

“Orden Mundial” es un libro abarcador, como suele serlo cuando Kissinger escribe, pues partiendo de una época en la que Europa tenía “El orden internacional pluralista”,  pero tenía un permanente caos con guerras religiosas o con designios Imperiales de monarcas que quieren aumentar sus territorios y sus influencias, y que a partir de la importante “Paz de Westfalia” con los tratados que firman “las potencias”, se inicia un largo periodo de paz en la que se inicia “un nuevo concepto de orden internacional”.

Señala, con propiedad, que este es el momento diferenciador de una etapa con relación a la siguiente, al establecerse el Estado como piedra angular del orden europeo y con él se establece el concepto de “Estado soberano”, a partir del cual cada uno puede establecer su propia organización interna y su orientación religiosa libre de intervenciones, incluso se les dan derechos a las minorías religiosas.

Es a partir de ese momento que empiezan a conformarse los principios de un sistema de “relaciones internacionales”, cuyo principal motivo era el de evitar las guerras totales en el continente europeo. Pero viene acompañado de los conceptos “Razón de Estado e Interés Nacional”.   

Por supuesto, la paz de Westfalia no resultó todo lo que sus protagonistas desearon, principalmente Metternich, ministro de Asuntos Exteriores de Austria y  Bismarck Ministerpräsident prusiano, pues se produjeron acontecimientos que le dan un carácter especial al período: la Revolución francesa, las guerras napoleónicas, Congreso de Viena, restauración del absolutismo,  las revoluciones de 1848, la guerra de Crimea y la aparición de la conservadora Rusia zarista como potencia en la Europa post napoleónica. Cada uno de estos acontecimientos contiene lo que Unamuno llama “intrahistoria”, que los proyectan en el panorama político universal.

El capítulo II, bajo el título de “El sistema de equilibrio de poder y su fin”. El enigma ruso. “De Pedro el Grande a Vladimir Putin las circunstancias han cambiado, pero el ritmo (de expansión) se ha mantenido extraordinariamente constante”. “Expandir el Estado en todas las direcciones, ésta es la función del Ministerio de asuntos Exteriores”, decía Nashchokin, Ministro del Zar Alejandro.
Sin otras fronteras naturales que los océanos Ártico y Pacífico, Rusia estuvo en situación de satisfacer este impulso durante varios siglos, incursionando alternativamente en Asia Central, después en el Cáucaso, luego en los Balcanes y más tarde en Europa Oriental, Escandinavia y el mar Báltico hasta el Océano Pacífico y la frontera con China y Japón. Cada año se expandía un número de kilómetros cuadrados superior al territorio completo de muchos estados europeos (en promedio, cien mil kilómetros cuadrados desde 1552 hasta 1917)”. Particularmente no voy a entrar en las reuniones  de Yarta y de Teherán, y los resultados de la segunda guerra mundial.

El islamismo y Oriente Próximo, que tiene como subtítulo “Un mundo en desorden”, nos dice lo siguiente: “El mundo se acostumbró a los llamamientos de Oriente Próximo, instando a derrocar el orden mundial y regional en beneficio de una visión universal. La profusión de absolutismos  proféticos ha sido el sello característico de esta región, suspendida entre el sueño de su gloria pasada y su incapacidad contemporánea para unificarse en torno a principios comunes de legitimidad interna o internacional. En ningún lugar del mundo es más complejo el desafío del orden internacional: tanto en lo que respecta a organizar el orden regional, como en lo concerniente  a asegurar la compatibilidad de ese orden con la paz y la estabilidad del resto del mundo”.

El Islam ve al mundo como una unidad política “dar al-islam” frente al “dar al-harb”, el primero está en guerra permanente con el segundo. Para imponer ese sistema universal es por medio de la “yihad”, obligación de los creyentes de propagar su fe a través de la lucha.

“La multiplicidad de Asia” y dentro de este capítulo: “Asia y Europa: Diferentes conceptos de equilibrio de poder”. El mapa político de Asia ilustra el complejo tapiz de la región. Comprende países industrial y tecnológicamente avanzados, Japón, Corea del Sur e Indonesia,  cuyas economías rivalizan con las de Europa; tres países de dimensiones continentales, China, India y Rusia. Una población mayoritariamente musulmana, Afganistán, Pakistán, Bangladesh, Malasia e Indonesia, y existen minorías musulmanas cuantiosas en India, China, Birmania, Tailandia y filipinas. Muchas de estas naciones están creciendo en poder y confianza en sí mismas.

El rasgo más común de los estados asiáticos en su idea de representar a países “emergentes” o “postcoloniales”. Todos buscando superar el legado de siglos de dominio colonial. Afirmando una fuerte identidad nacional.

Quiero por último referirme a dos capítulos:  “Tecnología, equilibrio y conciencia humana”, y la Conclusión: “¿Orden mundial en nuestra época?”.

Sobre el primero, dice que “Cada época tiene su leitmotiv, un conjunto de creencias que explica el universo, que inspira o consuela al individuo ofreciendo una justificación a la multiplicidad de acontecimientos que lo afectan. En el período medieval, fue la religión, en la Ilustración, la razón; en los siglos XIX y XX, fue el nacionalismo combinado con una visión de la historia como fuerza motivadora. La ciencia y la tecnología son los conceptos que guían nuestra época, que han producido un progreso en el bienestar humano sin precedentes en la historia. Su evolución trasciende las restricciones culturales”.  

El Orden mundial en la era nuclear es un subtítulo. Desde que la historia empezó a ponerse por escrito, las unidades políticas tenían a su disposición la guerra como último recurso. Pero la tecnología que hacía posible la guerra también limitaba su alcance.

Con la revolución industrial, el ritmo del cambio se aceleró y el poder proyectado por los ejércitos modernos se tornó más devastador. La tecnología europea y las enfermedades europeas, contribuyeron de manera determinante a arrasar las civilizaciones existentes en las Américas.

El advenimiento de las armas nucleares llevó este proceso a su culminación. Después de la primera explosión atómica en julio del 1945, J. Robert Oppenhaimer, el físico que dirigió el desarrollo del arma secreta, anonadado por el triunfo, recordó un pasaje del Bhagavad-gita (Importante texto sagrado hinduista. Se le considera uno de los clásicos religiosos más importantes del mundo. Cuya etimología significa la canción de Bhagavan. Dios que posee todas las opulencias) dijo, “Ahora me transforma en la muerte, la destrucción de mundos”.

La guerra nuclear planteó el dilema de cómo restablecer alguna relación moral o política entre la capacidad de destrucción de las armas modernas y los objetivos que se perseguían. Los proyectos de cualquier clase de orden internacional requerían ahora la mejora urgente del conflicto entre las grandes potencias. Se buscaba un límite teórico para impedir que cada superpotencia utilizara la totalidad de sus capacidades nucleares.

Se definió la estabilidad como un equilibrio (equilibrio nuclear) en el que ninguna de las partes utilizara sus armas, porque el adversario siempre podía infligir un nivel de destrucción inaceptable en represalia. El suicidio mutuo se convirtió en el mecanismo determinante del orden internacional. Cuando, durante la Guerra Fría, ambos lados se desafiaron mutuamente, fue a través de guerras subsidiarias.

Con el fin de la Guerra Fría, la amenaza de guerra nuclear entre las superpotencias ha desaparecido. Pero la propagación de la tecnología, en especial de la tecnología de producción de energía nuclear pacífica, ha incrementado inmensamente la posibilidad de adquirir un potencial de armas nucleares. La agudización de las líneas divisorias ideológicas y la persistencia de conflictos regionales sin resolver, han magnificado los incentivos para adquirir armas nucleares, incluso para actores de estados corruptos o no-estados.
Producto de esas circunstancia, los EEUU, la URSS y el Reino Unido, negociaron un Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT), sobre el que hoy han firmado 189 signatarios.

¿Orden mundial en nuestra época? En las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, parecía que estuviera a punto de nacer una sensación de comunidad global. Las regiones industrialmente avanzadas del mundo estaban exhaustas a causa de la guerra; las regiones subdesarrolladas comenzaban sus procesos de descolonización y redefinición de sus identidades. Todos necesitaban cooperación antes que confrontación. Y EEUU, preservado de las devastaciones de la contienda, se lanzó a poner en marcha ideales y prácticas que consideraba aplicable al mundo entero.

Cuando EEUU alzó la antorcha del liderazgo nacional, añadió una nueva dimensión a la búsqueda de un orden mundial. En tanto nación explícitamente fundada sobre una idea de gobierno libre y representativo, identificó su propio ascenso con la extensión de la libertad y la democracia, y atribuyó  a estas fuerzas la capacidad de alcanzar esa paz justa y duradera que hasta entonces había eludido al mundo.

Todo orden internacional debe afrontar tarde o temprano el impacto de dos tendencias que desafían una cohesión: o la redefinición de la legitimidad o un cambio significativo en el equilibrio de poder.

Lograr el equilibrio entre los dos aspectos del orden –poder y legitimidad- es la esencia del arte del gobierno. Los cálculos de poder sin una dimensión moral, transformarán cualquier desacuerdo en una prueba de fuerza; la ambición no hallará descanso; los países se verán embarcados en insostenibles tour de forcé de cálculos elusivos relacionados con la cambiante configuración del poder. Por otra parte, las proscripciones morales que no se preocupan por equilibrio tienden a la cruzada o a desarrollar políticas impotentes que invitan  a cuestionarlas; los dos extremos ponen en peligro la coherencia del orden internacional mismo.


Kissinger finaliza su libro con estas palabras: “Hace mucho tiempo, en mi juventud, yo tenía el descaro de creerme capaz de pronunciarme sobre “el sentido de la historia”. Ahora sé que el sentido de la historia es algo que debemos descubrir, no proclamar. Cada generación será juzgada por cómo se enfrentó a los problemas más grandes y significativos de la condición humana, y qué estadistas deben tomar la decisión de afrontar estos desafíos antes de que sea posible saber cuál será el resultado”.

*El autor es catedrático universitario.-

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