18 de enero de 2016

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO (Lunes 18 de Enero, 2016)

La Diplomacia del Ingenio

Por Carlos Darío Sousa S.*

Marc Fumaroli, francés, catedrático de la Sorbona, que ha dedicado gran parte de su tiempo al estudio de la retórica y de la literatura francesa, nos permite ahora recorrer y comentar “La diplomacia del ingenio”, Acantilado, 2011. Obra que nos va a trasladar a una época en que Francia se fue decantando del clasicismo -tendencia o estilo artístico y literario que se caracteriza por la búsqueda de la serenidad, el equilibrio y la armonía de las formas propias de la tradición greco-romana-. Decía que se decantó, por el arte de la conversación, abierto y expansivo, propicio a la sociabilidad y a la negociación.

Y más que todo eso, es un viaje al pasado francés, donde desde el poder se inicia el cambio del latín -que es el idioma generalizado de la intelectualidad europea- al  francés. Es un viaje por los estilos literarios y lo es también por sus principales exponentes, que con la protección de las instituciones que se forman desde el gobierno, harán desde el francés una lengua universal, y será desde la diplomacia la lengua de expresión e intercambio entre embajadores. Como lo sería en mucho de nuestros países la lengua del Derecho.

Crear una lengua a partir de otra vulgarizada, implica un trabajo intelectual de proporciones “bíblicas”, y despojarla de los modos y estructuras que le precede es algo que no solamente se construye en años, sino inclusive, en darle el tratamiento adecuado y  el aceptado de las acepciones que deben aparecer en un diccionario, en un trabajo de especialistas despojados de prejuicios y buscar un estilo ideal dominado por el principio del “decorum” y del tiempo implicó, también, un largo proceso. 

Cicerón, Hortensio, Salustio, Platón, Aristóteles, Seneca, Dante o Quintiliano, entre muchos, demasiados para nombrarlos, constituían la base intelectual europea que escribieron en Griego o en Latín, y ellos no eran ni primitivos ni tardíos, ni entraban en la controversia de “antiguos y modernos”, como ocurriría posteriormente. Pero fueron el referente del francés, como lo fue del castellano.

El Castellano, la lengua del Imperio que dedicó Nebrija –Gramática Castellana, 1492- a la Reina Isabel de Trastámara, La Católica, ya tuvo a tiempo con el aporte de Miguel de Cervantes con su Quijote, novela de extraordinarias dimensiones  que los franceses no tenían, aunque la primera gran obra fue “El Cantar del Mío Cid”, de alrededor de 1200 escritas en lengua romance.

La Europa que conocemos hoy día es absolutamente diferente a la medieval, territorialmente estaba dividida hasta lo inimaginable, dominada por príncipes y reyezuelos, que imponían sus criterios feudales, tanto en la económico, en lo religioso, como cualquier aspecto de la vida de sus pueblos, incluyendo las lenguas conque hablaban. De ellas, de su conjunto, es que nacerá el francés, como el castellano, el italiano, el portugués o el búlgaro,  a partir de la lengua romance.

El libro, 695 páginas, está dividido en 16 capítulos, en los que Fumaroli va decantando o recorriendo el largo y tortuoso camino de cómo se fraguo  una lengua, un idioma con todas las aristas que tal hecho conlleva. La prosa se convierte en un asunto de estado como de socialización.

El descubrimiento de la pulcritud en los textos en prosa, requiere una autentica diplomacia del ingenio. Su floración viene acompañada de una nueva primavera en los géneros literarios. Ni el ensayo, ni las memorias, ni la correspondencia (traté este tema en el artículo Fumaroli. Septiembre, 2015), ni las recopilaciones de los moralistas habían encontrado antes unas condiciones tan extraordinarias.

A partir del “Los manifiestos de Vigenère”, en el que se llama a sus contemporáneos, es una invitación a legar obras capaces de resistir a la larga noche que quizá ya va cerniéndose, tras el incipiente clarear.

Y dice: “Pues toda la marcha de la vida humana se asemeja propiamente a un carruaje al que van enganchados dos caballos, a saber, el hacer y el decir (y en esto incluyo la escritura), cuyo cochero es la razón, que debe efectivamente sujetar las riendas de todos nuestros proyectos y acciones: por ello hay que amordazarlos con esmero, cepillarlos, peinarlos, y tenerlos bien limpios; pues son ellos quienes finalmente harón llegar y resonar nuestro nombre en el templo de la ansiada inmortalidad”     

El capítulo tres, es otro ejemplo, “La prosa del Estado: Charles Paschal, teórico del estilo real”, nos presenta la retórica y  política en tiempos de Enrique III y de Enrique IV. Dos obras van a orientar este periodo. La edición de “Sobre la elocuencia en lengua vulgar” del Dante por Jacobo Carbonelli, dedicada a Enrique III en 1577, y el tratado “Sobre el mejor género de elocución” de Charles Paschal, dedicado a Pierre Forget de Fresnes, en 1596,  primer secretario de la cámara y receptor de los establos del rey, Secretario de Hacienda, Embajador en España, Secretario de Estado, entre otros cargos. Estos dos libros marcan el camino del debate retórico de la corte de Francia desde el inicio del reinado de Enrique III y otra en el umbral del reinado de Enrique IV.
Es un mandato pues “La sublimación de la lengua vulgar requiere su uso previo por parte de quienes detentan el poder, ejercitan las virtudes y hacen pasar su lengua de la potencia al acto, del plomo al oro”.     


Me queda pendiente,  por lo cual les pido su anuencia, abundar en otros capítulos del libro, como los que se refieren a: Los orígenes del arte francés; Las memorias de los géneros de prosa; Memorias en forma de conversación galante; El arte de la conversación, El poder de las mujeres o el espíritu de  alegría; Las fábulas de La Fontaine o la sonrisa del sentido común. 

*El autor es catedrático universitario.-

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