"Estamos
preocupados y tenemos miedo. Si esto sigue así, no sé cómo
voy a pagar la renta
de la tienda", le dijo Danis a la BBC.
Danis
niega ser un "ilegal": tiene pasaporte sudafricano. Pero eso no ha
servido de nada ante los cientos de manifestantes, algunos armados con machetes
y hachas, que gritan para que se vayan los extranjeros y dejen de "robar
los puestos de trabajo" a los locales.
Para
Danis, eso es un "sinsentido". "Cuando ven a los otros mejorar,
se ponen celosos. Creemos que los locales quieren que nos vayamos y si las
autoridades de arriba no pueden ayudarnos, quiénes somos nosotros para
quedarnos".
La violencia xenófoba comenzó a principios de este mes de abril en la
ciudad portuaria de Durban, donde ha dejado al menos seis muertos y ha terminado
por extenderse a Johanesburgo.
En especial, a la zona este de la ciudad, donde abundan los comercios de
dueños extranjeros que están en el punto de mira de las protestas.
Contra la
violencia y la inmigración
Después de los saqueos de los últimos días, este viernes la policía se vio
obligada a formar una barrera para contener a los manifestantes indignados.
Culpan a los inmigrantes, casi todos llegados de África y Asia tras el fin
del "apartheid" en 1994, de la falta de trabajo: la tasa de desempleo
es del 24%.
Según los cálculos oficiales, en Sudáfrica hay alrededor de dos millones de
extranjeros, el 4% de la población. Pero otras estimaciones apuntan a hasta
cinco millones.
Muchos sudafricanos se han manifestado contra la violencia pero también
están descontentos con los niveles de inmigración y se sienten perjudicados por
la llegada de extranjeros.
Los ciudadanos de
los países vecinos, más pobres que Sudáfrica, siempre vieron ese país como una
oportunidad, un lugar donde se podrían sentir como en casa.
Allí hay una larga
tradición de inmigración, un fenómeno que se dio incluso durante los 90, en los
últimos años de la era del racismo institucionalizado del apartheid.
Pero
incluso para la Sudáfrica moderna, constitucionalmente comprometida con ser el
"país del arcoiris", tolerante con todas las minorías, la última ola
de violencia no deja de resultar chocante.
En
Durban, donde la violencia comenzó, una cadena radial apela a sus oyentes a la
vuelta a la normalidad con el siguiente anuncio: "Tus electrónicos son
chinos, los números son árabes ¿y te quejas de que tu vecino es un
inmigrante?".
Sin
embargo, en 2008, una ola de violencia similar dejó al menos 62 muertos.
Machetes
El
jueves, quienes se oponen a la violencia se manifestaron en la ciudad de
Durban. También condenó la situación el presidente, Jacob Zuma.
"Ninguna
cantidad de frustración o indignación puede justificar los ataques a
extranjeros y el saqueo de sus tiendas", le dijo Zuma al parlamento.
Esa
misma noche comenzaron los saqueos en Johanesburgo. Raphael Nkomo, originario
de Zimbabue, contó que vio cómo llegó un grupo de hombres que se
bajó de un minibús, todos armados con pangas, un tipo de cuchillos muy grande.
"Empezaron
a seguir a la gente, tirándoles piedras. Algunos incluso fueron
acuchillados", relató Nkomo.
El
hombre contó cómo tuvieron que huir y acabaron refugiados dentro de las
tiendas.
"Lo
que vi fue terrorífico y, si sigue así, para cuando se despierte el gobierno
muchos van a estar muertos. Es muy, muy malo".
La
policía llegó y usó gases lacrimógenos y balas de goma para dispersar a la
turba. Detuvieron a 12 personas.
Unos 200 extranjeros
se refugiaron en una comisaría de policía. Desde el inicio de la crisis, miles
han huido y se han refugiado en campamentos improvisados.
Además,
las autoridades de países como Zimbabue o Mozambique han anunciado planes para
evacuar a sus ciudadanos.
Horas
después de los primeros saqueos, ya el viernes, regresaron los problemas al
área de Jeppestwon.
La
policía volvió a usar balas de goma, pero esta vez para dispersar un grupo de
inmigrantes armados con machetes para protegerse.
Fuente: BBCMundo.-
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