El extraño limbo de Quirino
Por Nelson Encarnación
Quienes conocen algo del sistema judicial de los Estados Unidos saben
que lo que ha ocurrido en torno al narcotraficante Quirino Ernesto Paulino
Castillo (El Don), es algo poco usual o casi inédito, para no decir insólito.
No es usual que un imputado que admita haber ingresado más de 30
toneladas de cocaína al mercado estadounidense, se pase nueve años en una
cárcel sin una condena y que de repente se le ponga
en libertad sin un
grillete, como según dice ha sido es el caso del narcotraficante dominicano.
La justicia en los Estados Unidos, cuando se trata de delincuencia
común, no funciona de esa manera.
Y ni siquiera en cuestiones del más alto interés geopolítico se tiene
una actitud tan irregular, pues cuando surgen esos intereses, los
norteamericanos buscan la vía de armar expedientes que resulten en condenas
definitivas.
Tenemos el caso del general panameño Manuel Antonio Noriega, quien,
cuando dejó de ser útil para los intereses geopolíticos de Estados Unidos, le
armaron un expediente por narcotráfico, le derrocaron y llevaron a una corte en
Florida, de la cual salió con 35 años en las costillas.
En el ámbito de delitos de drogas, decenas de narcotraficantes de gran
calado en Colombia y otras naciones purgan condenas a cadena perpetua en
cárceles norteamericanas tras ser extraditados, y muy pocos -de mejor
jerarquía- han logrado salir de las prisiones.
Y aquellos que lo han logrado ha sido por colaborar con la justicia,
tras lo cual no han podido regresar a sus países, pues al facilitar que la
justicia estadounidense haya podido llegar a los peces gruesos del narcotráfico
internacional, quedan expuestas a la represalia del crimen organizado.
Estos “colaboracionistas” ingresan a formar parte de lo que en Estados
Unidos se denomina "programa de protección de testigos", a través del
cual, inclusive, se les cambian determinados rasgos físicos, se les dota de
otra identidad y se les aleja de las ciudades donde haya, aun sea, una escasa
presencia de sus paisanos.
En la mayoría de las ocasiones se movilizan a sus parientes más
cercanos a los lugares del territorio norteamericano, donde tampoco tengan
contactos con personas que pudieran proporcionar ubicación para que miembros de
los carteles afectados puedan tomar venganza.
Eso se hace mientras los gruesos identificados por su colaboración se
pudren en las cárceles si han sido capturados, o son abatidos por las fuerzas
del orden en sus países aquellos que pretenden burlar los mecanismos
establecidos.
La historia del crimen organizado en Colombia y México, principalmente,
es rica en estos episodios, y lo narrado en literatura, series de televisión y
películas de cine, no es ciencia ficción sino de realidad cruda.
En consecuencia, el caso del delincuente Paulino Castillo llama la
atención por muchas razones, la primera de las cuales es lo sospechoso que
resulta su aparente limbo jurídico y el comportamiento de Estados Unidos en el
mismo.
Veamos otras:
Es más que evidente que ese limbo o manejo judicial irregular de su
proceso genera muchas lecturas, una de ellas, a mi juicio, es que su
colaboración sirvió de poco a los intereses perseguidos por la justicia
estadounidense, que obviamente era llegar hasta los jefes de este
narcotraficante, probablemente ubicados en algún país sudamericano.
Que se tenga conocimiento, la “cooperación” de Quirino con la justicia
norteamericana solo alcanzó para que fueran detenidos y sometidos a juicio
varios de sus ayudantes, quienes no tenían ni en que caerse muertos y quienes,
asimismo, hace tiempo están de regreso en el país.
Y es que si Paulino Castillo hubiese aportado algo provechoso al
interés de la justicia norteamericana en su lucha -siempre aparente- contra el
narcotráfico, estamos seguros de que este delincuente no estaría al alcance del
foco público.
Otra demostración de que el limbo del narcotraficante Paulino Castillo
es algo sospechoso, lo encontramos en el hecho de que sus familiares, que en su
oportunidad fueron removidos de la República Dominicana para protegerlos,
retornaron al país hace algún tiempo, sin que su integridad física haya corrido
algún peligro.
Si este sujeto, narcotraficante convicto y confeso, hubiese aportado
algún elemento de valor jurídico para el proceso que dio apertura con su
captura y extradición en el 2004, ni su familia estuviera en el país ni él estaría
disponible para cámaras y micrófonos.
En conclusión: las intempestivas apariciones de este delincuente
haciendo imputaciones contra el ex presidente Leonel Fernández, dejan espacio
para las más diversas especulaciones, una de las cuales apunta hacia un interés
político de sectores adversos al ex presidente, quienes luego de diversas
encuestas le reconocen como el candidato a vencer en los comicios del año
entrante.
Es probable que estén utilizando al peor mandadero. Pero al mismo
tiempo hay que reconocer que un sujeto sin nada que perder, resulta el mejor
tonto útil.
nelsonencar@gmail.com
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