Por Manuel Núñez
Cosa curiosa, en los momentos en que estalla esta campaña contra el Consorcio Vicini, la proporción de trabajadores haitianos es una de la más baja en toda su historia. No sobrepasan las 12 mil personas, y se hallaban, desde luego, en mejores condiciones materiales que en su país de origen. La Cancillería tuvo que hacer de tripas corazón para evitar que las cosas fuesen a mayores.
¿Cómo hemos podido tolerar tanta insolencia?
La insolencia de las marionetas de la prensa y del Centro Bonó, quienes, con el apoyo de la USAID combaten la Constitución y las leyes, se dedican a amenazar al Gobierno con intervenciones internacionales. Que ya salieron los hombres del Caucus Negro. Que Venezuela cortará el petróleo si no entregan la ley en cuarenta y ocho horas. Que la Corte Interamericana nos condenará. Cosas siniestras. Campañas de miedo.
Insolencia peligrosa protagonizó el Padre jesuita Regino Martínez que estuvo a punto de provocar un incidente de incalculable proporciones en la frontera de Dajabón. Insolentes famosos fueron el padre belga Pierre Ruquoy y el cura haitiano Vigny Bellerive que declararon montañas de hijos haitianos, desafiaron a las autoridades, llevaron al país al banquillo de la Corte Interamericana, y, además, todas sus diabluras quedaron rotundamente impunes. ¡Son tantos los insolentes! Particularmente, la insolencia de algunas autoridades que se han propuesto traicionar la Constitución y las leyes del Estado.
En los manejos de la hipocresía y la insolencia, a Monseñor Thadeus Okolo, nuncio de su Santidad el Papa Francisco, hay que sacarle su comida aparte.
El embajador del Vaticano no oculta sus preferencias por la población inmigrante haitiana en el país. Preferencias raciales, étnicas, que le hacen abandonar los usos diplomáticos. Sus misas en creole, sus declaraciones públicas y sobre todo las privadas, nos lo retratan de cuerpo entero. De lejos, se le ve el plumero.
En sus funciones de decano del cuerpo diplomático convocó a todos los embajadores a un coctel con el Presidente Medina en enero de este año. En las invitaciones al solemne acto, el Nuncio excluyó al esposo del embajador de los Estados Unidos. Esto provocó que varios diplomáticos que habían notado la exclusión del cónyuge de su colega, y vaya colega, protestarán y manifestarán que en esas condiciones no asistirían al acto. Para ocultar su responsabilidad, y hacer que pague el primo, el Nuncio dijo que las leyes dominicanas le prohibían invitar al esposo del embajador.
¡Vaya intrigante este Okolo !
Según esto, las reclamaciones del cuerpo de embajadores deberían dirigirse, no al responsable de la exclusión, sino a las leyes dominicanas. El embajador de Estados Unidos, ya había sido recibido, en anteriores ocasiones por el Presidente Medina, acompañado de su media naranja, sin por ello se cayeran los altares. Cuando Okolo se vio atrapado, trató de traspasarle la responsabilidad de su acción a la Cancillería. Y proclama que los usos diplomáticos de la Cancillería le impedían tomar una decisión diferente. La Cancillería le responde que ese acto es de la exclusiva responsabilidad de la Nunciatura. Que no tiene vela en ese entierro.
Si quería manifestarle amistad al embajador estadounidense en público, empleando su risa sardónica, máscara de otros sentimientos menos nobles, y en privado, poniendo a otros a enterrarle la puñalada trapera, desaprobando su matrimonio, se les peló la quiniela.
Quien actúa con semejantes escrúpulos, que son los de María Gargajo, olvida la fama bien ganada de pederasta, cocainómano y borracho que tenía el nuncio que le precedió, el polaco Josef Wessoloski. Todavía no se ha enfriado el calor de sus sentaderas en nunciatura, y este señor en lugar de devolverle el prestigio a una nunciatura deshonrada por el comportamiento del nuncio anterior, se ha vuelto un pendenciero de los asuntos migratorios dominicanos. Se burla de los dominicanos que asisten a su misa, hablándole en otra lengua. Ha puesto oídos sordos a los reclamos de las víctimas de Wessoloski. Le ha dado largas a las peticiones de extradición de la Procuraduría para hacerles justicia a las numerosas víctimas del nuncio anterior, que, como tantos otros, ha usado la sotana y la casulla, para hacer un ejercicio de insolencia.
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