Por Leonardo Mercedes
Cuarta Palabra: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?
Según los evangelios Mateo 27:46 y Marcos 15:34, fueron estas de las últimas palabras, de angustia, desesperación, sorprendentemente pronunciadas con fuerza por Jesús, cuando los rigores extremos de la crucifixión que padecía, a la que le habían condenado los señores de la ley, escribas y fariseos, extenuaban sus fuerzas físicas, al grado de sentir llegar la muerte inexorable.
“Eli, Elí!, ¿lemá sabactani?, que en la lengua aramea significa “¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado? Fue un “grito desgarrador en boca de Jesucristo”, a la vez que “desconcertante y dramático”, lanzado al oído y corazón de “aquel a quien más amaba y por quien se sintió más amado: El Padre, por quien se siente abandonado.”
La realidad que expresa este cuadro que describe el grito doloroso de Jesucristo, es la misma situación que se sufre día a día en el seno de miles y miles de familias de seres humanos que en el mundo, y nuestro país, viven en la extrema pobreza, porque no tienen el trabajo o los medios con qué generar los ingresos para satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, educación, salud, vestido, vivienda, diversión, etc. (de más difícil adquisición cada día) y que carecen de servicios de agua y saneamiento, seguridad social y ciudadana, electricidad, calles, aceras, etc., provocando en los desesperanzados padres y madres, gritos de angustia y dolor que, a semejanza de Jesucristo, salen del alma.
Cristo, con su doloroso y fuerte grito de reclamo al Padre, no solo expresaba su sufrimiento y desconsuelo, sino que recogía y resumía el de toda la humanidad por la cual se sacrificaba buscando su redención.
Expresa situaciones como la que vivimos y padecemos los barahoneros desde hace tiempo, que venimos gritando y reclamando ante el presidente de la República y autoridades del gobierno, la prohibición inmediata de la exportación a granel por el puerto local, de los materiales producidos por las concesiones mineras de explotación del Bahoruco Oriental, en las lomas de Las Filipinas y en la carretera de Polo, actividad que genera nubes de polvo cancerígeno que cubren la ciudad y parte de la zona rural, afectando las vías respiratorias, vista y piel de sus habitantes, la biodiversidad y hasta las actividades comerciales y sociales en el malecón de la ciudad, las que acaba de paralizar esta misma semana como muestra fehaciente de ello.
Los barahoneros, angustiados y desesperados ante estas agresiones constantes a la salud, economía, belleza de su ambiente y a su propia vida, y para ponerle fin a tan nociva y grave situación, hemos gritado y reclamado insistente y reiteradamente el cese de la explotación minera del Bahoruco Oriental, la anulación de las concesiones allí otorgadas y su declaración como área protegida e incorporación al Parque Nacional Sierra de Bahoruco, del cual realmente forma parte de manera natural, sin obtener respuesta alguna de parte del Ejecutivo, lo que agrava aún más nuestro sufrimiento.
Junto con nosotros, y al igual que Cristo, sufren y gritan a los mismos oídos los hermanos de las comunidades de agricultores y productores agropecuarios del Valle de Neiba, quienes suplen víveres, frutos menores y hortalizas que nos alimentan, cuyas parcelas, siembras y cosechas, son destruidas inmisericorde y abusivamente y sus tierras ocupadas de manera ilegal y con violencia por guardias y militares al servicio del Consorcio Azucarero Central, arrendatario del ingenio Barahona, quien también se apropia de tierras del Estado y de la Reforma Agraria para expandir la superficie cañera, en detrimento de la producción agropecuaria y de la soberanía alimentaria del país, para continuar usufructuando más del 70% de las aguas del río Yaque del Sur y de su control, en la perspectiva de sacar los mayores volúmenes y beneficios del agua a suministrar por la Presa de Monte Grande, acciones que se realizan en connivencia con funcionarios públicos y autoridades locales en perjuicio de los pobres campesinos, que solo cuentan con su propias fuerzas, la solidaridad que les brindemos y la fe que pongamos en que la razón y la justicia están de su lado.
El “lamento doloroso de Jesús corresponde al Salmo 22 (21) …Recoge el desahogo de todos los inocentes sufrientes ante situaciones límites terriblemente dolorosas y que parecen no tener solución”, pero que, en realidad, sí la tienen y se harán realidad cuando quienes sufren, los desvalidos y excluidos de las riquezas y el bienestar creados por el trabajo humano, se organicen, se unan, griten sus necesidades, reclamen lo que en derecho y justicia les corresponde y luchen para conquistarlo. Porque, en verdad “Jesús, con su grito estremecedor, ha asumido todo grito y desesperanzas humanas. Y ha hecho suyos nuestros abandonos y nuestro dramas personales y colectivos…”
En conclusión, “… en esta Cuarta Palabra se nos pide saber contemplar el grito de dolor encarnado en la actualidad de tantos hermanos nuestros abandonados, que ni siquiera se atreven a expresarse o a gritar como Jesús.
En todos ellos, y en otros muchos, Jesús sigue gritando hoy al Padre: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?” Su pasión, soledad y abandono continúan siendo actuales, aquí y ahora.” FIN
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