30 de julio de 2021

Semillas, Principios e Ideas Escritas

Por Carlos J Vidal Lassis 

Recientemente se comentaba que hay quienes les gusta escribir ideas, reflexiones, opiniones y comentar y extraer de otros las ideas, eventos y reflexiones, etc. Escribir para analizar, para exaltar, para criticar positivamente, para orientar y educar a los demás. Hay un atractivo en esto, claro está.  Sin embargo, a veces se cuestionan sobre la autenticidad de ese deseo, de esa inclinación o como hobby (anglicismo para decir afección), cuando definitivamente no se hace esperando o procurando una recompensa metálica. Mucho menos fama ni necesariamente reconocimiento. Aunque siempre hay algunos que creen es algo así. No lo es. 

¿Porqué entonces?  

Una narración muy antigua, compartida mas abajo, es posible relacionarla a esta certeza, al darse cuenta de que hay un efecto que se logra y que al concretizarse se contribuye grandemente al mejoramiento de todos, física y espiritualmente. Se comparte esta ilustrativa anécdota porque muestra que hay un crecimiento de consciencia, como en el caso de quienes escriben con esos criterios humanos. 

Esta realidad humana, aunque no se note, se debe precisamente a ese desapego con que se hace. Es decir, hay definitivamente un gusto o placer o satisfacción al hacerlo. Pero se hace sin sentirse que es ningún tesoro que se ha de guardar y adueñar con cualquiera de esos sentimientos egoístas de fama y poder, o dinero, ni pretendiendo obtener una ventaja a cambio. Claro, los que escriben generalmente de manera profesional, lógicamente perciben esos beneficios.  

La historia cuenta que un grupo de comerciantes llegó a hacer negocios en la ciudad en donde vivía Rav Pinjás ben Yair. Ellos tenían una determinada cantidad de semillas de cebada y, como iban a estar viajando haciendo negocios, le pidieron a Rav Pinjás ben Yair que les guardara las semillas. Sin embargo, después de que los comerciantes terminaron sus negocios, regresaron a casa y olvidaron las semillas de cebada. 

Por eso, cada año, Rav Pinjás ben Yair plantaba las semillas por ellos y, lo que cosechaba, lo guardaba. Cada año tomaba lo que había cosechado el año anterior y lo plantaba nuevamente, lo cual producía una cantidad aún más grande. Él la cosechaba y almacenaba cada vez más y más. Después de siete años, los comerciantes regresaron a donde Rav Pinjás ben Yair y le pidieron la cebada. Él los llevó a los almacenes llenos de cebada y les dijo que todo era de ellos porque la pequeña cantidad de cebada que le dieron para que guardara hace siete años, se había convertido en todo eso. 

En esta narración extraída de libros muy antiguos, hablan de un personaje con intención de mostrar los principios que lo caracterizaban. Independientemente de la antigüedad, los principios no se envejecen, son inalterables y se aplican similarmente en cualquier circunstancia. Entonces podemos extrapolarlos al caso que nos ocupa, comprobando de esta manera la autenticidad de la motivación de un “escritor por hobby”.  

La historia nos dice mucho más de lo que su sentido literal, directo nos dice. Un personaje básicamente honesto y responsable que cumple su función en toda la extensión de la responsabilidad que asumió. Paralelamente los principios implicados en esa conducta se traducen en la realidad social actual, en un papel educativo, que ayuda a formar, estableciéndose como una guía o modelo u orientación que conforma y corresponde con la expresión escrita del autor. 

Por otro lado, el desapego de los comerciantes con las semillas guardadas, reflejan otro aspecto de la narración, que se integra a la valoración que se le puede conceder a un escritor como del que se trata aquí. Al compartir sus ideas, orientaciones, reflexiones, etc., el articulista, si se le puede llamar así, lo hace con los fines propios de su empatía con la sociedad que le rodea, por su amor a la verdad, o por lo menos lo que él considera su verdad y entiende que siendo su creación, al comunicarla, la transfiere al lector ofreciéndola sanamente y este podrá usufructuarla, disponer de ella a su mejor conveniencia y si es hábil y sabio, sabrá aprovecharla y expandirla de la mejor manera a su alcance. Quien la originó, mientras la esparce el lector, en su vida y entre los demás, llegará también a gozar de los beneficios que causa en la sociedad, el crecimiento y el desarrollo del conglomerado en que vive. 

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